“París es el gran centro de la fabricación de perfumería, que constituye un importante apartado de lo que se conoce como «artículos de París». Hay en esta capital ciento veinte perfumistas en activo que emplean alrededor de tres mil hombres y mujeres, y sus ingresos conjuntos pueden estimarse en no menos de cuarenta millones de francos anuales. La cantidad de artículos de perfumería que Francia exporta por sí sola anualmente sobrepasa los treinta millones de francos, siendo sus principales compradores Europa, América del Norte y América del Sur, en tanto que los clientes más habituales de la perfumería británica se encuentran en la India, China y Australia.

Junto al agua de Hungría, el perfume más antiguo que se utiliza en la actualidad es el agua de Colonia, que fue inventada en el siglo pasado por un boticario de esa ciudad. Sin embargo, puede elaborarse en cualquier otro sitio, ya que todos sus ingredientes proceden del sur de Francia y de Italia. Su perfume se extrae principalmente de las flores, hoja y fruto de la naranja amarga y otros árboles de la familia de los cítricos, que se mezclan adecuadamente y forman un compuesto armonioso. El vinagre de tocador es una suerte de avance con respecto al agua de Colonia, y contiene bálsamos aromáticos a los que se añade vinagre. El agua de lavanda se destilaba antiguamente con alcohol de flores recién cortadas, pero ahora se hace simplemente diluyendo el aceite esencial en alcohol que produce el mismo resultado con mucho menos coste. La más pura se hace con aceite inglés y la corriente con francés, que es considerablemente más barato, pero se distingue claramente por el aroma.

Los perfumes de pañuelo se componen de distintas formas; los mejores se hacen diluyendo en alcohol las pomadas o aceites obtenidos por medio de los procedimientos que acabo de describir. El resultado tiene el verdadero aroma de las flores enteramente desprovisto de olor empireumático propio de los aceites esenciales, pero como existen solamente seis o siete flores de las que pueden extraerse aceites esenciales y pomadas, el perfumista habrá de combinarlas para imitar el aroma de todas las demás flores. Esto puede considerarse como la parte verdaderamente artística de la perfumería, pues se lleva a cabo analizando las semejanzas y afinidades y mezclando los matices de olor del mismo modo que el pintor mezcla sus colores en la paleta. Así, por ejemplo, del heliotropo no es posible obtener ningún extracto, pero como tiene un fuerte olor a vainilla, usando ésta como base, junto con otros ingredientes, puede obtenerse una imitación perfecta, y así sucesivamente con muchos otros.

La rama más importante del arte del perfumista es la fabricación de jabones de tocador. Se suelen preparar a partir de los mejores jabones de sebo, diluyéndolos, purificándolos y aromatizándolos. También pueden hacerse siguiendo lo que se denomina el «procedimiento frio», que consiste en mezclar sebo con una dosis fija de lejía: Ofrece algunas ventajas a los perfumistas para producir un jabón delicadamente aromatizado, permitiéndoles usar como base una pomada o emulsión en lugar de sebo, lo que no podría hacerse con el otro procedimiento pues el calor destruirla la fragancia. No obstante, este jabón debe almacenarse algún tiempo antes de su uso, a fin de que la saponificacion se consume. El jabón en polvo conocido como crema de afeitar se obtiene sustituyendo el potasio por lejía y el jabón transparente mezclando jabón de sosa con alcohol. Recientemente ha aparecido otra clase de jabón transparente al que se ha incorporado glicerina en la proporción de un tercio frente a dos de jabón.

Los jabones de tocador ingleses son los mejores que se fabrican; luego vienen los franceses, pero, al no estar diluidos, nunca tienen la suavidad de los nuestros. Los peores son los jabones alemanes: el aceite de coco, que invariablemente constituye su base, deja un fuerte olor fétido en las manos, y también su bajo precio es un fraude ya que, al tener el aceite de coco dos veces más álcali que cualquier otra sustancia grasa, el jabón que se hace con él se gasta en seguida.

También se fabrican gran variedad de cosméticos, pomadas, champúes, dentífricos y otros artículos de tocador, pero son demasiado numerosos para ser descritos aquí en detalle; no intentaré comentar sus respectivos méritos, que, en gran medida, dependen de la habilidad del fabricante y de la pureza y adecuación de los materiales que emplea. El mayor avance introducido en estos productos recientemente ha sido la glicerina. Aunque esta sustancia fue descubierta en el siglo pasado, hace unos pocos años que los médicos reconocieron y apreciaron sus méritos, aplicándola a las enfermedades cutáneas, para las que constituye un remedio admirable. Los perfumistas empiezan ahora a hacerse cargo de sus maravillosas propiedades y a mezclarla con sus jabones y cosméticos.

La dispersión de perfumes por medio del vapor es también un avance reciente. Al hacer pasar una corriente a vapor a través de un extracto concentrado, éste separa las moléculas fragantes y las esparce en la atmósfera con rapidez y fuerza extraordinarias. Un teatro puede perfumarse de este modo en diez minutos, y, consiguientemente, un salón en mucho menos tiempo. Este sistema tiene la ventaja de purificar el aire y éste es el motivo por el que ha sido adoptado en algunos hospitales y otras instituciones públicas”.
Eugène Rimmel. El libro de los perfumes. Edición Hiperión. Madrid. 1902. pp.255-258. Libro reproducido a plana y renglón de la edición inglesa de 1840.