La llegada de los Borbones al trono español en la persona de Felipe V trajo consigo una serie de cambios sociales, siendo la manera de vestir uno de los más rápidamente visibles. La moda se vio sustancialmente modificada con respecto a la que había imperado durante la dinastía de los Austrias, no solamente en cuanto a las prendas en sí mismas, sino al colorido y la ornamentación. Se implantó, en definitiva, una nueva estética. El atuendo masculino que, en España se denominó “a la francesa”, “a la moda” o “a lo militar”, constaba básicamente de tres piezas: casaca (justacorps), chupa (veste) y calzones (culotte). Su origen se remontaba al uniforme utilizado por el ejército francés, que fue trasladado a la indumentaria civil por Luis XIV.

Anteriormente, la corte francesa había usado por un breve espacio de tiempo el rhingrave, un traje originario de los Países Bajos bastante pomposo, que se complicó hasta extremos inverosímiles. La escena del encuentro de Luis XIV y Felipe IV en la isla de los Faisanes en 1660 es muy elocuente en este sentido para comprender el grado de extravagancia que se alcanzó en Francia, con el monarca a la cabeza.



De dentro a fuera y de arriba abajo, el europeo del siglo XVIII vestía las siguientes prendas: en primer lugar, camisa blanca de lino. Este material podía ser más o menos fino, según la capacidad adquisitiva de cada cual. En Francia y Holanda se fabricaban de magnífica calidad, siendo muy apreciados en todo el continente, por ejemplo el cambrai (hilo muy fino, que tomó ese nombre de la ciudad francesa de Cambrai) y la holandilla u holanda (fina y blanqueada). Algunos tejidos se fabricaban mezclando hilo y algodón como la crea, un material muy común para la confección de camisas. Es preciso recalcar que el uso masivo del algodón no se produjo hasta finales del siglo XVIII, con la llegada y difusión de esta hilatura desde el Nuevo Mundo. Las camisas más elegantes llevaban cuellos y puños de encaje, asomando estos últimos por las mangas de la casaca.

La chupa era una chaqueta normalmente sin mangas y cerrada con botones que llegaba a medio muslo. Encima se usaba la casaca, cuyos amplios faldones se prolongaban hasta debajo de las rodillas. Se llevaba desabrochada a pesar de ir cuajada de botones de arriba abajo, con una función puramente ornamental. Las mangas llegaban al codo y terminaban en amplias vueltas. En España la casaca también se llamó chamberga por el atuendo que lucía el Regimiento de la Guarda del Rey, creado por Mariana de Austria en 1669. Este cuerpo pasó a denominarse el ejército de la chamberga o chambergos en clara alusión a su uniforme. Conforme fue avanzando el siglo XVIII las mangas de la casaca se pegaron al brazo, aunque se siguieron adornando los puños.

Los calzones se ajustaban al talle sin precisar cinturón o tirantes y se cerraban encima de las rodillas por medio de botones. El resto de la pierna se cubría con medias (las de seda eran obligatorias en el atuendo de un caballero elegante), que se enrollaban sobre las rodillas. Pero a partir de 1735 las medias ya se llevaban por debajo de los calzones, que se cerraban en ocasiones por medio de una hebilla decorada. La corbata era el adorno del cuello y, al igual que la camisa, también era blanca. Esta pieza consistía en una especie de pañuelo anudado al cuello que caía por delante hasta la mitad del cuerpo. Su origen se remonta a un tipo de cuello usado por los soldados croatas que lucharon en las filas de Luis XIII. Hacia 1650 la corbata estaba implantada en Francia.


En cuanto al calzado, los zapatos tenían tacón y grandes hebillas. Luis XIV puso de moda los zapatos de tacón rojo con ricas hebillas. Pero por si tanto acicalamiento fuera poco, es el momento de las grandes pelucas. Las cabezas masculinas se asemejaban a melenas de leones, aunque algo más ordenadas. Paulatinamente las pelucas fueron más pequeñas, muchas veces terminado en una coleta o trenza por la espalda. Para rematar tan flamante atuendo el caballero portaba espada o espadín, un elemento básico durante todo el siglo XVIII. En cuanto al colorido, el varón se equipara a la mujer en el uso de tonos alegres y vistosos. La nueva indumentaria masculina usaba tejidos similares a la femenina con la misma sofisticación y riqueza, lo que supuso un desembolso considerable con respecto a los usos antiguos. Llegados al siglo XIX, el hombre necesitó un atuendo más cómodo y funcional que se adecuara a las nuevas necesidades, por lo que se enfundó en un traje oscuro que, con sus consiguientes variantes, ha llegado al siglo XXI, aunque eso ya es otra historia.

Interesantísimo!!!!!!😘😘👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼
Muchas gracias May. Un fuerte abrazo.
Estimada Barbara,
Para una novela que estoy escribiendo, quisiera pedirte si pudieras describir lo que luce el médico vienés Paul Sorbait a fines del siglo XVII en el retrato que aparece por la mitad de esta página:https://magazin.wienmuseum.at/die-pest-in-wien-1679
(Es el retrato con leyendas en latín en el marco del caballero con bigote fino y larga peluca).
No pude encontrar datos sobre el cuello o corbata que luce, ni tampoco esa especie de mantilla corta.
Muchas gracias,
Jose Luis