
El Museo Nacional del Prado fue inagurado durante el reinado de Fernando VII. El 19 de noviembre de 1819 se abrió al público bajo el nombre de Museo Real de Pinturas. El edificio neoclásico fue diseñado por el arquitecto Juan de Villanueva en 1785, como Gabinete de Ciencias Naturales. La orden provenía de Carlos III a través de su Secretario del Despacho de Estado el conde de Floridablanca. Villanueva fue también el artífice del Real Jardín Botánico (1785-1789) y del Real Observatorio (1790), precedente del Observatorio Astronómico Nacional de España.

Por desgracia durante la guerra de la Independencia el edificio sufrió considerablemente. El empuje de Fernando VII, a instancias de su segunda esposa María Isabel de Braganza y Borbón, fue crucial para su reconstrucción. Doña Isabel es una gran desconocida, ya que por lo general se ignora que la creación de uno de los mejores museos del mundo vino auspiciada por esta portuguesa. La reina fue una mujer culta y muy aficionada a las artes, de ella partió la idea de reunir las obras de arte pertenecientes a la casa real española y crear un museo. No pudo ver concluida su iniciativa al fallecer en 1817, a consecuencia de un terrible parto.

El sustrato principal de los fondos del museo se encuentra en las colecciones de los monarcas españoles a través de los siglos. La primera fue la de Felipe II, el llamado “rey prudente” fue un gran aficionado a la pintura. La decoración de sus residencias de El Pardo, el Alcázar de Madrid y el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, entre otras, exigieron una considerable cantidad de adquisiciones de todo tipo. Felipe II no sólo compró pintura religiosa y retratos, sino que gustaba de la mitológica. Antes de ocupar el trono encargó a Tiziano las famosas Poesías, seis pinturas con asuntos mitológicos de desnudos cuyo destino era ser colgadas en la misma estancia. El Prado conserva solamente un cuadro de esta serie Venus y Adonis, mientras los restantes se hayan repartidos por otras colecciones. Recientemente, se ha descubierto que uno de ellos era la Dánae y la lluvia de oro de la Colección Wellington, y no la de idéntica temática que está en el Prado, que fue adquirida por Velázquez en Italia para Felipe IV. Gracias a la iniciativa de Felipe II la pinacoteca madrileña cuenta con la mejor colección de Tiziano del mundo. Los cuadros del italiano salían de su taller en Venecia con destino a España. No debe pasarse por alto que la técnica del artista en la etapa final de su carrera era considerada modernísima en su momento.

En el palacio de El Pardo, Felipe II dispuso una galería de retratos de la dinastía comenzando por sus bisabuelos los Reyes Católicos. La estancia sufrió un grave incendio en 1604. En ella colgaban retratos del rey y su familia de mano de Tiziano, Antonio Moro y Alonso Sánchez Coello. Felipe III no se arredró ante el desastre y dijo: “basta ya que lo demás se volverá a hacer”, encargando a su pintor Juan Pantoja de la Cruz la reconstrucción de la galería incluyendo el fresco del techo y treinta y cinco cuadros, más otros once a Bartolomé González. Tampoco podemos olvidar la pasión del rey por la pintura flamenca, adquirió las principales obras del enigmático Bosco, entre ellas El jardín de las delicias y La mesa de los siete pecados capitales para el Monasterio de El Escorial.

El siguiente gran coleccionista fue Felipe IV, un monarca culto y refinado que tuvo a su servicio a Diego Velázquez durante casi cuarenta años. El Prado cuenta con la mayor colección del pintor sevillano, unas cincuenta pinturas que incluyen sus grandes obras maestras como: La rendición de Breda, Los borrachos, Las hilandera o Las Meninas (éste último en realidad se llamaba La familia de Felipe IV, el título por el cual es famoso en el mundo entero se remonta al siglo XIX). El llamado “rey poeta” fue un gran admirador de las escuelas flamenca e italiana como lo era su abuelo. La decoración de su nuevo palacio del Buen Retiro, así como del palacio de la Zarzuela y la Torre de la Parada (un pabellón de caza hoy desaparecido), le llevaron a adquirir un gran número de pinturas de los mejores maestros, tanto de su tiempo como antiguos como La bacanal de Tiziano. En la almoneda de Rubens compró a su viuda Las tres Gracias y El jardín del amor entre otros.

También adquirió obras de la colección del duque de Buckingham y de Carlos I de Inglaterra, decapitado en 1649. De ésta última proceden entre otros La Sagrada Familia de Rafael llamada “La perla”, que fue regalada al monarca por don Luis de Haro. Se cuenta que Felipe IV la calificaba como la “perla” de sus colecciones. José Bonaparte se la llevó a Francia, pero esta vez hubo suerte y fue devuelta a nuestro país en 1818.

La figura de Diego Velázquez fue crucial, no sólo como encargado de retratar a los miembros de la familia real, sino por su labor de adquisición de obras de arte en Italia para el rey. En su segundo viaje compró pintura veneciana y vaciados de las más representativas esculturas de la antigüedad clásica. El sevillano también ejerció como conservador de la colección real durante veinte años.

Durante el reinado de Carlos II, España tuvo la suerte de contar con los servicios del gran pintor de su tiempo, el napolitano Lucas Jordán. El maestro pintó al fresco la bóveda del salón de baile del palacio del Buen Retiro. Actualmente se puede admirar en el Casón del Buen Retiro, edificio donde se custodiaba hace años la colección pictórica del siglo XIX y el Guernica de Picasso. Construido por Alonso Carbonell en 1637 fue diseñado inicialmente para salón de baile de la corte. El Casón forma parte del Museo del Prado desde 1971. En 2009 fue inaugurado como Centro de Estudios del museo, mientras que las colecciones del XIX se han reubicado en la sede principal tras su ampliación. Para quien no lo conozca todavía, os recomendamos encarecidamente que vayáis a contemplar este tesoro escondido, algo de lo poco que queda del palacio del Buen Retiro; una residencia que Felipe IV construyó para disfrutar de la vida y el arte.

Es de una genialidad absoluta. Magnífica e impresionante.
Estoy de acuerdo. Muchas gracias.