¿La moda es ligera?


          “Desde hace siglos, la moda se presenta como la quintaesencia, el símbolo mismo de la superficialidad, la inutilidad, la ligereza. Calificada durante mucho tiempo de «diosa caprichosa», la moda es la manifestación social más emblemática del espíritu y la estética frívolos.

          Los lazos que unen ligereza y moda son particularmente estrechos. Primero en razón de su versatilidad, de su inconstancia y su fugacidad. Segundo porque se afirma bajo el signo de un ideal estético de elegancia, de gracia y refinamiento. Y por último porque su dominio es el de los cambios insignificantes, las bagatelas, los perendengues, los arrequives y otros perifollos. Aspectos que hacen de la moda una de las grandes expresiones de la ligereza estética.

Rafael Sanzio. Retrato de Magdalena Doni. 1505-1506. Galería de los Uffizi. Florencia.
Rafael Sanzio. Retrato de Magdalena Doni. 1505-1506. Galería de los Uffizi. Florencia.

          Aunque la ligereza es una cualidad admirada en el arte, en el caso de la moda, en cambio, suele ir acompañada de ofensas y sarcasmos. Éstos, desde hace muchos años, se dirigen principalmente, si no en exclusiva, a las mujeres acusadas de vanidosas, de superficiales, de no soñar más que con «trapitos», con «tonterías» carentes de importancia y profundidad. En la actualidad, estas críticas machistas a la futilidad femenina se han atenuado mucho. Y desde hace muy poco tiempo la propia moda ha adquirido una respetabilidad nueva, entrando en los mayores museos. Estamos en la época en que la ligereza frívola de la moda ha dejado de ser despreciada y considerada una esfera estética inferior.

Tiziano Vecellio. Felipe II. 1554. Galería Palatina. Palacio Pitti. Florencia.
Tiziano Vecellio. Felipe II. 1554. Galería Palatina. Palacio Pitti. Florencia.

          Por importantes que sean, estos cambios no ocultan el hilo conductor que vincule el universo de la moda hipermoderna con el pasado. En particular el que se establece a propósito de la relación de los géneros con la apariencia. Así, el interés por la moda tiende a ser más femenino que masculino. Del mismo modo, se manifiesta una marcada asimetría entre los géneros en lo relativo a la valoración de la ligereza en la estética del cuidado personal. En este sentido, la civilización de lo ligero ha subvertido menos los códigos modernos de la moda de lo que ha prolongado y complicado de la dinámica desatada en el siglo XIX. A pesar de toda su pujanza, la revolución de lo ligero no ha conseguido construir la igualdad de los géneros en cuestión de ligereza de las apariencias.

DE LA LIGEREZA ARISTOCRÁTICA A LA LIGEREZA MODERNA

          La esfera del vestir no siempre se ha identificado con la ligereza frívola. Durante la mayor parte de la historia humana, la indumentaria y la apariencia han sido poco partidarias de las variaciones rápidas, de las excentricidades y las demandas de fantasía estética. No hay duda de que ha habido cambios de estilo, pero han sido poco frecuentes: por doquier han impuesto su ley el inmovilismo y la repetición de los modelos del pasado.

Agnolo Bronzino. Mujer de verde. 1530-1532. Colección Real. Windsor.
Agnolo Bronzino. Mujer de verde. 1530-1532. Colección Real. Windsor.

          Aunque el gusto por la ornamentación y ciertas manifestaciones de coquetería han estado innegablemente presentes en estas sociedades, el criterio indumentario ha dependido estructuralmente del orden de la costumbre o de la tradición que excluye el culto a la novedad, la inconstancia y la teatralidad exuberante de la moda.

Diversión, conformismo en individualismo

          Esta organización tradicional que se mantiene durante milenios titubea a finales de la Edad Media. Con la revolución indumentaria del siglo XIV, que viene a ser el acta de nacimiento de la moda en Occidente, la vestimenta, la versatilidad y la frivolidad se vuelven inseparables en los círculos superiores de la sociedad. Desde entonces se aceleran los cambios y se vuelven sistemáticos, se expresan en modas cargadas de fantasía y teatralidad, de una extravagancia sin precedentes: zapatos puntiagudos à la poulaine, que podían medir hasta 70 centímetros, braguetas abultadas, perneras bicolores para los hombres; escotes, sombreros puntiagudos para mujeres de frente amplia. La ligereza de la moda remite a este vuelo de la fantasía estética, de la gratuidad ornamental, de la apariencia caprichosa: coincide con la estetización ostentativa de la apariencia y la teatralización del dimorfismo sexual. Ni fantasía pura ni revelación del cuerpo, la moda es una puesta en escena que erotiza el cuerpo femenino y exalta el poder masculino.

