El tercer estado


          La sociedad del Antiguo Régimen era estamental, se dividía en tres estados: la nobleza, el clero y el pueblo llano. Este último se trataba sin duda del más heterogéneo ya que abarcaba a la inmensa mayoría, es decir, todas las personas que no pertenecieran a la nobleza o al clero. Durante el siglo XVIII, representaba en España más del 90% de la población. Como es lógico suponer abarcaba un amplio espectro desde los militares,  la burguesía y el funcionariado, a los labradores y jornaleros pasando por  mercaderes y artesanos. Dentro de todas estas profesiones, incluso entre las más bajas del escalafón social, había grados ya que por ejemplo no era lo mismo ser un maestro zapatero que un vulgar remendón.

William Hogarth. “Los aprendices en sus telares”. La industria y la ociosidad. 1747.
William Hogarth. “Los aprendices en sus telares”. La industria y la ociosidad. 1747.

          La burguesía  se concentraba  en las ciudades y se dedicaba fundamentalmente al comercio, actividad que se entendía como servil. En 1690 un extranjero que visitó España escribía sus impresiones sobre nuestra situación económica: “Los comerciantes españoles son poco numerosos y no se les encuentra que viajen por el extranjero para hacer comercio, si no es en las indias. La mayor parte de los comerciantes y los negociantes que se encuentran en España son ingleses, holandeses, genoveses, etc.” El mismo viajero comenta que en Francia: “Los comerciantes gozan cerca del rey de Francia, de mucha consideración y de un gran poder, porque estos años formaban parte de su Consejo y de su séquito. Les concedía todas las ventajas útiles al comercio y favorables a sus empresas. Lo que redunda en su propio provecho y le procura riquezas considerables, contrariamente a lo que pasa en otras naciones, entre los españoles por ejemplo”.

Diderot y D'Alembert. “Taller de Joyería”. Enciclopedia francesa . Hacia 1751 y 1772.
Diderot y D’Alembert. “Taller de Joyería”. Enciclopedia francesa. Hacia 1751 y 1772.

          La idea sobre la indignidad del trabajo manual comenzó a transformarse a partir del reinado de Carlos III, y más concretamente con la Real Cédula del 18 de marzo de 1783, por la cual se declaró que todos los oficios eran honestos y honrados no envileciendo a quien los practica y tampoco inhabilitando para el ejercicio de cualquier cargo público: “no solo el oficio de curtidor, sino también las demás artes y oficios de herrero, sastre, carpintero y otros a este modo son honestos: que el uso de ellos no envilece la familia ni la persona del que los ejerce no la inhabilita para obtener los empleos municipales de la República…ni para el goce u las prerrogativas de la hidalguía”.

Giuseppe Bonito. Carlos III como rey de Nápoles. 1740. Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Madrid.
Giuseppe Bonito. Carlos III como rey de Nápoles. 1740. Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Madrid.

          Políticos y escritores defendían este nuevo concepto, ya que era fundamental propugnar medidas eficaces para el desarrollo de la economía y la industria. No hay que olvidar que un siglo antes, Diego Velázquez  obtuvo el hábito de Santiago en 1659, solo unos meses antes de morir. Para conseguir dicha  merced, que exigía limpieza de sangre, tuvo que intervenir el mismo Papa a instancias de Felipe IV. Velázquez  desempeñó numerosas funciones en su carrera palatina llegando a ser  Aposentador Real.

Diego Velázquez. Las Meninas. Detalle. 1656. Museo Nacional del Prado. Madrid. El pintor luce en su pecho la cruz de Santiago.
Diego Velázquez. Las Meninas. Detalle. 1656. Museo Nacional del Prado. Madrid.  Madrid. El pintor luce en su pecho la cruz de Santiago.

          La clase burguesa era la artífice de la fabricación textil, industria que en la época constituía un motor económico clave. Los cinco gremios mayores fundados en Madrid en 1686 eran los siguientes: pañeros, sederos, drogueros, lanceros y joyeros.  La burguesía actuaba desde la familia, al igual que la nobleza, y desde ella extendía su red. Los valores del Antiguo Régimen eran extensivos a toda la población, ya que la burguesía enriquecida deseaba formar parte de la nobleza y obtener reconocimiento. Tradicionalmente, se ha considerado a la burguesía como una clase con valores opuestos a la nobleza pero esto no es del todo cierto, ya que lo enfocamos con la mentalidad del siglo XXI y no con la que imperaba en el siglo XVIII. Los ministros de Carlos III Campomanes y Floridablanca no eran de origen noble, pero el rey les otorgó el título de conde en reconocimiento  por sus servicios al Estado.

