Infidelidades Reales


          Hasta hace unas décadas el matrimonio era para toda la vida en España, la posibilidad del divorcio normalmente no se contemplaba. Si existía la separación de “lecho y techo” como reza la Cuarta Partida de Alfonso X el Sabio (siglo XIII), la cual no suponía una anulación del vínculo. Para la Iglesia Católica el matrimonio es un sacramento indisoluble que conlleva una serie de responsabilidades y obligaciones por parte de los contrayentes. Durante el Antiguo Régimen la institución matrimonial seguía unos preceptos diferentes a los actuales, los esponsales se programaban en base a una serie de intereses económicos y sociales. Cuanto más alto fuera el estatus social de una persona, más importante era concertar una boda acorde a sus expectativas. El nacimiento de hijos ilegítimos estaba a la orden del día y afectaba a toda la escala social. El hecho de que los reyes tuvieran bastardos era completamente normal. A Fernando el Católico se le conocen cuatro, y sabemos por las crónicas los ataques de celos que sufría doña Isabel. Por su parte, su nieto Carlos V tuvo cinco hijos bastardos, pero con el matiz de que sus nacimientos fueron antes de contraer matrimonio y después de enviudar. Los más conocidos fueron Margarita de Parma nacida en 1522 y don Juan de Austria en 1545.

Antonio Moro. Margarita de Parma. 1562. Gemäldegalerie. Berlín. La hija mayor del emperador fue nombrada Gobernadora en los Países Bajos en 1559. Contrajo matrimonio con el duque de Parma y fue madre del famoso Alejandro Farnesio.
Antonio Moro. Margarita de Parma. 1562. Gemäldegalerie. Berlín. La hija mayor del emperador fue nombrada Gobernadora en los Países Bajos en 1559. Contrajo matrimonio con el duque de Parma y fue madre de Alejandro Farnesio.

          Generalmente   los matrimonios  eran concertados por los padres, de tal manera que la opinión de los futuros novios no parecía ser muy tenida en cuenta. Estas situaciones provocaban una enorme infidelidad conyugal sobre todo por parte de los hombres. El francés Antonio de Brunel que visitó España en 1655  relata: “Cuando se habla de los grandes gastos de los españoles y se desea saber cómo se arruinan, no habiendo entre ellos ni mucha pompa ni mucho lujo, ni teniendo costumbre de ir a las armadas, sobre todo los que han vivido en Madrid me aseguran que son las mujeres las que destruyen la mayor parte de las casas. No hay hombre alguno que no tenga su dama y que no trate con alguna cortesana…Y como nos las hay en toda Europa más vivas ni más descaradas, y que entienden más bien aquel maldito oficio, cuando llega a caer alguno en su red, lo despluman bellísimamente…En ninguna otra ciudad de Europa se encuentran más a todas horas”. Por tanto parece que era costumbre de los hombres tener una manceba, ya fueran solteros o casados. Parece que esta forma de vivir era algo común en la sociedad española del siglo XVII, del mismo rey para abajo.

Alonso Sánchez Coello. Don Juan de Austria. 1559-1560. The Art Institute. Chicago. U.S.A. El legendario vencedor en la batalla de Lepanto era hijo de Carlos V y Bárbara Blomberg. Nacido en Ratisbona fue educado en España según ordenes de su padre por doña Magdalena de Ulloa.
Alonso Sánchez Coello. Don Juan de Austria. 1559-1560. The Art Institute. Chicago. U.S.A. El legendario vencedor en la batalla de Lepanto era hijo de Carlos V y Bárbara Blomberg. Nacido en Ratisbona fue educado en España según ordenes de su padre por doña Magdalena de Ulloa.

          Felipe IV (1605-1665) representa un ejemplo paradigmático en este sentido, a lo largo de su vida tuvo un sinfín de amantes que le dieron hasta treinta hijos bastardos. El más conocido fue don Juan José de Austria (1629-1679) fruto de su relación con la actriz María Inés Calderón apodada “la Calderona”. Ese mismo año de 1629, pero unos meses más tarde nacería el príncipe Baltasar Carlos, es decir, que  reina y amante estuvieron embarazadas a la vez. El niño, que fue reconocido por el monarca en 1642, tuvo un considerable peso político ocupando diversos cargos de responsabilidad. Su madre era una jovencísima actriz de teatro que trabajaba en el Corral del Conde y de  la que el rey quedó prendado. María Inés se vio obligada a abandonar su carrera, siendo desposeída de su hijo y obligada a ingresar en 1642 en el monasterio benedictino de San Juan Bautista en la localidad de Valfermoso de las Monjas, en la provincia de Guadalajara. Un destino nada envidiable, pero así funcionaban las cosas por aquellos tiempos.

Anómimo. Supuesto retrato de María Inés Calderón. “La Calderona”. Monasterio de las Descalzas Reales. Madrid.
Anómimo. La Alegoría de la Vanidad o El supuesto retrato de La Calderona. Monasterio de las Descalzas Reales. Madrid.

          Nada mejor que la opinión de un conocedor de la figura de Felipe IV para retratar su perfil de mujeriego. Recogemos las palabras de José Deleito y Piñuela en su sobre El rey se divierte: “Tuvo en verdad, Felipe IV instintos de polígamo sultán, a los cuales dio rienda suelta en su juventud, y que, aún en su madurez, cuando, preocupado por temores religiosos, quería ponerles freno, podían más que su voluntad y le arrastraban a la disipación a pesar suyo. Toda clase de mujeres eran buenas para su erótico deporte: doncellas, casadas, viudas, altas damas, sirvientas de palacio, burguesas, actrices, menestralas y hasta tusonas y cantoneras, como entonces se decía a las que hacían tráfico profesional de su cuerpo”. El viajero Brunel, citado anteriormente, afirmaba por su parte: “El desarreglo de este príncipe duró mucho tiempo, y fue tal, que le hacía caer sobre la meretriz más tirada que sobre la más reservada dama”.

José Ribera. Juan Jose de Austria. 1648. Museo del Prado. Madrid.
José de Ribera. Juan Jose de Austria. 1648. Museo Nacional del Prado. Madrid.

          Madame de Aulnoy, dama francesa que visitó España en 1679, también recoge en sus escritos la costumbre de los españoles de tener una querida. En cualquier caso, afirma que las separaciones matrimoniales eran muy poco frecuentes a diferencia de Francia. Las obras de teatro de la época están plagadas de referencias a los adulterios, tanto por parte de los hombres como de las mujeres. La honra era considerada la virtud máxima y su depositaria era la mujer. Esta debía llegar virgen al matrimonio, es decir, ser doncella y su comportamiento al frente del hogar un modelo de virtudes. Estas costumbres no son tan lejanas, sino que han llegado hasta el siglo XX. En España el divorcio no estuvo reconocido hasta la constitución de 1931, cuya ley fue aprobada en 1932 durante la Segunda República, siendo derogada en 1939  y restablecida en 1981. Durante siglos las bodas se han regido por una serie de principios que han sido superados, aunque no parece que con éxito ya que las cifras de los matrimonios separados, anulados o divorciados anualmente en España sobrepasa las 100.000 parejas.