Par de zapatos poulaine. XV. Museo de Bellas Artes de Boston.
Par de zapatos à la poulaine.  Siglo XV. Museo de Bellas Artes. Boston.

          La frivolidad de la moda implica ruptura con el orden de la tradición, así como una nueva valoración social de la diferencia individual, que se manifiesta en la originalidad de la apariencia, los matices y las personalizaciones decorativas. El sistema de la moda, desde entonces, se caracteriza por conjugar mimetismo de clase y preocupación por la particularización individual. Como decía Simmel, la moda es ese fenómeno social que obliga a ser como los demás, a seguir la corriente y al mismo tiempo a diferenciarse, a destacar, a afirmar una singularidad. En la moda, el conformismo relativo a la estructura de conjunto de la indumentaria se combina con cierta libertad individual en la elección de pequeños detalles, motivos de adorno y otras variantes periféricas. La ligereza frívola, que acompaña estructuralmente al orden del parecer, es inseparable de un individualismo estético naciente, aunque circunscrito a los estrechos límites sociales.

Parmigianino. Pedro María Rossi, conde de San Segundo. 1535-38. Museo del Prado. Madrid.
Parmigianino. Pedro María Rossi, conde de San Segundo. 1535-38. Museo Nacional del Prado. Madrid.

          Con la revolución indumentaria del siglo XIV la ligereza se ve en el aspecto general de los sexos. La misma vestimenta tipo túnica, sin ceñir, que llevaban por igual hombres y mujeres es reemplazada por un estilo indumentario claramente diferenciado según el sexo: ropa corta y ajustada para los hombres, larga y algo separada del cuerpo para las mujeres. Esta revolución indumentaria se traduce en ambos casos con un alargamiento del aspecto. El de los hombres elegantes se aligera estrechando la cintura y estirando las perneras, que rematan en los zapatos estrechos, puntiagudos y desmesuradamente afilados. Los bonetes altos, las plumas que los adornan, los cuellos altos estiran la figura masculina hacia arriba, dando movimiento al conjunto. La indumentaria corta y ajustada sugiere a la vez gracilidad y ligereza.

Rogier van der Weyden. Retrato de dama. Hacia c1460, National Gallery. Washington.
Rogier van der Weyden. Retrato de dama. Hacia 1460. National Gallery. Washington.

          Los vestidos que se arrastran, los escotes, los hombros desnudos, las frentes depiladas, los tocados «con cuernos» también estiran la silueta femenina: en las miniaturas de la época vemos bustos estrechos, rectos y alargados, y los rostros son delgados y frágiles. La moda valora los cuerpos gráciles y de aspecto aéreo, que dan una impresión de delicadeza, de elegancia flexible. La revolución del vestido a finales de la Edad Media coincide con el alargamiento y aligeramiento de las figuras tanto masculinas como femeninas.

          Una ligereza que no es uniforme y viene acompañada por efectos contrastantes. Se manifiesta en la vestimenta cortesana de los hombres, que es estrecha de cintura y deja libres las piernas, enfundadas en calzas de colores a veces muy vivos. Pero el aligeramiento de cintura para abajo tiene su contrapartida en unos hombros acolchados y a veces en unas mangas anchas, con pieles que aumentan el volumen corporal, expresando la virilidad del hombre y su superioridad sobre las mujeres. Por lo demás, los estudiosos, los eclesiásticos y los magistrados llevan prendan largas y sobrias, de colores oscuros.

Jan Van Eyck. El matrimonio Arnolfini. 1434. National Gallery. Londres.
Jan Van Eyck. El matrimonio Arnolfini. 1434. National Gallery. Londres.

          Ligereza asimismo del aspecto de las mujeres del siglo XV, con una frente despejada por la depilación u de figura longilínea. Sólo que el vientre es a veces prominente y se acentúa mediante un pequeño cojín bajo el vestido, como vemos en el Retrato del matrimonio Arnolfini (1434) de Van Eyck. De ahí una dinámica de ligereza que abre caminos opuestos a lo masculino y a lo femenino. La parte superior de la figura femenina se aligera, pero tiende a abultarse en la inferior (faldas con demasiado tejido, volumen exagerado de la cola). Es lo contrario de lo que ocurre en el caso de los hombres, cuya parte superior es voluminosa, más imponente que la inferior”.

Gilles Lipovetsky. De la ligereza. Barcelona: Anagrama. 2016. pp.162-165.

Un comentario

  1. Avatar de Polo Polo dice:

    Interesante artículo gracias 😊

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