La moda se crea y destruye constantemente, en su misma esencia está su continua mutabilidad. En la actualidad todo ocurre a una velocidad vertiginosa, pero hace siglos los cambios se producían con cierta lentitud. Las cortes eran los espacios creadores de las modas, ya que en aquellos ámbitos se concentraba el mayor poder político y económico. En una sociedad sometida al absolutismo monárquico, el esplendor que debían manifestar los cortesanos era el símbolo de su rango y posición. La corte papal de Avignon fue, probablemente, la primera corte moderna. Más adelante, surgieron cortes esplendorosas en distintas ciudades-Estado italianas. En Florencia, Urbino o Venecia se dio un renacer de las artes y las ciencias, un espacio para la cultura y el goce de los sentidos. El testigo fue recogido por Francia, Francisco I y Enrique II gastaron fuertes sumas de dinero en artes suntuarias, vestidos y séquitos.

La personalidad y el gusto de los reyes podía condicionar la moda de un país y de los territorios que dependieran del mismo. Este fenómeno, fue particularmente singular en la España de Felipe II. Su padre, el emperador, estableció la etiqueta borgoñona, entre cuyo preceptos figuraba el uso del color negro en la indumentaria. Estamos en unos momentos de terrible convulsión, la Iglesia se resquebraja. Los reyes de España se convertirán en abanderados de la Contrarreforma. Las citadas circunstancias hicieron que el negro fuera el elegido por los caballeros católicos, aunque no podemos olvidar que ya era el color distintivo de reputados profesionales como los juristas y magistrados, y también del clero regular.

Normalmente una moda obedece a distintos factores, por lo que debemos señalar que el llamado negro español era muy costoso. Esa tonalidad denominada ala de cuervo se extraía del palo de Campeche, un tinte procedente del Nuevo Mundo. Su precio solamente estaba al alcance de unos pocos, por lo que llevaba implícito un matiz de superioridad. Baltasar de Castiglione en su obra El cortesano, publicada en 1549, diserta sobre la imagen que debería proyectar un caballero: “Me parece que tiene más gracia y oscuro. Esto entiéndese del vestir ordinario; que para sobre armas no hay duda sino que están mejor las colores alegres y vistosas (…). También han de ser así en las fiestas, en los juegos de cañas, en las máscaras y en semejantes cosas (…); pero en lo demás querría que mostrasen el sosiego y la gravedad de la nación española; porque lo de fuera muchas veces da señal de lo autoridad el vestido negro que el de otra color y ya que no ser negro, sea a lo menos dentro”. Estas palabras indican la consideración que le merecía moda española. Castiglione valora los “trajes que tiendan más a lo grave y lo reposado que a lo vano”.

Durante el Renacimiento, el género del retrato comienza a tener una destacada importancia, los poderosos desean perpetuar su efigie. El retrato cortesano en España fue formulado por Antonio Moro y Tiziano, y perduró a lo largo de la centuria siguiente. En la magnífica colección que atesora el Museo del Prado, comprobamos la imagen que deseaban proyectar los reyes de la Casa de Austria y que emuló la aristocracia. Los personajes aparecen recortados sobre un fondo neutro en actitud digna y distante. Las figuras tienen empaque y solamente aparecen rodeadas de elementos sutiles, aún así, comprobamos el gran protagonismo que tienen el vestido y las joyas. Los símbolos de poder o posición debían ser reproducidos con exactitud.

Barbara que interesante todo lo escribes. Soy fan tuya!
Enhorabuena Barbara!! contigo siempre aprendemos!!!. por cierto, la facha del emperador Maximiliano, una pena!!!
LA MALDICIÓN DE LA PERFECCIÓN
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REFLEXIONEMOS.