“Ese hermoso cuadro, pintado después de 1635, es uno de los más famosos de Rubens y formó parte de su colección hasta el momento de su muerte. Fue adquirido en la testamentaría del pintor para Felipe IV y, en 1666 ya fue inventariado en el Alcázar de Madrid, en las llamadas Bóvedas de Tiziano, junto a los desnudos que este gran maestro realizó para Felipe II.

En 1734 estaba en la Armería y, considerada como la pintura más escandalosa de la Colección Real, estuvo a punto de ser destruida por orden de Carlos III. Su destino final fue ser confinada en las «salas reservadas» a las pinturas de desnudo, en la llamada Casa de Rebeque, a la que ya hemos referido, con frecuencia, en páginas anteriores. En 1796 pasó al «lazareto de los desnudos» de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y en 1827 ingresó en el Museo del Prado, donde no fue exhibido hasta 1838, cuando levantó la incomunicación que pesaba sobre los desnudos de la Colección Real.

Muy celebrado ya en su tiempo, se cree que este cuadro fue pintado hacia 1635 y que las figuras femeninas fueron obra directa de Rubens, aunque es muy posible que, para los fondos y otros detalles, contase con la ayuda de sus colaboradores, como solía hacer en la mayoría de los casos. Se ha llegado a pensar, incluso, que la guirnalda podría haber sido pintada por Brueghel, hipótesis que de ser admitida obligaría a adelantar la fecha de su realización

Conocedor del mundo de la antigüedad clásica, su inspiración hubo de basarse en las múltiples versiones que pudo conocer sobre este tema. De entre ellas cabe destacar el grupo helenístico de la catedral de Siena, que tal vez admiró en su viaje por Italia, y la estampa, muy reconocida y difundida en su época, del grabador Marco Antonio Raimondi (1475-1534) en la que las Tres Gracias aparecen representadas según los elegantes cánones del manierismo.

Rubens hizo de este tema clásico una versión personal ofreciendo la exuberante rotundidad de tres opulentos y luminosos desnudos femeninos, llenos de una majestuosa sensualidad. Siguiendo el modelo habitual aparecen entrelazadas entre sí, una de espaldas y las dos de perfil, mirando dos de ellas hacia la derecha, y la tercera, la que se supone que es el retrato de su esposa, Elena Fourment, hacia la izquierda. La figura de la derecha, según Eugenio D´Ors, representaría a su primera mujer, Isabel Brandt, lo que no parece muy verosímil.

El espacio que las rodea es un hermoso paisaje con una línea de horizonte baja, recurso estilístico con el que se logra realzar el protagonismo de las tres figuras femeninas, las Tres Gracias, que ocupan un primerísimo plano. Están enmarcadas, a su izquierda, por una bella fuente de jardín y, a su derecha, por un árbol. Al fondo, en lontananza, se distinguen las figuras de tres corzos. Existen dos dibujos preparatorios para este magnífico cuadro; uno se encuentra en el Museo Nacional de Varsovia y el otro en el Courtauld Institute de Londres.
En la Mitología griega, las Gracias, o Cárites, pasaban por ser divinidades representativas de la belleza y, tal vez, en su origen, potencias de la vegetación. Habitaban en el Olimpo y eran las encargadas de alegrar la vida y los banquetes de los dioses junto con las Musas, con las cuales, presididas por Apolo, formaban, a veces, coros. Hijas de Zeus (Júpiter) y Eurínome, hija, a su vez, de Océano, se llamaban Eufrósine, Talía y Áglae. Se las atribuía toda clase de influencias sobre los trabajos del espíritu y de las obras de arte, razón por la cual solían aparecer en los cortejos de Apolo, Atenea, Afrodita, Eros y Dionisio”.
Pilar González Serrano. Mitología e iconografía en la pintura del Museo del Prado. Madrid, Ediciones Evohé, 2009. pp. 251-253.
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