Las grandes capas: atuendo propio de los delincuentes


         “Antes en España, los asesinatos eran todavía más frecuentes que en la actualidad. Cualquier individuo de cierta relevancia en su región mantenía asesinos a sueldo. Los contrataban en el reino de Valencia, del mismo modo como dicen que se compraban testigos no hace mucho en algunas de nuestras provincias. La clase de armas que utilizaban los españoles favorecía en particular esta horrible costumbre. Un cuchillo triangular oculto bajo el capote salía a relucir para saldar el primer arranque de cólera, y sus envites eran mucho más peligrosos que los de la espada, imposible de esconder y cuyo manejo requiere cierta destreza; incluso resultaba más peligroso que el cuchillo ordinario que llaman rejón. El uso de estas armas traicioneras no ha desaparecido del todo y sustenta todavía una de las recriminaciones que se les hacen a los españoles.

Giuseppe Bonito. Retrato de Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache. 1759. Museo Nacional del Prado. Madrid.
Giuseppe Bonito. Retrato de Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache. 1759. Museo Nacional del Prado. Madrid.

          Resulta difícil enmendar no ya las costumbres de un pueblo, ni siquiera sus modales, de forma repentina y violenta. Como es sabido, hace cuarenta años el secretario Esquilache lo aprendió a su costa en tiempos de Carlos III. Las capas largas y los sombreros chambergos —vestimenta bajo la que a cualquier persona le habría resultado difícil reconocer a su mejor amigo— favorecían todo tipo de desmanes, en especial los que ponen en peligro la seguridad de los ciudadanos. Para erradicarlos de Madrid, Esquilache recurrió a normas coercitivas, incluso a la acción directa. Apostados en las esquinas provistos de tijeras, sus subordinados recortaban en plena calle las capas que excedían la longitud estipulada. Extranjero, ministro de un rey cuya vida había transcurrido en parte fuera de España, pensó que los castellanos se mostrarían tan dóciles ante él como los rusos ante Pedro el Grande. ¿Qué sucedió?

José Martí y Monsó. Un episodio del motín de Esquilache. 1864. Museo Naccional del Prado. Madrid.
José Martí y Monsó. Un episodio del motín de Esquilache. 1864. Museo Nacional del Prado. Madrid.

         El pueblo se amotinó. El rey se atemorizó. El secretario fue sacrificado. La vestimenta tan destempladamente combatida le sobrevivió en parte; pero procedimientos más apacibles y lentos, el ejemplo de la Corte y de quienes la frecuentan, la diligencia de una policía vigilante, han suavizado mucho sus inconvenientes. Los sombreros chambergos, que al garantizar la impunidad fomentaban la insolencia y el crimen, han desaparecido por completo de la capital; y la capa, prenda sumamente cómoda para quien sabe servirse de ella, no favorece ya sino el desaliño.

Francisco de Goya (atribuido a). Motín de Esquilache. 1766-1767. Colección particular.
Francisco de Goya (atribuido a). Motín de Esquilache. 1766-1767. Colección particular.

         En cuanto al recurso al fatídico cuchillo, subsiste aún en varias regiones de España; pero solo entre las clases inferiores del pueblo. No faltan bravucones que todavía lo usan a modo de espantajo frente a los débiles, ni individuos violentos que recurren a él para una inmediata venganza. Los eclesiásticos han usado su ministerio de paz y caridad para lograr que su grey prescinda del cuchillo. En particular, el anterior arzobispo de Granada recurrió con éxito a la vía de la predicación.

Grabado sobre El motín de Esquilache de 1766.
«El motín de Esquilache». Historia de la Villa y Corte de Madrid. 1860. Madrid. Librería Americana.

         Pero tales métodos no se han mostrado igualmente eficaces en todas partes. El reino de Valencia, región favorecida por el cielo donde se diría que la bondad del clima y la generosidad de la naturaleza deberían fomentar únicamente dulces idilios, se ve salpicado por frecuentes asesinatos. Entre las prerrogativas de la corona figura la de que el rey puede indultar cada año a un criminal condenado a muerte, a poco que su delito presente cualquier atenuante. No hace mucho se hizo notar que, desde hace siete años, en la relación que presenta al rey la Audiencia de Valencia no se ha dado con un solo reo cuyo caso pudiera considerarse digno de perdón; hasta tal punto los crímenes pendientes de castigo se caracterizaban por su deliberada atrocidad”.

Jean-François Bourgoing. Imagen de la moderna España. Alicante. Publicaciones Universidad de Alicante. Emilio Soler Pascual (Ed.) 2012. pp 616-618.