Vestirse en la Edad Media


          “A la hora de vestirse, las personas de la Edad Media no operaban bajo las mismas coordenadas que nosotros. Para ellos el vestido también era moda, por supuesto, una forma de gustar (salvo los que tenían prohibido gustar), y por eso los modelos evolucionaron y las ropas se teñían de vivos colores y aparecieron adornos y otros desarrollos en el vestir. Pero era ante todo su forma de enfrentarse al clima, porque estaban al aire libre muchas más horas que nosotros, y sus interiores no tenían climatización artificial. Además, la vestimenta formaba parte de su sorprendente sistema de higiene personal, mediante un uso de las capas distinto al que empleamos en la actualidad.

Hermanos Limburgo. Las Ricas Horas del duque de Berry. 1411-1416. Museo Condé. Castillo de Chantilly.
Hermanos Limburgo. Las Ricas Horas del duque de Berry. 1411-1416. Museo Condé. Castillo de Chantilly.

          La vestimenta actual, en Occidente, consiste en tres capas: una de ropa interior, otra exterior que es la que enseñamos al mundo y una tercera de protección, de quita y pon, que son las chaquetas y demás complementos para el frío o la lluvia. Estas tres capas ya las encontramos en la vestimenta medieval, solo que con formas y funciones muy distintas. La Antigüedad tardía fue una época de muchos cambios también en el vestir: el conjunto básico de túnica interior y toga envolvente fue reemplazándose por los cada vez más comunes bracae (término que en principio designaba los pantalones germanos, muy denostados en Roma, pero que al final se aplicó a cualquier prenda tubular ceñida a las piernas en parte o en su totalidad), y la camisa.

Sarcófago de la Batalla de Ludovisi. 250-260 s.C. Museo Nacional Romano del Palacio Altemps.
Sarcófago de Ludovisi. 250-260 d.C. Museo Nacional Romano del Palacio Altemps. Roma.
Sarcófago de la Batalla de Ludovisi. 250-260 s.C. Museo Nacional Romano del Palacio Altemps.
Sarcófago  Ludovisi (Detalle). 250-260 d.C. Museo Nacional Romano del Palacio Altemps. Roma. En este detalle podemos observar al guerrero de espaldas llevando unos «bracae», término primero utilizado por el Celtas y entonces extendido a las demás tribus de los bárbaros

          La camisa sería una de las prendas más importantes del Medievo: era la ropa interior estándar, una evolución directa de la túnica interior romana. El primer testimonio de la camisia lo encontramos en la carta 64 de Jerónimo de Estridón, en la que habla de la indumentaria de los sacerdotes. Volverían a hablar de ella Isidoro de Sevilla y Pablo Diácono. Durante el primer milenio se fue consolidando como la prenda básica, y en el siglo X su uso estaba ya generalizado. Es la pieza que aparece en mayor número en todos los inventarios, siempre con un mínimo de dos. Se trataba de una prenda ligera, confeccionada en seda, algodón, lino y cañamazo o lino basto, a veces mezclado con lana. Las camisas de estopa las usaba principalmente la gente humilde cuando realizaba trabajos físicos o se encontraba en su hogar.

Petrus Christus. Un orfebre en su tienda. 1449. Metropolitan Museum. Nueva York.
Petrus Christus. Un orfebre en su tienda. 1449. Metropolitan Museum. Nueva York.

          Al tratarse de una prenda íntima, no se podía mostrar en público, aunque al menos desde el siglo XIII encontramos documentado que, en la intimidad del hogar, las mujeres empezaban a mostrar parte de ella cuando venían visitas o amigos, y ya en el siglo XV hombres y mujeres empezaron a mostrar a menudo tanto las mangas como los cabezones, es decir, la parte superior del escote, que podía ir decorado con todo tipo de guarniciones y hermosos colores, tal como vemos en el inventario de bienes de Beatriz Galindo. Pero su función corporal era ser el tejido que estaba en contacto directo con el cuerpo. Las camisas podían ser más largas o más cortas, llegando a cubrir la baja espalda, el trasero, los muslos o incluso más, dependiendo también del sexo, siendo más largas las de las mujeres.

Heermanos Limburgo. Las Ricas Horas del duque de Berry. 1412-1416. Museo Condé. Castillo de Chantilly
Hermanos Limburgo. Las Ricas Horas del duque de Berry. 1412-1416. Museo Condé. Castillo de Chantilly

          En el caso masculino, la palabra romana bracae acabó denominando otra prenda distinta de los pantalones o las calzas: las bragas, que, hasta el siglo XVII, fueron una prenda que en general solo llevaban los hombres. Luego, para el tren inferior, se utilizaron unas bandas de lana o de piel llamadas pedules, que podían cubrir todo el pie, media pierna o la pierna entera, y hacia el siglo XII empezamos a documentar las calzas o medias calzas (aunque ya aparecen en la iconografía hacia el siglo X), que de nuevo podían cubrir parte o la totalidad de las piernas, tanto de hombres como de mujeres.

Biblia de Maciejowski. Hacia 1250. Biblioteca y Museo Morgan. Nueva York.
Biblia de Maciejowski. Hacia 1250. Biblioteca y Museo Morgan. Nueva York. Podemos observar una  escena de trabajo con detalle de ropa interior.

          La gran diferencia entre el pasado medieval y el presente es que nuestra ropa interior tiende al mínimo: sujeción de lo colgante y cubrimiento de lo íntimo. Sujetadores, calzoncillos, bragas, tangas. Algunos hombres y mujeres se ponen camisetas interiores de tirantes, principalmente en invierno, pero poco más. Esto hace que la mayor parte de nuestra piel esté en contacto directo con la segunda capa de ropa, la capa exterior, la que ve todo el mundo, la que para nosotros es la camisa, o una blusa, un polo o una camiseta. Sobre todo en verano, cuando sudamos más.

Camisa de Dña.Teresa Gil.1307. Monasterio de Sacti Spiritus el Real de Toro. Zamora.
Camisa de Dña.Teresa Gil.1307. Monasterio de Sacti Spiritus el Real de Toro. Zamora.

          La camisa medieval, en cambio, funcionaba como una barrera entre la piel y el vestido de cuerpo; jubones, sayas, túnicas y cualquier tipo de traje o vestido con el que mostrarse en púbico, estaban separados del cuerpo. El sudor lo absorbía la camisa, que evitaba que traspasase a la ropa «buena». Y la rigidez o incomodidad de las prendas exteriores la suavizaba la camisa protegiendo la piel, en el caso del lino de buena calidad. En lo que a la gente humilde respecta, que usaba cañamazo o lino basto, hacía falta un uso continuado de la prenda para suavizar las fibras. En ambos casos, el roce diario con tejidos en su mayor parte vegetales ejercía una acción exfoliante sobre la piel, por lo que podemos decir que la gente del Medievo no solo lavaba la ropa (como enseguida se verá), sino que se lavaba con la ropa. Al final del día, quitarse la camisa y lavarse por partes era el equivalente de nuestra ducha rápida; como buena parte del exceso de suciedad se había quedado en el tejido, el lavado por partes era suficiente para eliminar el resto. Las personas sucias del Medievo no eran tanto las que no se lavaban con agua como las que no se cambiaban a menudo la camisa”.

Javier Traité y Consuelo Sanz de Bremond. El olor de la Edad Media. Salud e higiene en la Europa medieval. Ático de los libros. Barcelona 2023. pp. 655-658.

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