
El origen de una de las principales familias de la alta aristocracia española se remonta a Gutierre Álvarez de Toledo (1376-1446), primer señor de Alba de Tormes, merced otorgada por Juan II de Castilla en 1429, ya que era oriundo de la citada villa. Don Gutierre ejerció diversos cargos eclesiásticos, en primer lugar fue obispo de Palencia y posteriormente arzobispo de Sevilla y primado de Toledo. El señorío fue heredado por su sobrino Fernando Álvarez de Toledo y Sarmiento, título que fue elevado a condado por el mismo rey en 1438.


La familia ascendió meteóricamente, ya que el segundo conde don García Álvarez de Toledo fue encumbrado a la categoría de duque en 1472 por Enrique IV. Don García se convirtió en Grande de Castilla, primer marqués de Coria y primer conde de Salvatierra. Es en este momento cuando los Álvarez de Toledo entran en la alta política castellana, sirviendo a los intereses de la monarquía. El primer duque de Alba realizó varias campañas en la vega de Granada, aunque no llegó a vivir su conquista ya que murió en 1488, pero su hijo y heredero don Fadrique fue uno de sus protagonistas.


Fue don Fadrique Álvarez de Toledo y Enríquez, también duque de Huéscar desde 1563, uno de los caballeros más destacados durante la época de los Reyes Católicos. No sólo asistió a la toma de Granada, redactando su régimen de capitulación y firmando su privilegio, sino que participó como uno de los testigos firmantes en el acto de la entrega de la ciudad. Su actividad política y militar se desarrolla junto a Fernando el Católico del que era primo (ambos por vía materna). Junto al rey hizo la campaña de Navarra en 1512, con cuyo esfuerzo se anexionó al reino de Aragón. La incorporación de Navarra supuso el punto culminante de la política emprendida por los Reyes Católicos unas décadas antes. Don Fadrique apostó por el futuro Carlos I, que llegó a España a España en 1517. Durante su ancianidad educó e instruyó ideológicamente a su nieto Fernando, que había quedado huérfano de padre, más conocido como “El gran Duque de Alba.”

Don Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, tercer duque de Alba, (1507- 1582) marqués de Coria, conde de Salvatierra y de Piedrahita, séptimo señor de Valdecorneja y caballero del Toisón de Oro, es el arquetipo para los habitantes de los Países Bajos de la crueldad. Aquí tenemos una semblanza del noble escrita por el holandés Pieter Bor en 1621: “… era un hombre alto y delgado, rígido y seco de apariencia, era tan pedante que se escuchaba con desagrado alabar la prudencia de otro: además era muy cruel, despiadado y muy avaro. Esto resultó claro durante su gobierno en los Países Bajos, ya que quería oprimir y deshacer esas tierras por medio de una inaudita tasación, de forma que no pudieran oponerse de ninguna manera a la administración española. Antes de su partida de los Países Bajos se había jactado de haber hecho asesinar a 18.600 personas, pasando por las manos del verdugo, eso junto con todas las demás que murieron por la guerra o por los soldados españoles que había en la guarnición”.

El apodado “duque de hierro” es uno de los principales protagonistas de la leyenda negra española, pero incluso así, es preciso señalar que fue uno de los mejores militares del siglo XVI. Su mala fama se originó con motivo de las revueltas producidas en los Países Bajos en 1566. Durante la llamada “Tormenta de las imágenes”, los calvinistas asaltaron y profanaron iglesias y monasterios destruyendo imágenes sagradas. Lo que comenzó teniendo un cariz religioso se convirtió en una lucha civil. Para poner fin a los disturbios, Felipe II mandó al duque de Alba al frente de un poderoso ejército. Sus tropas actuaron con un rigor, de ahí que pasados más de cuatrocientos años su recuerdo perdure por aquellas tierras. La historiografía actual coloca las cosas en su sitio, sin negar la dureza del duque de Alba, también resalta la extrema crueldad del bando contrario.

Don Fernando ejerció diversos cargos de altísima responsabilidad. Fue el mayordomo mayor de Carlos I y Felipe II, miembro del Consejo de Estado y de Guerra, gobernador en el ducado de Milán, virrey de Nápoles, gobernador en los Países Bajos y primer virrey de Portugal tras su conquista. Fernández Álvarez en su biografía sobre el personaje, con todas sus luces y sombras, no duda en señalarlo como un gran hombre de Estado. Un consumado militar, culto e instruido que ejerció una importante labor política y diplomática, afirmando: “Estamos ante uno de los más destacados forjadores del Imperio español”.
Que interesante! Barbara. Creo que esta y Medinaceli son las que conservan gran parte de su esplendor, en cuanto a palacios y obras de arte. No?
Muchas gracias Manolo. Yo creo que también. Las Casas de Alba y Medinaceli conservan un colosal patrimonio artístico.Al ser Cayetana de Alba hija única, el patrimonio no se ha disgregado. Por otro lado la madre de la duquesa de Alba, María del Rosario de Silva y Gurtubay, fue también hija única y heredera de una gran fortuna además de Grande de España hasta seis veces por derecho propio. Su padre era duque de Híjar, una de las casas mas antiguas de la nobleza española; mientras que el apellido Gurtubay provenía de un modesto vizcaíno que amasó una gran fortuna vendiendo bacalao y cuya historia es de lo mas entretenida.
La Casa de Medinaceli tal vez es la mas importante en cuanto a linaje ya que descienden del hijo primogénito de Alfonso X el Sabio. Desgraciadamente, sus bienes se vieron considerablemente mermados y disgregados a causa de la segunda boda del XVII duque, Luis Fernández de Córdova y Salabert, fallecido en 1956. El duque se casó un año después de enviudar con la cordobesa Concha Rey, tuvieron una hija a la que por lo visto el padre mejoró con respecto a las dos hijas de su primer matrimonio (las duquesas de Medinaceli y Lerma).Su nieta Casilda Guerrero, actual duquesa de Cardona, vendió en 2010 un espectacular Brueguel titulado «El vino de la fiesta de San Martín» al Museo del Prado por 7 millones de euros. Según veo en varios sitios se acusa al XVII duque de «destrozar» el patrimonio reunido por la Casa de Medinaceli durante siglos.
Te sigo fielmente y me encanta perseguirte! Gracias
Me parece muy muy bien: Muchas gracias y un abrazo fuerte.
No por más conocidos en los medios de comunicación estabamos mejor informados que por su artículo, Bárbara. Estupendos los cuadros, el de Félix Castelo un tanto surrealista y onírico, hiperrealista a su vez el de Antonio Moro…
Muchas gracias Antonio.