La moda en Las meninas


       Las meninas de Velázquez es una obra cumbre del arte universal, una gran pintura de carácter cortesano que vive en el Museo del Prado desde su inauguración en 1819. Su primitivo título era La familia de Felipe IV pero el pintor Pedro de Madrazo, responsable del catálogo de la pinacoteca publicado en 1843, lo llamó así en alusión a las dos damitas que atienden a la infanta Margarita. Tal y como recoge el Tesoro de la Lengua Castellana (1611), la palabra menina es una voz portuguesa que aludía a las jóvenes de familias nobles encargadas de atender a la reina y las infantas en la corte española.

Diego Velázquez. Las Meninas o la familia de Felipe IV.  1656. Museo del Prado. Madrid.
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez. Las meninas o La familia de Felipe IV.  1656. Museo Nacional del Prado. Madrid.

       Para quien no haya tenido ocasión de contemplarlo en directo, diremos que Las meninas es un cuadro de gran tamaño que no deja indiferente al espectador. Todos los personajes aparecen “vivos” ante nosotros provocándonos una intensa emoción, ya que podemos percibir hasta el aire que respiran. La magna obra fue pintada por Diego Rodríguez de Silva y Velázquez en 1656 durante la etapa final de su vida, cuando había llegado a unas cotas de maestría que aún hoy en el siglo XXI nos siguen dejando perplejos. El sevillano desarrolló prácticamente toda su carrera artística en la corte madrileña, a la que llegó de la mano del conde-duque de Olivares. Velázquez comenzó a trabajar para Su Católica Majestad en 1623, relación laboral que sólo quedó interrumpida por la misma muerte del maestro en 1660.

        Nos encontramos en el Alcázar de Madrid (el palacio de los Austrias que pereció bajo las llamas en 1734), y más concretamente en la sala principal del Cuarto del Príncipe. Repasemos los once personajes que aparecen ante nosotros. De izquierda a derecha tenemos al artista, que se halla enfrente de un gran lienzo en el que está pintando a los reyes Felipe IV y Mariana de Austria, reflejados en el espejo. Velázquez viste al uso cortesano, es decir, de negro y con golilla. Felipe IV era muy sencillo en su atavío y queda por descontado recalcar que del rey para abajo, todos vestían de manera semejante. El negro fue implantado en la corte desde los tiempos de Felipe II, siendo considerado símbolo inequívoco de elegancia y sobriedad. El llamado “ala de cuervo” se extraía de un árbol americano llamado palo de Campeche y proporcionaba a los tejidos un color intenso. En Europa se denominó “negro español”, su precio era alto y estaba muy cotizado.

Diego Velázquez. Las Meninas o la familia de Felipe IV.  Detalle. 1656. Museo del Prado. Madrid.

        Volviendo al cuadro, en el grupo central se encuentra la famosísima protagonista de la composición, la infanta Margarita, una niña de cinco años que es atendida por las dos damitas. María Agustina de Sarmiento, que le ofrece un búcaro con agua e Isabel de Velasco. Detengámonos en sus vestidos, lucen el llamado guardainfante compuesto por sayo (cuerpo) muy ceñido que aplasta el pecho con mangas acuchilladas (abiertas longitudinalmente por las que asoma la camisa), valona (cuello) y basquiña (falda) sobre guardainfante. Este último consistía en un armazón con forma de cesta invertida que se colocaba en la cintura y se realizaba a base de aros de metal o mimbre unidos por cintas o cuerdas con rellenos de diversos materiales. Su finalidad era ahuecar la falda y que la tela luciera en todo su esplendor. La descomunal basquiña era de tal anchura que ocasionaba inconvenientes de todo tipo, como no poder franquear las puertas de frente. El peinado tenía mucho protagonismo ya que la cabeza debía guardar un tamaño acorde con la falda para no parecer absurdamente pequeña; por ello se ensanchó por medio de pelucas y postizos que se colocaban mediante alambres adornándose con flores, plumas y joyas.

Diego Velázquez. Las Meninas o la familia de Felipe IV.  Detalle. 1656. Museo del Prado. Madrid.

        Margarita de Austria lleva un precioso vaquerillo, en seda color crudo con decoraciones en negro y compuesto por sayo y basquiña. Se trata sin duda de un vestido muy rígido y pesado para una niña tan pequeña, por lo que no solo se usaría para ocasiones señaladas. Su peinado es muy sencillo, pelo suelto con raya a un lado y adornado con un precioso lazo rojo. A su lado se encuentran la enana María Bárbola vestida con el mismo tipo de atuendo, confeccionado con terciopelo negro y adornado con galones de plata, y junto a ella el diminuto paje Nicolasito Pertusato con coleto y calzas rojas. Detrás aparecen doña Marcela de Ulloa, vestida con un monjil, muy común entre las viudas y parecido al hábito de las monjas, que conversa con un guardadamas. Al fondo, detrás de la puerta abierta está don José Nieto, uno de los aposentadores de palacio.

Diego Velázquez. Las Meninas o la familia de Felipe IV.  Detalle. 1656. Museo del Prado. Madrid.

          El esquema de los retratos cortesanos solía presentar a la figura de cuerpo entero con el atuendo propio de la corte según el momento histórico. El artista era el encargado de transmitir la imagen real y dotarla de toda la majestad y el empaque posible. Diego Velázquez siguió puntualmente esos códigos, pero dotó a sus personajes de una humanidad que se hace especialmente patente en sus retratos infantiles. Felipe IV (1605-1665) tuvo a su servicio a uno de los mejores pintores de la historia, no gustando que otro artista le retratara. Por sus pinceles pasó toda la familia real española, que se convirtió en inmortal gracias al legado del genial maestro sevillano.

Sala 12 del Prado

8 Comentarios

  1. Fatima dice:

    ME GUSTA.

    1. ¡Qué alegría verte por aquí! Un fuerte abrazo Fátima.

  2. Me gustó lo del «vaquerillo¨»….enhorabuena .Esperando ansiosamente lo que será tu laureada Tesis Doctoral

    1. Es gracioso que ese tipo de vestido se llamara vaquero. Hoy en día, aunque también es una prenda de vestir, tiene otro significado diferente. Muchas gracias Manolo por comentar y encima animar. Un fuerte abrazo.

  3. Manuel S. dice:

    Extraordinario Barbara!!! Creo que en el tesoro de la Virgen de Gracia, aparece un pectoral (creo que se llama así el broche) muy parecido al que luce la Infanta.

    1. ¡Qué interesante Manolo! Lo miraré en el libro. En la época se llamaba joyel y se colocaba en el centro de la valona. A finales del siglo XVII cambió la moda y comenzaron a asomar los hombros pero se siguió colocando el joyel en el centro. En el siglo XVIII los documentos lo llaman joya de pecho o rosa de pecho. Todos ellos iban cosidos al vestido. Muchas gracias por comentar y un fuerte abrazo.

  4. Enrique dice:

    Bueno echo en falta al niño Pertusato,y al mastín Moises(en el comentario del cuadro,así como la cruz de Santiago que se le pinto una vez muerto,el cuadro tiene una historia

  5. Odilón Martínez Arizmendi dice:

    Visite el Museo de El Prado en 2007, nuestra pri er visita a Madrid. Y tuve la dicha de contemplar esa hermosa pintura, que bien reseñas y se m hace más interesante todavía aún Saludos desde Mexico,

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