Eugenia de Montijo en palabras del duque de Alba


          “Sobrevinieron entonces en Francia radicales cambios políticos. Napoleón Bonaparte, hijo de Luis y sobrino del Grande, después de una larga cautividad y de tres intentos fracasados para adueñarse del poder, fue elegido Príncipe Presidente, y, en 2 de diciembre de 1851, dio el golpe de Estado, que le permitió proclamarse Emperador, con el lema: «El Imperio es la paz». En la sociedad de París de aquellos días alternó, como era lógico, con la Condesa del Montijo y sus hijas, y quedó fascinado ante la extraordinaria belleza y sutil inteligencia de Eugenia. Siendo una niña, había ya visto a Napoleón cuando le llevaban preso a la Conserjería. El era muy accesible a los encantos femeninos, y no dejó de impresionarle el aire autoritario de Eugenia de Guzmán, que llevaba entonces el título de Condesa de Teba.

Alexandre Cabanel. Napoleon III.Hacia 1865. Castillo de Compiègne.
Alexandre Cabanel. Napoleon III. Hacia 1865. Castillo de Compiègne.

          Circula persistente una anécdota que no creo exacta, pero que entraña una realidad. Se celebraba una revista en la plaza del Carroussel; la Condesa del Montijo y su hija habían sido invitadas a presenciarla desde una ventana del Palacio de las Tullerías. Terminada la revista, el Emperador, montado aún a caballo, se colocó debajo de la ventana y preguntó a Eugenia: «  ¿Cómo se puede llegar hasta ahí?» La leyenda supone que ella contestó: «Pasando por la capilla.» En todo caso es positivo que el Emperador comprendió muy pronto que no podría satisfacer su pasión sino mediante el matrimonio. Tenía el Emperador cuarenta y siete años, y como era lógico deseaba fundar una dinastía. Había buscado la posible alianza con alguna de las Princesas europeas, y aun cuando muchas familias reales seguían considerándole como un advenedizo, el nimbo de gloria que rodeaba a su apellido, y aun a su persona, como Emperador de los franceses, hacía de él un gran partido. Su prima Matilde aspiraba muy señaladamente a este matrimonio, pero estaba casada con el Príncipe Demidoff y el Papa se negaba a anular ese matrimonio.

William Corden el viejo. Princesa Adelaida de Hohenlohe-Langenburg. 1835. Colección Real.
William Corden el viejo. Princesa Adelaida de Hohenlohe-Langenburg. 1835. Royal Collection Trust. Gran Bretaña.

          También aparecía en candidatura la Princesa Adelaida Hohenlohe, emparentada con la Reina Victoria, que no se hubiera opuesto al matrimonio: pero el Emperador se había enamorado de Eugenia y estaba dispuesto a casarse con ella. No le ocultó la Condesa de Teba tener puestos sus afectos en persona determinada, a causa de lo cual no le daría respuesta terminante hasta estar segura de no poder casarse con el Marqués de Alcañices. Envió a éste entonces un telegrama comunicándole que el Emperador se le había declarado. La contestación fué: «Recibe mi más cordial felicitación»; señal evidente de que estaba resuelto a no casarse con ella. El telegrama de Eugenia fué interceptado por la policía y mostrado al Emperador, porque eran muchos los adversarios de este matrimonio con una extranjera que ni aun tenía sangre real; pero el Emperador contestó que estaba perfectamente enterado del asunto; y puestas de acuerdo ambas partes, se celebró la boda.

Franz Xaver Winterhalter. La Emperatriz Eugenia. 1854. Museum of Fine Arts. Houston.
Franz Xaver Winterhalter. La Emperatriz Eugenia. 1854. Museum of Fine Arts. Houston.

          Muchos años después, con ocasión de una de las visitas de la Emperatriz a mi casa de Madrid, el Marqués de Alcañices, que era ya un anciano, venía a tomar el té todas las tardes con su antiguo amor y se pasaban los dos largas horas hablando de aquellos tiempos. Ello dio ocasión para que exteriorizase la Emperatriz su invariable humorismo. Felicitó, en broma, al Marqués por conservar su pelo y sus patillas de tan oscuro color; y. tal impresión le produjo la intencionada alabanza, que pocos días más tarde le vimos aparecer con las canas al natural. Había conseguido hacerle comprender que. no engañaba a nadie. Cuando aludían ambos a su amistad juvenil, solía él exclamar: «No, Eugenia, ni aun ahora mismo me casaría contigo»; a lo que respondía ella con una carcajada».

