“He recibido tu carta, mi querida amiga, y ha llenado mi corazón de gozo. Te estoy agradecido por el trabajo que te has tomado en darme noticias tuyas. No dudo que hoy estarás ya mejor, estoy seguro de ello. Te aconsejo que hagas ejercicio a caballo, no puede menos de serte útil. Después que te he dejado he estado siempre triste. Mi felicidad consiste en vivir junto a ti. Sin cesar repaso en mi memoria tus besos, tus lágrimas, tus amables celos, y los encantos de la incomparable Josefina alimentan siempre una llama viva y ardiente en mi corazón y en mis sentidos. ¡Cuando podré verme libre de inquietudes y negocios pasar todos mis instantes en tu compañía , no tener que hacer sino amarte, y no pensar en otra cosa sino en la dicha de decírtelo y de probártelo! Te enviaré mi caballo, aunque confío que podremos reunirnos pronto. Creía hace algunos días que te amaba; pero habiéndote visto juzgo que te amo mil veces más.

          Desde que te conozco se aumenta día a día mi idolatría: esto prueba cuan falsa es la máxima de La Bruyere de que el amor nace de repente. Todo sigue en la naturaleza un curso y diferentes grados de aumento. ¡Ah! Yo te lo suplico, descúbreme algunos de tus defectos ; sé menos linda, menos graciosa, menos sensible , menos buena; sobre todo, sobre todo no estés nunca celosa, no llores nunca: tus lágrimas me quitan el juicio, inflaman mi sangre. No lo dudes, no puedo tener un pensamiento, una idea que no te pertenezca. Descansa mucho. Restablece pronto tu salud. Ven a reunirte conmigo; y al menos que podamos exclamar antes de morir: Hemos sido tantos días felices!!!

Millones de besos, y lo mismo al Dichoso[1]a pesar de su indocilidad.”

Bonaparte

Marmirolo, 17de julio de 1796.

[1] Perrito de Madame Bonaparte.