Lujo y capitalismo es un clásico que plantea un interesante concepto del surgimiento y desarrollo del capitalismo. Su autor, Werner Sombart, sociólogo y economista alemán, esgrimió una teoría sobre el lujo y su indiscutible relación con el amor y el deseo sexual de los poderosos. A través de sus páginas comprendemos el afán de diferenciación que tiene el ser humano y como ese afán de destacar sobre los demás se consigue a través de la posesión de obras de arte, joyas, mobiliario, vestidos y un sin fin de objetos refinados que adornen la vida. Os recomiendo esta lectura ya que, aparte de amena, ayuda a comprender la sociedad de consumo en la que hoy vivimos. A continuación transcribo el comienzo del libro:
«Lujo es todo dispendio que va más allá de lo accesorio. Se trata obviamente de un concepto relativo que tiene sentido en la medida en que disponemos de una noción de “lo necesario”. Hay dos maneras de determinarlo: ya sea subjetivamente, mediante un juicio de valor (ético o estético, por ejemplo) o fijando una medida objetiva. Como medida objetiva puede tomarse el conjunto de las necesidades fisiológicas, pero también lo que podemos denominar “necesidades culturales”. Las primeras varían según sean los climas; las segundas, según sean las épocas históricas. Los límites de las necesidades o requerimientos culturales pueden fijarse libremente, pero conviene no confundir esta fijación arbitraria con la valoración subjetiva de lo necesario

El lujo tiene dos vertientes: cuantitativa y cualitativa. El lujo cuantitativo es sinónimo de prodigalidado derroche: tener cien criados, bastando uno, o usar tres cerillas para encender el cigarro. El lujo cualitativo es el consumo de bienes de superior calidad. Ambos aspectos pueden, y suelen darse simultáneamente. De la noción cualitativa se deriva el concepto de objeto de lujo que se puede definir también como un objeto refinado. Refinado es todo objeto que reúne unas cualidades superiores a las necesarias para ser útil. El refinamiento puede manifestarse de dos maneras: en la materia y en la forma del objeto.

Al igual que podemos distinguir entre un concepto absoluto y otro relativo del lujo, también debemos diferenciar entre los objetos refinados. Si tomamos el concepto de refinamiento en un sentido absoluto, entonces la mayoría de los objetos que usamos tendrán ese carácter, ya que casi todos satisfacen más de lo que requieren las necesidades animales. Por consiguiente, es más conveniente hablar de los objetos de lujo en un sentido relativo, como aquellos con un refinamiento superior al de los objetos de uso ordinario. Este sentido más específico de los objetos refinados es lo que podemos calificar como objeto de lujo.
En este sentido restringido, el requerimiento de bienes de lujo y su satisfacción puede atender a distintos motivos y ser resultado de muy diversas causas. Elevar a Dios un altar de oro o comprarse una camisa de seda son ambos actos de lujo, aunque totalmente distintos. El primero sirve a un ideal y puede llamarse lujo altruista. El segundo puede llamarse lujo materialistao egoísta.

Al estudiar la evolución del gasto suntuario trataremos tan sólo este segundo tipo de lujo: el que, atendiendo a causas egoístas viene a satisfacer las vanidades del individuo. Este es el tipo de lujo que justamente más se desarrollará durante el Renacimiento o, para ser más precisos, desde Giotto a Tiepolo. Mi propósito es estudiar el origen y desarrollo de este lujo individual o personal.

El lujo personal nace del puro goce de los sentidos. Todo lo que agrada a cada uno de los cinco sentidos puede ser objeto de una expresión siempre más refinada a través de cosas de uso cotidiano. Estas cosas son las que constituyen el lujo. En última instancia, todo deseo de refinar y aumentar los medios para agradar a nuestros sentidos tiene su base en nuestra vida sexual: el deleite de los sentidos y el erotismo son, en el fondo, una misma cosa. Sin duda el impulso sexual es casi siempre la causa primera del desarrollo de cualquier tipo de lujo. De ahí que el lujo tienda a desarrollarse cuando aumenta la riqueza y cuando la sexualidad se hace más libre. En cambio, allí donde el sexo no puede expresarse libremente, la riqueza se suele acumular, no se gasta: se acumula en bienes acumulables, especialmente en aquellos con un valor abstracto, como los metales preciosos, o más recientemente el dinero. Pero, una vez que el lujo se da, son muchas las causas que contribuyen a acrecentarlo: ambición. Anhelo de ostentación, orgullo, afán de poder; en una palabra, el deseo de destacar sobre los demás.»

Werner Sombart. Lujo y capitalismo.1921.