
El concepto de belleza física varía según el momento histórico, un recorrido a través de los siglos nos hace comprobar que cada época ha tenido sus predilecciones. En España hasta principios del siglo XVIII la moda femenina se había caracterizado por cierta rigidez. Las formas del cuerpo se hallaban ocultas por una ropa que las disfrazaba y comprimía, los trajes eran pesados y cerrados, quedando solo al descubierto el rostro y las manos. Francia fue la responsable de la transformación que se produjo en la manera de vestir de toda Europa. La indumentaria femenina pasó de la solemnidad a la coquetería, la piel comenzó a mostrarse, quedando el escote y los antebrazos al descubierto, para escándalo de los más puritanos. El cambio estuvo protagonizado curiosamente por una pequeña pieza de ropa interior cuyo nombre hoy día tiene otro significado: la cotilla. Esta prenda, que potenciaba las curvas de la silueta, era un torso sin mangas y con ballenas que iba desde el pecho hasta la cintura.

La ropa interior era una partida básica en los ajuares y constaba básicamente de dos piezas: la camisa que llegaba hasta las rodillas y las enaguas que iban desde la cintura a los tobillos. Sobre la primera se colocaba la cotilla, que elevaba el pecho por medio de las ballenas, ajustaba el talle y estrechaba la cintura, atándose con unos cordones generalmente en la espalda, por lo que difícilmente una dama podía vestirse sola.

La cotilla solo podía ser utilizada por mujeres que no realizaran trabajo físico, ya que impedía el libre movimiento. La rigidez de algunos modelos dan prueba de ello, y aunque se consideraban piezas de ropa interior para no ser vistas, sorprende su delicadeza, decoraciones y delicada factura. Las camisas y enaguas estaban fabricadas con linos más o menos finos, desde los más bastos a los más delicados importados de Holanda o Francia. Las camisas podían tener o no mangas y estar guarnecidas de encajes en cuellos y puños. Para cubrir las piernas se usaban medias de lana, hilo o seda, sujetas con ligas colocadas encima de las rodillas. En caso de querer abrigar las piernas, se usaban calcetines bajo las medias y para los pies escarpines, que eran fundas sobre las que se calzaban los zapatos. Hasta aquí, se ha expuesto únicamente lo que se hallaba bajo el vestido y no se veía al exterior, por lo que se deduce que el arreglo de una señora era un proceso que requería su tiempo.

La camisa tenía además el cometido de recoger la suciedad corporal. La noción de la higiene era cuanto menos deficiente, las partes del cuerpo a la vista sí se lavaban; pero el baño por inmersión no era costumbre ya que se tenía por cierto que el agua caliente al abrir los poros de la piel, dejaba a la persona expuesta al contagio de enfermedades. La camisa se consideraba una “segunda piel” y sí se lavaba. Existen documentos en Sevilla que recomendaban mudarla al menos una vez a la semana. Esta prenda debía estar limpia e inmaculada, ya que era señal inequívoca del aseo de la persona. La gente adinerada usaba polvos y perfumes para evitar el mal olor corporal, todavía faltaba tiempo para que se conocieran las bondades del agua y el jabón que en la actualidad disfrutamos.


Me parece interesantisimo y muy ameno tu comentario Bárbara. Lo de la cotilla no lo sabía, yo creí que se llamaba corpiño.
En cuanto a la higiene en efecto era así.
Mi abuela me contaba que cuando ella era pequeña ( nació en 1898), las señoras no salían apenas a la calle, estas estaban llenas de suciedad y muchas sin asfaltar. Por lo que no era costumbre más que para asistir a misa a diario, a algunas fiestas o visitas y siempre o casi siempre en coche de caballos.
Como las telas de los vestidos no se podían lavar y el tinte no debía de existir, a los bajos de las faldas se les cosía una tira de fieltro, esta se descosía con cierta frecuencia y se tiraba, de manera que esa tira de fieltro arrastraba el polvo del suelo. Una falta de higiene total, pero no había otra cosa. En las axilas se les cosía muletón, para que no saliese el sudor, algo que ahora nos parece horrible de sucio.
En Edimburgo visité una casa museo Georgiana, la habitación de la señora no tenía ni aguamanil, lo que tu dices de que lavarse lo consideraban perjudicial para la salud lo
tomaban a rajatabla. El servicio le llevaba a su dormitorio una palancana para lavarse la cara y las manos.
A Alfonso XII rey de España, su preceptor le hizo unos versos para indicarle como debía de comportarse en su vida.
Una estrofa dice:
» Niño lavate los pies, una o dos veces al mes».
Si eso era lo que tenía que hacer el rey, ¡¡¡ que no harían los demás !!!.
Me encanta que escribas sobre moda, ya que sabes un montón y además a mi me gusta saber todo lo que tiene que ver con historia.
Hola Concha,
Soy un amigo de Bárbara que hace las labores de «community manager» para ella en estos asuntos de Internet. Ella ahora no puede ocuparse personalmente de responder pero me comunica que agradece mucho los comentarios que has dejado a su post. Son muy interesantes y didácticos.
Un saludo
Genial que haya alguien que nos explique todos ese proceso de vestirse de antes, una de las escenas más estéticas a mi parecer del Cyrano de Depardieu, es precisamente la que muestra el proceso del vestido de la prota, creo que usa no cotilla, no ?
Barbara quieres que te mande la foto del otro dia de las perlas para que la publiques en tu blog? creo que seria interesante para comparar la ropa interior actual con la antigua.
Pues tal vez sería interesante!!! La ropa interior de la mujer actual es algo bastante moderno aunque parezca mentira.
Besos.
me.han.encantado.además las.fotos!!!! Que.preciosidad!!!
Mil gracias. Voy a hacer otro artículo sobre el mismo tema y pondré mas fotos. En algunos museos se conservan piezas espectaculares.
Un abrazo.
Que artículo tan genial! Y ahora, en América, nos bañamos todos los días y aveces tomamos hasta dos duchas al día y utilizamos desodorantes, cremas y perfumes, esto a los ojos del siglo XVIII parecería paranoico.
En cuanto al corpiño, el tontillo y las calderillas mencionados en otro de tus excelentes artículos, debo admitir que eran una cruel tortura, sin embargo hoy por hoy, muchas mujeres utilizan fajas y cinturillas o fajas de cuerpo entero, confeccionadas en latex o en polímeros de alta compresión y todo para los mismos efectos. Oh vanidad de vanidades
Gracias Barbara, lo disfruté mucho.
Muchas gracias. Desde nuestra óptica actual impresiona la complejidad de algunos atuendos, aunque fueran privativos de la clase alta. Hoy en día también la moda crea y potencia volúmenes por medio de otros métodos. Cada época tiene su concepto de belleza femenina. Un saludo.