Santo Domingo de la Calzada es una ciudad riojana fundada en el siglo XI por Domingo García  (1019-1109), un eremita que dedicó gran parte de su vida ayudar a los peregrinos a salvar todo tipo de dificultades en su viaje hacia Santiago de Compostela. Construyó un puente de madera sobre el río Oja, un hospital, una calzada entre Nájera y Redecilla del Camino y una iglesia. Según cuenta la tradición, fue el mismo Domingo quien decidió que su enterramiento estuviera en la calzada que el mismo trazó en un lugar próximo a la iglesia. Del primitivo templo no quedan vestigios, pero se considera que la catedral alberga su enterramiento en el transepto sur.

          La catedral de Santo Domingo de la Calzada es famosa porque alberga un gallinero construido a mediados del siglo XV con un gallo y una gallina vivos en conmemoración del milagro del peregrino alemán que fue injustamente condenado a muerte. Diversos documentos atestiguan la presencia de dichas aves en el templo desde 1350. La cofradía de Santo Domingo es la encargada de sustituir el gallo y la gallina cada mes por otra pareja. Aunque nos parezca increíble, antes de la construcción del gallinero los animales vivían en la misma nave de la catedral metidos dentro de una cerca; incluso los peregrinos les echaban comida. En el siglo XV se decidió realizar un recinto adecuado, siendo  construido un gallinero en 1460 en piedra policromada. El milagro de la intercesión de Santo Domingo, que es uno de los más célebres del Camino de Santiago,
dice así:

          “Entre los muchos peregrinos compostelanos que hacen alto en esta ciudad para venerar las reliquias de Santo Domingo de la Calzada, llegó un matrimonio con su hijo de dieciocho años, llamado Hugonell, procedente de Xanten (Alemania). La chica del mesón donde se hospedaban se enamoró del joven y ante la indiferencia del muchacho decidió vengarse. Metió una copa de plata en su equipaje y cuando los peregrinos siguieron su camino, la muchacha denunció el robo al corregidor. Las leyes castigaban con pena de muerte el delito de hurto por lo que, una vez prendido y juzgado, el inocente peregrino fue ahorcado. Cuando los padres fueron a ver a su hijo ahorcado, se asombraron al oír su voz anunciándoles que Santo Domingo de la Calzada le había conservado la vida. Fueron inmediatamente a casa del corregidor de la ciudad y le contaron el prodigio. Este, incrédulo, les contestó que “su hijo estaba tan vivo como el gallo y la gallina asados que él se disponía a comer”. Al instante, el gallo y la gallina saltaron del plato y se pusieron a cantar. Desde entonces se dice “Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada”.