Hace un par de semanas pronuncié una conferencia en el Museo de Bellas Artes de Sevilla sobre “Los Carros” del pintor Domingo Martínez. Se trata de una serie de ocho grandes cuadros realizados en 1748, que describen las celebraciones que tuvieron lugar en las calles de Sevilla con motivo de la ascensión al trono de España de Fernando VI en 1746. Tanto los festejos, como los lienzos del mismo tamaño y marco fueron costeados íntegramente por la Real Fábrica de Tabacos cuyo director era Don José Antonio de Losada, asimismo se publicó un grueso volumen que describía el magno acontecimiento.

Estas pinturas son un valioso testimonio ya que nos permiten comprobar como era la Sevilla de la época. El cortejo pasa por delante de la catedral, del palacio arzobispal y del ayuntamiento (cuyo piso alto todavía no estaba labrado). La ciudad aparece engalanada y repleta de público observando la procesión que consta de una serie de carrozas fastuosamente decoradas con personajes disfrazados que hacen alusión a las futuras alegrías que se suponía traería el nuevo reinado. La clase alta presencia el cortejo desde los balcones que aparecen abarrotados, vemos a damas lujosamente ataviadas con sus joyas y pelucas empolvadas. Cada estamento ocupa su sitio, la nobleza no se mezcla con el pueblo.

Domingo Martínez, a través de sus pinceles, nos brinda un excepcional documento histórico que nos permite reconstruir una fiesta barroca. Los festejos se componían de máscaras y mojigangas que desfilaban en comparsas de personas disfrazadas, en este caso de personajes alegóricos y mitológicos que personificaban vicios y virtudes. Aparecen entre otros: Apolo y las musas, los dioses Baco, Eolo, Vulcano, Neptuno y Cupido además de ninfas y sátiros; todo ello dentro de un programa iconográfico que alude al buen gobierno. En España, al igual que en el resto de Europa se celebraba con gran entusiasmo las fiestas asociadas al monarca y su familia como el embarazo de la reina, el nacimiento de un infante, las bodas reales o la ascensión al trono de un nuevo monarca. Estamos en plena Ilustración, el poder real se considera de origen divino, es incuestionable. Las personas nacen y mueren en el mismo estamento social, todo está regido por un orden superior en que cada uno ocupa el lugar que le ha sido asignado.

El pueblo llano estaba siempre aquejado de múltiples desgracias, como las pestes o las malas cosechas que provocaban estragos debido al desabastecimiento de productos tan necesarios como el trigo, por lo que era fundamental proporcionarle esparcimiento y diversión. El propio Nicolás Maquiavelo en su obra “El príncipe” publicada en 1513, recomienda al gobernante que distraiga a su pueblo con fiestas y espectáculos. Sobre las obedientes capas trabajadoras recaía la pesada carga de los impuestos, son las que mas contribuían a las arcas del Estado ya que nobleza y clero gozaban de situación privilegiada en este sentido. El pueblo debía estar controlado y sometido aunque mucho mejor si era de manera voluntaria.
La fiesta era un perfecto elemento de persuasión en manos del poder, un instrumento de ostentación y propaganda. La cultura barroca era fundamentalmente visual, su objetivo radicaba en impresionar al espectador por lo que se gastaban verdaderas fortunas en este tipo de actos. Se levantaban arquitecturas efímeras y se engalanaban las ciudades a pesar de que la situación económica no estaba para tales dispendios, pero era el precio de la paz social, había que tener entretenida a la masa.

Este fenómeno ha tenido lugar a lo largo de la historia de la humanidad, cada época tiene sus “métodos” para distraer la atención general, hoy en día tenemos el futbol que parece que deja a la gente anestesiada. En 1864 se estrenó en Madrid la célebre zarzuela “Pan y toros” que evocaba la famosa frase del poeta romano Juvenal “Pan y circo”. A pesar de los siglos de distancia, la élite que detenta el poder siempre tiene sus recursos para distraer la atención general. En la antigua Roma los gobernantes regalaban trigo y entradas para los espectáculos del circo a los mas desfavorecidos para tenerlos contentos. Si tenéis ocasión de acercaros al Museo de Bellas Artes de Sevilla no dejéis de ver estas pinturas, están llenas de detalles interesantísimos y nos acercan a las diversiones de otros tiempos.
Me ha gustado mucho tu artículo, Es curioso que ahora también el pueblo olvida sus problemas con el futbol, cuando hay un Madrid, Barcelona o viceversa parece que todo pasa a un segundo lugar.
Goya tamién plasmó las fiestas populares de su tiempo.Como las corridas de toros que entonces eran como el futbol ahora.
Me encantaría ver los cuadros que citas en tu artículo.
Querida Concha:
Muchas gracias por leerme, me hace mucha ilusión que te haya gustado.
Los Carros de Domingo Martínez son muy interesantes porque recrean muy bien la época. Como son cuadros muy grandes, hay multitud de detalles interesantes que me sirven para mi tema de indumentaria.
Un fuerte abrazo.
Interesante artículo. He tenido la oportunidad de ver dichos cuadros y como usted muy bien dice: hacen una correcta alusión a la vida de la época descrita en su texto. No olvidemos que Sevilla fué Capital de España y cuando nos introducimos en sus calles notamos la grandeza que tiempo atrás vivió dicha ciudad, una grandeza que posiblemente nada tiene que ver con el resto de Las Españas.
Saludos.
Totalmente de acuerdo con usted, Sevilla fue la capital del mundo en el siglo XVI con uno de los centros históricos mas extensos de Europa. Lamentablemente durante el siglo XX se derribaron muchos edificios significativos.
Muchas gracias por leerme y un saludo.
Con todos mis respetos permita que haga un pequeño comentario acerca del derribo de edificios significativos: en Plaza Duque había un palacio que era una auténtica obra de arte. Dicho palacio se derribó para hacer un mastodóntico Corte Inglés. Hoy en día el ayuntamiento y la Junta de Andalucía cuidan un poco más el magnífico patrimonio arquitectónico de Sevilla y además se dedica a plantar setas en La Encarnación.
Un saludo desde Menorca