Nos ha tocado vivir en un mundo vertiginoso donde todo ocurre muy rápido. Casi sin darnos cuenta recibimos diariamente infinidad de noticias, mensajes y correos; es tanta la información que nuestro cerebro se ve obligado a desechar muchos contenidos antes incluso de haberlos asimilado. Este nuevo concepto de existencia a toda velocidad afecta a gran parte de las esferas de la vida, desde la forma de comer hasta como nos vestimos. Estamos en la era del fast food pero también de la fast fashion. España con Zara y Mango a la cabeza, es líder mundial vendiendo última moda a precios asequibles. Se compra mucha ropa que se usa poco y que rápidamente se sustituye. El sistema ha provocado que la mayoría seamos consumistas en mayor o menor medida. Parece que es absolutamente preciso tener mucho de todo, fenómeno sin el cual la moda no existiría. Los anuncios que inundan las calles se encargan de hacernos desear los trapos que luce tal o cual espectacular actriz o modelo. Hay muchas voces críticas con el actual sistema capitalista, pero es indudable que el consumo es un motor económico clave.

Este hecho contrasta poderosamente con la manera de entender la moda hace siglos, la vestimenta tenía un alto coste, los cambios de se producían lentamente y las prendas se cuidaban y reparaban para seguir usándolas ya que todavía no existía una industria como tal que pudiera proveer a las clientas.

Todo se realizaba a mano hasta que se inventó la maquina de coser a mediados del siglo XVIII. El “Ir de tiendas” simplemente no existía, fueron las francesas las primeras en experimentar el placer de ir de compras. En París, siempre a la vanguardia de la moda, se abrieron las primeras boutiques a finales del siglo XVII; antes se celebraban Ferias pero no tenían carácter permanente. Las damas parisinas entendieron que no tenían suficiente con comprar en la Feria anual sino que querían hacerlo en cualquier momento.

Tal era el valor dado a la ropa que esta era objeto de inventario. El inventario post-mortem era un tipo de documento notarial muy frecuente en el pasado, se realizaba ante “escribano” (clásica denominación de los federatarios públicos) y testigos, consistiendo en una pormenorizada enumeración de todos los bienes muebles e inmuebles del fallecido. El documento comenzaba citando la localidad, la fecha y el nombre completo del finado para situarse en la casa donde iba a tener lugar el recuento de los bienes. A continuación transcribo parte del encabezamiento de un inventario de bienes cualquiera a modo de ejemplo: “En el nombre de Dios, Amén. En la ciudad de Sevilla en veinticuatro días del mes de julio de mil setecientos y veinticuatro años estando en las casas de la morada de D. Juan José de Ariza, mercader de lencería, vecino de dicha ciudad que son en ella en la collación de Nuestro Señor San Salvador en la plazuela que llaman de la Abería. Ante mi, Dionisio Bravo, escribano público de su numero y testigos, pareció el dicho D. Juan José de Ariza a quien doy fe conozco y albacea que quedó de Doña Gregoria Blázquez Calderón su legítima mujer difunta (…) dijo que por fin y muerte de la dicha Dª Gregoria Blázquez Calderón su mujer, quedaron ciertos bienes, caudal y efectos y para que siempre conste a las personas que a ellos pretendieren tener derecho (…) quería hacer inventario solemne de todos y poniéndolo en efecto lo hizo de la forma siguiente (…).”

Lo mas sorprendente es que los documentos recogían no solo las prendas que se encontraban en buen estado sino también las que estaban ya inservibles. Hay que tener en cuenta que al ser un inventario realizado tras el fallecimiento de una persona, la ropa que figuraba en él, había sido usada. Las descripciones son muy curiosas, normalmente se recogía el tipo o tipos de tejido de cada pieza, el color y el forro. Si la prenda era especialmente rica por ejemplo un vestido, se hacía de manera mas exhaustiva: “Un tapapiés y casaca de tela de plata sobre damasco encarnado forrados en tafetán y guarnecidos con galón de plata”, esta descripción corresponde a un traje formado por falda (tapapiés) y chaqueta (casaca) bastante rico no solo por la tela sino por la guarnición de galón de plata. Las españolas del siglo XVIII usaban mucho el atavío de dos piezas y bajo la casaca un corpiño. Traspasándolo al momento actual sería como usar un traje de chaqueta compuesto lógicamente por chaqueta, falda y top.

