La danza española se ha ido practicando desde el reinado de Carlos III. El bolero era el más popular, y hacia 1830 alcanzó gran fama internacional en teatros de Paris y Londres. Esta tipología de baile era una derivación de las seguidillas, y junto a los fandangos y cachuchas, obtuvo un considerable éxito por su gracia y sensualidad. Durante el Romanticismo, nuestro país era considerado el colmo del exotismo y lo español se puso de moda. Algunos de estos bailes se insertan en los orígenes del flamenco actual.
A través de grabados y litografías conocemos la indumentaria de las primeras bailarinas profesionales de danza española. El traje consistía en un cuerpo muy entallado con escote y mangas generalmente corta. La falda era amplia y llegaba hasta media pierna con dos o tres grandes volantes, muchas veces de encaje negro o de madroños engarzados. Los zapatos se fabricaban con tela, inspirados en las zapatillas de ballet, eran sencillos, estrechos, sin tacón, y a veces llevaban cintas. Las bailarinas también se adornaban con mantilla y mantoncillos. Los colores de los vestidos eran vivos y brillantes como el rojo, rosa o amarillo. El pelo se recogía en un moño con la raya en medio, adornándose con flores y peinetas.

A lo largo del siglo XIX, los Cafés cantante contribuyeron en gran medida a la profesionalización del cante y el baile, eran locales de comidas y bebidas donde se ofrecían espectáculos flamencos. En Sevilla el primero se llamó El Recreo y fue inaugurado en 1856. Cabe destacar que el término “Flamenco” es bastante reciente, apareciendo por primera vez en prensa escrita en El Avisador Malagueño en 1856.

El origen del traje de flamenca actual es una derivación de los vestidos que usaban las mujeres de los tratantes de ganado, muchas de ellas gitanas o campesinas, que acompañaban a sus maridos a las ferias. Era muy sencillo y consistía en una simple bata con volantes en la falda y un delantal para las faenas, por este motivo también se le llama “traje de gitana”. Paulatinamente, este modelo evolucionó hacia lo que conocemos como “cuerpo de guitarra”, convirtiéndose en el atuendo por excelencia para acudir al Real. Hacia 1929 y coincidiendo con la Exposición Iberoamericana, el traje de flamenca fue adoptado por las señoras de clase alta.
Hoy en día no se concibe el baile flamenco sin su atuendo característico. El vestido forma parte consustancial de esta manifestación artística e incluso ha traspasado nuestras fronteras para convertirse en un símbolo de España. El torso ceñido y el movimiento de los volantes despliegan un lenguaje visual lleno de significados y matices. El traje de flamenca es el único traje regional español que sigue en permanente evolución y transformación, es una moda viva llena de color y alegría que no distingue de clases ni edades.

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