Bajo el título Charles James: más allá de la moda, el Museo Metropolitano de Nueva York dedicó una magna exposición a la figura del modisto, considerado el padre de la alta costura en Estados Unidos. La muestra fue precedida por la gala anual que se celebra en el museo, un evento crucial a nivel mundial en torno al mundo de la moda. La primera responsable, Diana Vreeland, catapultó dicha gala a cita imprescindible con la exposición El mundo de Balenciaga en 1973. Gracias a Anna Wintour, en la actualidad se ha convertido en el suceso más esperado del año obteniendo una dimensión internacional. La más mediáticas cantantes, actrices y celebridades acuden a la prestigiosa gala vestidas con creaciones únicas de alta costura.
Charles James (1906-1978) presentó su primera colección en Londres en 1929, siendo el único modisto americano que logró triunfar al otro lado del Atlántico. En su primera etapa de estudiante conoció al fotógrafo Cecil Beaton, que se convertiría en su mentor y amigo. Tras estudiar arquitectura y periodismo, se trasladó a Chicago donde abrió su primer taller de sombreros hasta que se adentró en la costura en 1928. Aunque James fue más conocido dentro de Estados Unidos, es considerado como uno de los más importantes creadores del siglo XX. Sus diseños fueron fuente de inspiración para Cristian Dior que afirmó: “es el mejor talento de mi generación” o Cristóbal Balenciaga, el cual opinaba de Charles James que era “el mejor y único couturier”.
Harold Koda, comisario del Costume Institute, le describe en una entrevista a WWD como: “Un diseñador único. Incluso aunque bucees en la historia de la Alta Costura francesa y los grandes diseñadores ingleses, James destacaba como una personalidad idiosincrásica, como uno de los pocos artistas que en vida sabían que su trabajo trascendería a la posteridad”. Su pormenorizado estudio del cuerpo humano, sus impresionantes creaciones en originales tejidos o sus originalísimas cremalleras le convirtieron en un número uno.
A caballo entre Inglaterra, su país de origen, y Estados Unidos, Charles montó su primera tienda de sombreros en Chicago. Procedía de una familia adinerada y estuvo bien relacionado con la clase alta americana. Sus espectaculares creaciones tardaban meses (e incluso años) en ser confeccionadas, pero sus clientas estaban dispuestas a esperar el tiempo que fuera necesario ya que cuando una dama lucía un vestido de James llevaba una pieza exclusiva, digna de la vitrina de un museo. El museo de Brooklyn posee una gran colección ya que por expreso deseo del modisto. se convirtió el destino de la mayoría de sus diseños.
Su producción fue escasa, solamente algo más de mil vestidos a lo largo de toda su carrera, creando algunos iconos como el “Taxi Dress” en 1933, destinado a las mujeres más dinámicas y cosmopolitas. Estaba diseñado de tal manera que permitía cambiarse de forma rápida dentro del vehículo y así estar perfecta en cada ocasión. Según apuntan los entendidos, fue víctima del perfeccionismo, sus vestidos no se entregaban a tiempo, negándose a trabajar bajo plazos, incluso se demoró tres años gastando 20.000 dólares en perfeccionar una manga. Evidentemente no era un diseñador con mentalidad empresarial, sino un genio creativo que sobrepasó límites insospechados hasta aquel entonces.
La última década de su vida transcurrió en una de las suites del hotel Chelsea de Nueva York, residencia de celebridades como Sid Vicious, bajista de los Sex Pistols, el escritor Mark Twain, el fotógrafo Robert Mapplethorpe o Madonna. Antes de morir le concedieron una beca para escribir su biografía, aunque solo dejó un título: “Beyond Fashion”, que es el mismo que Anna Wintour escogió para su retrospectiva. Cuenta la leyenda que James aleccionaba a sus clientas sobre cómo lucir sus arquitectónicas creaciones, molestándose si no seguían sus directrices. Los creadores son así, exigentes con su trabajo hasta límites insospechados. Generalmente sus modelos eran bastante pesados, incluso llegando a sobrepasar los diez kilos, caracterizándose por unos volúmenes muy originales y novedosos.
En palabras de Jan Glier Reeder: “La obra de James es diversa y compleja, el resultado de una fuerza creativa incansable que constantemente empujaba los límites de lo convencional y sus propios logros anteriores. Debido a que sus diseños tomaron muchas formas con innumerables variaciones, son difíciles de caracterizar o clasificar. Algunos son elegantes y atemporales, mientras que otros son extraños y controvertidos. Algunos incorporan la esencia de la modernidad, mientras que otros son versiones actualizadas de la moda victoriana.” El mérito de James estriba, no solo en haberse hecho a sí mismo, algo que admiran profundamente los americanos, sino un crear un signo distintivo propio y atemporal con una elegancia y glamour absolutamente fascinantes.
Fotos: © Condé Nast Digital Archive
Sostiene Juan Manuel de Prada que lo único importante y definitivo es el esqueleto. Supongo que no es esa la opinión de la autora.
Probablemente, aunque no lo único. Un cordial saludo.