Francisco Bayeu y Subías. Pedro Rodríguez Campomanes, primer conde de Campomanes. 1777. Real Academia de la Historia. Madrid.
Francisco Bayeu y Subías. Pedro Rodríguez Campomanes, primer conde de Campomanes. 1777. Real Academia de la Historia. Madrid.

          Otro grupo social era el de los mercaderes que también se conocían como tenderos, eran los comerciantes con tienda abierta.  Se dedicaban a la venta de tejidos, que se vendían por varas. La vara castellana era la unidad de medida más común y equivalía a 83,59 cm. Los pañeros  trabajaban la lana, los sederos  la seda y los merceros a otras mercancías vendían botones y accesorios. Los drogueros, confiteros y cereros se dedicaban al negocio de la alimentación, las especias, los productos de ultramar como el cacao y las velas.

Luis Paret. La tienda del anticuario. 1772. Museo Lázaro Galdiano. Madrid.
Luis Paret. La tienda del anticuario. 1772. Museo Lázaro Galdiano. Madrid.

          Por último, señalar que el comercio dentro de España se veía afectado por diversas trabas como las aduanas. Felipe V las suprimió salvo en Vascongadas y Navarra. Por desgracia no se pudo igualar el régimen tributario, por no hablar de la deficiente red viaria y los problemas administrativos. Nuestro país en el siglo XVIII estaba bastante atrasado en infraestructuras y poco poblado, no existía propiamente una economía nacional en el sentido de la comunicación ágil y efectiva de todo tipo de bienes y servicios. En cualquier caso se hicieron esfuerzos muy significativos con la creación de varias fábricas como la de porcelana del Buen Retiro, la de paños de Segovia o la de cristal de la Granja. El comercio con ultramar dejó de ser prerrogativa de Sevilla y Cádiz extendiéndose a otras ciudades portuarias.

Nicolas-Bernard Lépicié. El Patio de la Aduana. 1775. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.
Nicolas-Bernard Lépicié. El Patio de la Aduana. 1775. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Madrid.

          Igualmente se hicieron esfuerzos para paliar la mala situación demográfica, de hecho en    Andalucía se poblaron zonas desiertas. Bajo la denominación “Nuevas Poblaciones” se crearon varias feligresías y aldeas con colonos procedentes fundamentalmente de Alemania. El conde de Campomanes encargó el proyecto a Pablo de Olavide que fue nombrado Superintendente de las Nuevas Poblaciones de Andalucía y Sierra Morena. Según un artículo de su fuero: “El primer cuidado del Superintendente de dichas poblaciones debe estar en elegir los sitios en que se han de establecer, y en que sean sanos, bien ventilados, sin aguas estadizas que ocasionen intemperie; haciendo levantar un plan para que, de este modo, en todas las dudas que ocurran, tenga a la vista la posición material de los terrenos, y se pueda hacer cargo de ella.” El objetivo era reforzar y asegurar nuevas vías comerciales y tratar de acabar con la delincuencia que asolaba los caminos. España sentaba las bases para comenzar un proceso de modernización.

José Alonso del Rivero. Carlos III entregando las tierras a los colonos de Sierra Morena. 1805. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
José Alonso del Rivero. Carlos III entregando las tierras a los colonos de Sierra Morena. 1805. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid.

3 Comentarios

  1. Stella Cerón R dice:

    Me encantó este artículo, nos hace mas cercanos entre los pueblos del mundo y los tiempos también son mas cercanos, aun cuando parezcan muy lejanos. Gracias doctora Bárbara.

  2. Rafael dice:

    Muchos opinan que el mundo generado por la burguesía, cabeza e intérprete del tercer estado del orden estamental, no ha sido capaz de crear un arte de calidad y creatividad comparables al de la aristocracia cuando está merecía ese nombre. Tampoco la Iglesia ha estado a la altura en los dos últimos siglos, en la medida en que también ella fue aburguesándose y asumiendo los valores estéticos de la burguesía. Y eso a pesar de que el mundo moderno acopia riquezas inimaginables en periodos anteriores. Agradecería conocer la opinión de la autora al respecto y si está de acuerdo con este juicio, si le parece oportuno expresarla.

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