
Hasta el próximo 29 de enero, el Museo de Bellas Artes de Sevilla alberga la exposición Los objetos hablan. La muestra está compuesta exclusivamente por obras pertenecientes al Museo del Prado, a través de las cuales, el visitante podrá realizar un interesante viaje en el tiempo que tiene como denominador común reparar en los objetos que aparecen en las pinturas, y por extensión en piezas de indumentaria, mobiliario o plata. Los objetos hablan es fruto del convenio que mantiene el Museo del Prado y la Obra Social “La Caixa” y nos presenta una cuidada selección de cincuenta pinturas y diez piezas de artes decorativas.

El enfoque de la exposición pretende resaltar la importancia de los utensilios, joyas, armas, menaje, flores o adornos, que aunque en ocasiones, no sean los protagonistas absolutos de las obras, juegan un papel crucial en su significado. Artistas españoles y extranjeros se hallan presentes en un recorrido que no está concebido en orden cronológico, sino según los distintos apartados en los que se halla dividida la muestra. En palabras de Fernando Pérez Suescun, comisario de la muestra: “En la exposición jugamos con el tiempo y con el espacio, algo que no se hace en un museo tradicional. Aquí vamos saltando de un siglo a otro”. Los cuatro secciones que la forman son: La clave está en el objeto, Los objetos nos retratan, Un mensaje escondido y El coleccionismo.

Los objetos poseen un importante papel en sí mismos, desde algunos “símbolos parlantes” de santos o dioses, hasta la representación de alhajas como medio de ostentar el poder económico y político. Particularmente interesantes nos resultan los retratos de Felipe II, su hija Isabel Clara Eugenia y su nieta Margarita Francisca. . Frente a la sencillez y rotundidad con la que se nos muestra el “rey prudente”, completamente vestido de negro con el único adorno del toisón colgado de una cuerda y un rosario en la mano izquierda, vemos a la infanta Isabel Clara Eugenia con un atuendo riquísimo sobre verdugado (ahuecador de faldas) en el que las joyas forman parte del vestido. La infanta porta en su mano derecha un camafeo con el retrato de su padre ya anciano; mientras que la izquierda, apoyada en una silla, está elegantemente enguantada.

La infantita Margarita Francisca aparece enfundada en un traje de mangas perdidas con un precioso delantal guarnecido de encajes al igual que el cuello. De su cintura penden una serie de abalorios que se solían desplegar en la cintura de los niños como la campanilla, la higa de azabache (adorno en forma de puño cerrado que se creía beneficioso para ahuyentar a los malos espíritus, al igual que el coral), y la poma de olor. Debido a la alta mortalidad infantil, era una práctica común colgar a los niños distintas piezas con supuestas cualidades beneficiosas para su salud. En su pecho, vemos una cruz sobre un lacito azul, mismo color que la cinta que lleva en la cabeza. Por desgracia, todos estos métodos supuestamente profilácticos no ayudaron a la niña que falleció en 1617. El pertenecer a la Familia Real con sus enormes beneficios de todo tipo, no fue un obstáculo para que los infantes sufrieran el embate de todo tipo de enfermedades al igual que el común de los mortales; de hecho Felipe II, III y IV enterraron a muchos de sus hijos.

Continuará…