Hoy en día los inventarios de bienes no son una práctica común, supongo que las clientas de Alta Costura tendrán sus vestidos a buen recaudo e incluso catalogados ya que son verdaderas joyas en cuanto a materiales y diseño. España cuenta en su haber con dos modistos universales que paradójicamente trabajaron en el extranjero. Mariano Fortuny y Madrazo (1871-1949) en Venecia y Cristóbal Balenciaga (1895-1972) en París. Entre la producción del primero cabe destacar el famoso vestido Delfos, una creación que todavía no ha sido superada.

Por su parte, Balenciaga está considerado uno de los padres de la alta costura, no solo diseñaba y sino que poseía una increíble destreza cosiendo. Era un arquitecto de la ropa, un genio que se inspiraba en corrientes artísticas como el cubismo o en los maestros españoles del Barroco. Los diseños de ambos creadores se consideran obras de arte del siglo XX.



Volviendo al pasado, es interesante saber que en ocasiones, los inventarios iban seguidos de otro documento llamado “Aprecio de bienes” en el que se repetía la misma estructura del inventario pero incluyendo el precio de cada prenda, por ejemplo: “Un delantal blanco de bretaña viejo en dos reales” o “Una chupa de damasco negro forrada de tafetán en treinta y siete reales y medio”. En las prendas que habían sido usadas figuraba su estado de conservación, la palabra “demediado” significaba que había perdido la mitad de su valor pero también me he encontrado con piezas “bien tratadas”, con algunas “viejas y desbaratadas” y también en un estado tan deplorable que aparecen “hechas añicos”.


Lo verdaderamente interesante es que se tomaba nota de todo ya fuera costoso o inservible. En los documentos, por tanto, no solo aparecen vestidos, mantillas, mantos y guantes sino también prendas íntimas como medias, corpiños, calzoncillos, enaguas, camisones y fajas. Al ser tan exhaustivos, los inventarios de bienes nos permiten conocer como se vestía y que telas y colores estaban a la última. Algo supuestamente tan frío como un documento notarial arroja un profundo conocimiento sobre la moda y las costumbres de siglos pasados, a través de ellos podemos conocer las tendencias, los precios y los paulatinos cambios que iban produciendo en los armarios y arcas de nuestras antepasadas.

como siempre precioso querida
¡¡Tu si que eres preciosa!! Muchas gracias por ser tan fiel lectora.
Un fuerte abrazo.
Qué bonito y elegante el Delfos!
Realmente has nombrado toda la ropa interior femenina? O falta algo? No creo que las mujeres usaran calzoncillos, o sí?
Fortuny creó un tipo de plisado especialísimo que según parece nadie ha sabido reproducir. Trataba de imitar los vestidos plisados de las esculturas de la Antiguedad.
En cuanto a la ropa interior, las mujeres llevaban camisa y enaguas. A veces solo camisa, que era un prenda larga, cogida entre las piernas. Yo no he encontrado calzoncillos para señoras en ningún documento, los hombres si los usaban. Cualquier novedad que tenga sobre un asunto tan trascendental te será transmitida…ja ja.
Que interesante y divertido como siempre Barbara !!!!!!!
¡¡Muchas gracias Mercedes!! Aqui estoy pensando lo que os cuento en el siguiente.
Un abrazo.
Me parece muy curioso e interesante la información. Enhorabuena
Muchas gracias Reyes.
¡¡ Qué bonita es la historia, Bárbara, en este caso de la vestimenta de aquellos años !!, todo vuelve y, creo q l@s mejores modist@s cada año sacan cosas nuevas basadas en las antigüas; ahora vuelven a “desempolvarse” prendas como los maravillosos mantones de Manila y otras muchas cosas, pque la lencería tb se está basando mucho en los corsés, corpiños etc…. Suelen gustarme mucho y, además, ya se utilizan técnicas, telas etc…. mucho más cómodas, con lo cual, tienen lo bonito de lo antigüo con la comodidad de lo nuevo. ¡¡ enhorabuena y gracias por compartirlo con nosotras !!, C.R.
Tienes razón; los modistos se inspiran a menudo en el pasado. Es muy interesante ver como la moda se reinventa constantemente.
Un abrazo y gracias por seguirme.
Muy interesante Bárbara! Besos
Me alegra que te lo parezca. Muchas gracias por seguir mi blog.
Un fuerte abrazo,