La “moustache cup”


Hermanos Ringling.
 

       Las modas estrafalarias no solamente han afectado a la mujer a lo largo de la historia, también los hombres han seguido algunas tendencias ciertamente complejas. Hoy nos vamos a hacer eco de los grandes mostachos que estuvieron a la última en el siglo XIX. Si observamos fotografías o retratos de la época, comprobamos que los caballeros desplegaron unos bigotes más que considerables. Este curioso uso social afectaba a sus portadores a la hora de beber, convirtiéndose, en ocasiones, en algo dificultoso. En el caso de las bebidas calientes como el té, el asunto se complicaba especialmente porque su calor podía derretir la cera (utilizada para dar forma ascendente a los bigotes). De hecho, los extremos de los mismos podían perder su prestancia y caer tristemente sobre las mejillas.

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          Ante tal problema se ideó una curiosa taza que se bautizó con el nombre de “moustache cup”. Casi con toda seguridad, este invento fue creación del alfarero británico Harvey Adams en la década de 1870, alcanzando tal éxito que en 15 años consiguió retirarse. El artilugio consistía en  un estante secreto, colocado en el interior de la taza en forma de mariposa, con un agujero que permitía el paso del líquido. Del Reino Unido pasaron al resto de Europa y Estados Unidos, comercializándose en los grandes almacenes de la época desde Sears hasta Marshall Field’s, más adelante Macy’s.

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          Las tazas tenían diferentes formas y tamaños, las  llamadas “de granjero” eran más grandes y  tenían capacidad para una pinta de té. Las “moustache cups” formaron parte de los servicios de té durante más de 50 años, fabricándose en los más diversos materiales, desde la porcelana a la plata. La mayoría se vendía con el platillo a juego.

          La extravagante moda de los grandes bigotes masculinos parece que surgió dentro  del ejército británico, con base en la India. Algunos militares repararon en los vigorosos bigotes de muchos locales y se apresuraron a emularlos. Las historias difieren: algunos afirman que los militares ingleses simplemente quisieron copiar estos bigotes ya que eran considerados símbolo de masculinidad. Cualquiera que fuese la explicación, de 1860 a 1916, el Mando 1695 de las Regulaciones y Órdenes del Rey para el Ejército fue claro: “El cabello de la cabeza se mantendrá corto. Se afeitarán la barbilla y el labio inferior, pero no el labio superior. » Los bigotes se convirtieron rápidamente en la norma del  ejército británico y, con el tiempo, esta sorprendente moda se propagó.

General Sir Nevil Macready. Hacia. 1915.

          La Guardia Civil no quedó al margen de estas consideraciones estéticas íntimamente unidas al aspecto uniforme de sus componentes, y ya el Duque de Ahumada dictó una serie de pautas sobre el particular. En la circular de 28 de noviembre de 1844 se lee:

         “que se observe en todo la mayor uniformidad, cuidará VS. escrupulosamente que, tanto los señores jefes y oficiales como las clases de tropa que tiene a sus órdenes, usen el bigote en todo el largo del labio, sin permitir ninguna clase de perilla ni patilla y que el pelo se lleve siempre cortado a cepillo.” Poco tiempo después se promulga por el Ministerio de la Guerra una Real Orden en fecha 14 de agosto de 1845, con objeto de que la tropa use bigote, mientras  los jefes y oficiales puedan llevar, además, una perilla y patilla con algunas limitaciones: “perilla corta, entendiéndose, bajo este nombre, el vello que nace en el centro del labio inferior, pudiendo los mismos jefes y oficiales usar patillas, pero moderadas, rectas y sin unirlas al bigote ni perilla.”

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          Mantener el mostacho en perfecto estado no era tarea sencilla. Cecil B. Hartley, en el Libro de etiqueta y manual de cortesía para caballeros (1860), advirtió que los bigotes deben mantenerse “dentro de los límites” y “nunca rizarse, ni estirarse en una longitud absurda. Peor aún es cortarlos con las tijeras. El bigote debe estar limpio y no ser demasiado grande.” El mismo Guy de Maupassant escribió: “Un hombre sin bigote ya no es un hombre», y advirtió que sus besos «no tienen sabor, ¡ninguno en absoluto!”

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          La edad de oro de los prominentes bigotes llegó a su fin durante la Primera Guerra Mundial. Terminó como había comenzado, es decir, en el seno del ejército británico. La estipulación anterior fue eliminada, mientras que los militares trataban de mantener un buen aseo en las trincheras. Más importante aún, una cara con pelo hacía casi imposible tener un aspecto decente dentro de la máscara de gas. La “moustache cup” cayó en desgracia y posteriormente desapareció. En la actualidad, estos testigos silenciosos de la influencia de las modas se conservan principalmente en museos y colecciones privadas.

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