La toma de almohada: una ceremonia palatina


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          “Durante el siglo XIX y comienzos del XX se seguía un vistoso ceremonial para el nombramiento de grandes de España llamado «cobertura», donde las damas no podían estar presentes, aunque escucharan desde el salón contiguo. Los hombres que disfrutaban de esta prerrogativa leían un discurso en el que relataban las hazañas de sus antepasados.

          Cuando era una señora a la que se nombraba grande de España, el acto recibía el nombre de «toma de almohada». Para las damas, en lenguaje palatino, significa tomar posesión efectiva de la grandeza de España. Había diferencias entre sentarse en la almohada antes o después de conversar con la reina: dependía de que la dama fuera grande de España de primera o de segunda clase. La conversación debía girar sobre materias intrascendentes, nada de peroratas o discursos.

          El ritual siempre era el mismo, reina tras reina. Concluida la ceremonia se levantaba la reina y recorría el círculo saludando y conversando con todas. La reina se retiraba a sus habitaciones y las señoras que acababan de tomar almohada manifestaban a la camarera mayor de Palacio su deseo de saludar al rey y, obtenido el permiso de este, pasaban a las habitaciones del monarca acompañadas por sus respectivas madrinas, con lo que se daba por terminado el acto.

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       Una muestra de esta costumbre nos la cuentan los cronistas sociales en 1891 cuando tomó almohada la marquesa de la Romana, de blanco y con adornos de violetas, acompañada de su madrina, la duquesa de Fernán Núñez. Le siguieron la marquesa de Santa Cristina, de blanco adornada con brillantes y la duquesa de Santoña, con una madrina de renombre: la marquesa de Alcañices. Después, la condesa de Valmaseda, de azul y con brillantes en la corona de su cabeza, y la marquesa de la Puente y Sotomayor, adornada con un aderezo de brillantes y esmeraldas y con una madrina a la altura de las circunstancias: la duquesa de Bailén.

Antonio Caba. Retrato de la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena y su hijo Alfonso XIII. Real Academia Catalana de Bellas Artes de Sant Jordi.
Antonio Caba. Retrato de la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena y su hijo Alfonso XIII. Real Academia Catalana de Bellas Artes de Sant Jordi.

          La reina lucía traje de terciopelo negro con adornos blancos. El rey salió después de la ceremonia «a ver a las que llevaban hermosura y belleza alrededor de su trono», según nos dice un cronista. La duquesa de Fernán Nuñez fue madrina de varias madrinas en la mismo ceremonia. En noviembre de 1900 la reina regente nombró a sus nuevas damas de honor. Un año antes, en la toma de almohada correspondiente, una de las protagonistas fue Carlota Escandón, duquesa de Montellano, y en 1900 se lee en la prensa: «Con el tacto que pone siempre de manifiesto S.M. la reina regente en la designación de sus damas, la augusta señora ha honrado con ese cargo a varias distinguidas señoras de la sociedad madrileña, entre ellas de la duquesa de Montellano».

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          Durante el reinado de Alfonso XIII, a las puertas de Palacio se concentraban los «autos con la aristocrática carga», como decían los cronistas. En una ocasión tomaron almohada las duquesas de Mandas y de Villanueva, La Mothe-Houdancourt y Miranda, las marquesas de Arienzo y Argüeso y otras once damas. Destacan por su elegancia la marquesa de Argüeso con un vestido de brocado verde sobre fondo oro viejo y falda drapeada, confeccionado por la gran Ciria, y la marquesa de Nervión, con vestido y manto con encajes de plata. El orden de la ceremonia era el mismo que el de un siglo antes.

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          En 1924 tomaron almohada ante S.M. la reina doña Victoria más señoras de lo habitual. La primera dama que debía tomar almohada por orden de antigüedad de su grandeza era la duquesa de Béjar, seguida de las duquesas de Santángelo, Andría, Maqueda y veinte damas más. La mayoría vestían de blanco, luciendo todas ellas valiosos collares de perlas y, como novedad, los vestidos terminaban en una cola de piel, como el de la duquesa de Andría, que llevaba vestido con flecos de plata y cola de chinchilla. En la toma de almohada de 1928 se reunieron las mujeres más bellas de la Corte. La primera en ser presentada fue la duquesa de Nájera. Del resto destacan la bellísima marquesa de Bedmar y la espectacular María Laffitte, condesa de Campo Alange, que se convertiría en la favorita de los cronistas de sociedad.”

Marisol Donis. Anfitrionas. Crónicas y cronistas de salones. 1890-1930. Madrid. Editorial Turner. 2021. pp.244-255.