Gracias al patrocinio de la casa Dior, la denominada «Aldea de la Reina», abrió sus puertas en 2016. Se trata de un capricho que María Antonieta llevó al extremo para huir de la tediosa etiqueta de la corte de Versalles. La reina encargó en 1783 una aldea propia, siendo Richard Mique el responsable del proyecto. Además de tratarse de un lugar de esparcimiento para disfrutar de los encantos de la vida del campo rodeada de sus damas de compañía, el conjunto se convirtió en una auténtica explotación agrícola dirigida por un granjero, cuyos productos abastecían a las cocinas de Palacio
En la Aldea, María Antonieta desarrolló un aspecto que Luis XV ya había esbozado anteriormente en el zoológico de Trianón: el gusto por lo rústico. Entre 1783 y 1787, se construyeron diversos edificios con el estilo de un auténtico pueblo normando. Se trata de un conjunto de once casas distribuidas en torno al Gran Lago. Cinco estaban reservadas para uso de la Reina y de sus invitados. Allí María Antonieta invitaba a sus amigas a pasar tardes enteras ordeñando vacas, tomando la leche, cosechando y comiendo frutos. Todas ellas dejaban en casa sus incómodos miriñaques decantándose por vestidos más adecuados para la sencilla vida campestre. A finales del siglo XVIII y antes del estallido de la Revolución Francesa, la sociedad elegante se inclinó por una manera de vestir menos compleja con materiales más simples y menos adornos. Un traje que no disimulara ni ahogara la silueta y que paradójicamente fue muy del gusto de María Antonieta para escándalo de sus súbditos. El paso del Rococó al Neoclasicismo en cuestión de indumentaria vino aparejado por un cambio radical en cuanto a moda femenina se refiere.
Volviendo a la Aldea, la Casa de la Reina, el Billar, el Gabinete, el Molino, y la Lechería de Degustación estaban reservadas a “madame déficit” (el apodo que utilizaban los franceses para llamar a la reina debido a sus exorbitados gastos). Mientras que las otras quedaban para el uso de los campesinos: la Granja y sus anexos, el Granero, el Palomar y la Lechería de Preparación. La Granja estaba situada aparte del pueblo y acogía una ganadería variada: una pequeña manada de ocho vacas y un toro, diez cabras y palomas. Una casa estaba reservada al uso doméstico: el Calientaplatos, en el que se preparaban los platos para las cenas que se daban en la Casa de la Reina o en el Molino.
La Torre de Malborough, una especie de faro que domina las orillas del Gran Lago, se utilizaba para salir de pesca o para dar paseos en barca. La composición del nuevo paisaje de la Aldea exigió plantar 48.621 árboles jóvenes. Paralelamente, el Gran Lago fue excavado y aislado con arcilla en 1784; la repoblación de este estanque con carpas y lucios se realizó en 1786.
Tras sufrir el paso de la Revolución, el informe de Trepsat aconsejó Napoleón que destruyese la Aldea, dado el estado ruinoso en que se encontraba. Por suerte, se restauraron muchas construcciones en ruinas, y el conjunto fue redecorado y reamueblado por Jacob-Desmalter en 1810 para el uso de la Emperatriz María Luisa. Fue así como estas encantadoras construcciones del siglo XVIII llegaron hasta nuestros días a pesar de los avatares de la Historia. La firma Dior se ha encargado de recuperarlas para todos nosotros.
Enhorabuena Bárbara por tu «Aldea de la Reina», las fotos espectaculares como siempre……
Muchas gracias Almudena. Es muy agradable encontrarse con comentarios de los lectores. Un saludo.
Que interesante Barbara, no conocía la existencia de dicha aldea !!!! Si algún día se puede visitar; me encantaría hacerlo. Debe ser un lugar precioso !!
Gracias por ilustrarnos tanto !!!
Yo fui hace muchos años y me pareció estar dentro de un cuento de hadas. Deseando volver. Gracias a tí por tu fidelidad y un fuerte abrazo.
Curioso artículo en esta época de «turismo rural » tan solicitado .
Supongo que después de la restauración lucirá en todo su esplendor. Será como un viaje en el tiempo. Un abrazo y siempre gracias por comentar.
Muy interesante, Barbara!! y las fotos preciosas!!!
Muchas gracias Manolo. Un fuerte abrazo.
Un lugar que puede reflejar la vida más cotidiana de las personas que refiere de la Corte, cuando los palacios más conocidos nos han puesto la idea distinta de los «cuentos de hadas» y/o de la sofisticación de otro ámbito. Cordiales saludos.
Era un lugar idílico por su belleza y por la ausencia del estricto protocolo que marcaba la vida de las reinas de Francia. Un saludo.
Muchas gracias Bárbara. Muy interesante y qué estupendas fotos!
Muchas gracias Fernando. Fue un capricho de la reina pero,sin duda, reflejaba el cambio de mentalidad que se estaba operando. Un fuerte abrazo.
En año 81 estuve y si sorprendente , cuando menos , ni sabía de su existencia, y a pocas personas oí comentarlo, recorrerlo auténtico disfrute, ensoñacion e imaginación , a raudales..
Excelente información
Qué maravilla…fuera de la historia contada…
Hermoso.