Franz Xaver Winterhalter. La emperatriz Eugenia de Montijo como María Antonieta. 1854. Metropolitan Museum.
Franz Xaver Winterhalter. La emperatriz Eugenia de Montijo como María Antonieta. 1854. Metropolitan Museum.

          El matrimonio fue una maravillosa ceremonia y la Emperatriz se hizo popularísima en Francia, negándose a recibir los 600.000 francos ofrecidos por la Villa de París para que se comprase una alhaja, por preferir que ese dinero se entregase a los pobres.

(…) Cuando nació el Príncipe Imperial estuvo a punto de costar la vida a la Emperatriz. Al darle a luz quedó ya incapacitada para tener más hijos. El nacimiento del Príncipe fué, según creo, el momento más feliz del matrimonio imperial y del Régimen. Esa felicidad íntima hubiera perdurado a no ser por las constantes infidelidades del Emperador, pues Eugenia estaba sinceramente enamorada de su marido y admiraba sus grandes cualidades. Pero por muy tormentosas que fueran las relaciones de los cónyuges, la lealtad de ella fué absoluta y no falló en ningún momento.

Franz Xaver Winterhalter. La emperatriz Eugenia rodeada de sus damas de honor. 1855. Palacio de Compiègne.
Franz Xaver Winterhalter. La emperatriz Eugenia rodeada de sus damas de honor. 1855. Palacio de Compiègne.

          (…) Nunca se juzgó extranjera en Francia, donde se había educado, y vivido después muchos años; pero desde su matrimonio se consagró por entero a servir los intereses de su nueva Patria, aunque sin olvidar la de origen, razón por la cual, para poder contemplar, al menos de lejos, las montañas españolas, se hizo construir un palacete en Biarritz, convirtiendo esta playa de pescadores en una de las más bellas y elegantes del mundo.

Franz von Lenbach. Retrato de Otto Eduard Leopold von Bismarck. 1890. The Art Walter Museum. Baltimore.
Franz von Lenbach. Retrato de Otto Eduard Leopold von Bismarck. 1890. The Art Walter Museum. Baltimore.

          Entre los visitantes de Biarritz figuró el Conde de Bismark, que ya entonces se preparaba para destruir a Francia. En 1866, declaró Prusia la guerra a Austria. Fue una guerra corta, porque la batalla de Sadowa permitió aniquilar las fuerzas austríacas en muy pocas horas. La Emperatriz se declaró partidaria de que se ayudase a Austria, que como país católico gozaba de sus simpatías, pero la salud del Emperador era cada vez más corta. Francia se abstuvo de intervenir hasta cuatro años después, en que fue ella misma atacada, y entonces Austria permaneció también neutral. Quizá acertaba la Emperatriz en el juicio sobre la situación.

Édouard Manet. La ejecución del emperador Maximiliano.1868. Kunsthalle. Mannheim.
Édouard Manet. La ejecución del emperador Maximiliano.1868. Kunsthalle. Mannheim.

          Mientras se desenvolvían así los asuntos de Europa en contra de Francia, la aventura mejicana ocasionó al segundo Imperio gran pérdida de prestigio, que alcanzó a la Emperatriz Eugenia, patrocinadora de esta empresa. Todavía acrecentó la dureza de esos golpes la suerte fatal de la Emperatriz Carlota, conocida ya por el nombre de la Emperatriz loca, a causa del fusilamiento del Emperador Maximiliano.

Vista general de la Exposición Universal de París de 1867
Vista general de la Exposición Universal de París de 1867

          Otros dos acontecimientos de gran esplendor se celebraron por entonces: la Exposición de 1867 en París y la apertura del Canal de Suez, por la Emperatriz, en 1869, después de una visita al Sultán de Turquía, en Constantinopla. Sin embargo, en el interior del Imperio se estaba todo resquebrajando. Recuerdo haber oído a la Emperatriz comentar cuan imposible era para ella en aquel período intentar nada que no se censurase. Si compraba vestidos, se la acusaba de gastar demasiado dinero. Si procuraba economizarlo en galas, las sederías de Lyon y los comerciantes de la Rué de la Paix se lo reprochaban.”

Maurice Fromkes. Jacobo Fitz-James Stuart, duque de Alba. Hacia 1925. Museo Nacional del Prado.
Maurice Fromkes. Jacobo Fitz-James Stuart, duque de Alba. Hacia 1925. Museo Nacional del Prado.

Jacobo Fitz James Stuart y Falcó, duque de Alba. La emperatriz Eugenia. Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo 110. 1942.