“El llamamiento de Rousseau para que el Estado y la sociedad volviesen al estado natural significaba, en cuanto al traje, el triunfo de lo sano, lo razonable y lo apropiado sobre lo violento y afectado. Ei sentimiento que de su fuerza adquirió la humanidad al recobrar su conciencia disolvió la sociedad, que se mantenía petrificada dentro de formas anticuadas; pero mucho antes que se manifestase externamente ese derrumbamiento, el ansia de los hombres por encontrar nuevas formas de vida, tuvo su expresión en el cambio de indumentaria. La expresión más natural, por ser la más inmediata, de la tendencia individual hacia la belleza y la armonía, hacia una compenetración entre el carácter y el aspecto externo, es el modo de vestirse. De aquí que las nuevas ideas de naturaleza y libertad se manifestasen lógicamente, en primer término, por la oposición al traje de corte imperante. La revolución empezó por una rebelión contra el corsé, el miriñaque, los polvos y el zapato de juglar.

Los primeros que disfrutaron de las ventajas de este movimiento fueron los niños. En primer lugar, hubo un verdadero diluvio de reformas pedagógicas, que, destruyendo los antiguos métodos de enseñanza, basados exclusivamente en el robustecimiento de la memoria, se encaminaban a educar la voluntad y la inteligencia, y que tuvieron su representación en pedagogos tan eminentes como Basedow, Salzmann, Rochow, Campe y posteriormente Pestalozzi y Niemeyer, que erigieron en sistema la educación fundamentada en la naturaleza. Pero además de esto, se comenzó a atender sobre todo al desarrollo natural y al cuidado de su cuerpo.

Hasta 1780 los niños iban vestidos como los adultos; a los varones se les peinaba y empolvaba como se peinaban y empolvaban sus padres; las hembras llevaban corsé, como sus madres, y sus vestidos eran de las mismas telas y del mismo corte que los de las personas mayores. Basta contemplar los retratos o los cuadros de Chardin, de Chodowiecki y de otros artistas para ver cuán extravagante y solemne era el aspecto de los niños, cuán envarados habían de aparecer violentados por aquellos trajes incómodos. Todo aquello desapareció de pronto para siempre. De Inglaterra partió la iniciativa de un vestido racional y adecuado al cuerpo de los niños, en el que se prescindía de todo lo que oprimía. A los niños de teta ya no se les aprisionó entre ropas y a los mayorcitos se les dejaba andar generalmente con la cabeza descubierta y los pies descalzos, y las madres que en sus viajes visitaban Inglaterra no se cansaban de admirar la libertad que se concedía a los niños y el hermoso aspecto que éstos ofrecían. El fin primordial de la salud se consiguió de tal modo con la propagación del traje inglés que ya el año 1793 Gutsmuths pudo ofrecer a esa generación, racionalmente vestida, su gimnasia para niños.

De Inglaterra, de donde salió la salvación de los niños, salió también la de los adultos. El sistema de vida burguesa de aquel pueblo, que residía con preferencia en medio de la libre naturaleza, impuso una clase de vestido distinta del traje de corte de los hombres de salón continentales, más sencillo, más práctico y más sano. Desde este punto de vista la moda inglesa coincidió con los esfuerzos de los médicos de entonces, que hacían una campaña contra los trajes masculinos y femeninos perjudiciales a la salud”.

Max von Boehn. La moda. Historia del traje en Europa desde los orígenes del Cristianismo hasta nuestros días. Tomo V. Barcelona, Salvat. 1929. pp.105-109.