“En 1850 el general Narváez, presidente del Consejo de Ministros, anunció a las Cortes, el embarazo de Isabel II (1830-1904) y el dictamen médico según el cual ya se encontraba en el quinto mes de embarazo.

La monarca contaba en aquellos momentos diecinueve años y, a pesar de que la gestación se desarrolló con relativa calma, después de un parto de más de veinte horas la soberana alumbro a un robusto príncipe de Asturias, que acabó falleciendo a los poco minutos. Eso sí, tiempo más que suficiente para que pudiera recibir las aguas bautismales. El médico de cámara—José Figuer y Cubero— explicaría que la causa del óbito fue una posición viciosa del feto «en el acto de nacer», lo cual hace sospechar que se trataba de una situación transversa, ya que de haber sido de nalgas lo habría recogido tal cual en su informe.

Desde la perspectiva obstétrica actual, este desgraciado acontecimiento se habría podido evitar con la realización de una cesárea; sin embargo, no debemos olvidar que en aquellos momentos se desconocía la antisepsia, la vía de abordaje quirúrgico (laparotomía) estaba todavía en sus comienzos y la anestesia disfrutaba de una corta vida. Recordemos que el nacimiento de la cirugía con anestesia se había producido a mediados de octubre de 1846, hacía apenas cuatro años.

La siguiente gestación se produjo en 1851. El 27 de julio de ese año la reina, siguiendo su piadosa costumbre, visitó el santuario de Nuestra Señora de Atocha para implorar el feliz término de la misma. Ya entrada en el noveno mes recorrería durante días sucesivos nueve iglesias diferentes, acompañada en este periplo por su amadísimo esposo. Después de un parto largo, y cumpliéndose el conocido refrán «mala noche y parir hija», la reina alumbró una niña que Francisco de Asís, su esposo, mostraría en una bandeja de plata ante todos los cortesanos congregados en palacio. La recién nacida —a la que el pueblo español apodaría La Chata— fue nombrada automáticamente princesa de Asturias y bautizada días después con los nombres de María Isabel Francisca de Asís. Siguiendo las costumbres de la época, hubo un indulto general y se concedió multitud de gracias. Una vez la reina estuvo restablecida, su primera salida fue a la basílica de Atocha para agradecer en un solemne tedeum el feliz nacimiento. Aquella visita pudo terminar en tragedia, ya que la reina sufrió un intento de regicidio por parte del cura Merino.

En el siglo XIX todavía no se había inventado el plástico, por lo que los corsés estaban confeccionados de barbas de ballena. De hecho, se los conocía simplemente como «ballenas», ya que eran muy flexibles a tiempo que resistentes; Pues bien, Isabel Il acudió a la misa de parida con un corsé debajo del vestido. Terminada la celebración religiosa, se le acercó un cura simulando que le iba a entregar un presente; sin embargo, realmente se trataba de un activista liberal que, ante la sorpresa de los allí congregados, sacó un estilete de veinte centímetros, que había adquirido en el Rastro madrileño, y se lo clavó a Isabel II en el abdomen.

La fortuna quiso que las ballenas del corsé impidieran que la cuchillada fuese profunda, por lo que la reina quedó tan solo levemente herida y el autor del atentado fue detenido inmediatamente. La soberana fue asistida de urgencia por su médico de cámara y, con posterioridad, por el prestigioso cirujano Melchor Sánchez Toca, que tras un minucioso reconocimiento solicitó que le llevasen de inmediato ante el cura agresor. Una vez estuvo frente a él le preguntó si el estilete estaba impregnado en algún tipo de veneno o ponzoña. El cura le miró incrédulo al tiempo que respondió: «Torpe de mí, se me olvidó ese detalle». Ya solo le quedaría esperar la sentencia del garrote vil.
Para conmemorar la protección divina de Isabel II se creó el Hospital de la Princesa y en estos momentos el corsé descansa en alguna de las vitrinas del fondo reservado del Museo Arqueológico de Madrid. Todavía es posible ver en él dos manchas de sangre”.

Pedro Gargantilla Madera. Berta María Martín Cabrejas. Embarazos y partos de las reinas de España. De Isabel la Católica a doña Letizia. Madrid. La esfera de los libros. 2022. pp. 145-147.
Que bueno!! Que interesante!!!
Muchas gracias. Es un anécdota muy curiosa, con el aliciente de que se haya conservado el corsé. Un fuerte abrazo.