Sobre la brevedad de la vida


          “No tenemos poco tiempo, sino que perdemos mucho. La vida es lo bastante larga y, si toda ella se invierte bien, se concede con la amplitud necesaria para la consecución de la mayor parte de las cosas. Pero si transcurre entre exceso y negligencia, y no se emplea en nada bueno, sólo cuando nos oprime la última hora sentimos que se va lo que no comprendimos que pasaba. Lo que significa que no recibimos una vida breve, sino que la abreviamos; y que no somos indigentes de vida, sino derrochadores.

Antonio de Pereda. Alegoría de la vanidad. 1632-1637. Kunsthistorisches Museum. Viena.
Antonio de Pereda. Alegoría de la vanidad. 1632-1637. Kunsthistorisches Museum. Viena.

          Así como riquezas abundantes y propias de un rey, si caen en mal dueño, al momento se disipan, y una fortuna módica, si la lleva un buen gestor, crece al usarla, así nuestro tiempo de vida rinde mucho a quien lo administra bien.”

Felipe de Campaña Hacia 1671. Vanitas. Museo Tessé. Le Mans.
Felipe de Campaña. Vanitas. Hacia 1671. Museo Tessé. Le Mans.

          ¿Por qué nos quejamos de la naturaleza? Ella se ha portado con generosidad; la vida, si sabes usarla, es larga. Pero a uno lo domina la insaciable avaricia, a otro, el afán de ocuparse en quehaceres superfluos; uno se impregna de vino, otro se adormece en la inacción; uno se fatiga con la ambición siempre pendiente de los juicios ajenos, otro, metido de cabeza en la pasión de la milicia comerciar, recorre todas las tierras y mares a la redonda con la esperanza del lucro; a algunos los atormenta la pasión de la milicia, siempre pendientes de los peligros ajenos o ansiosos por los suyos; hay a quienes consume, en servidumbre voluntaria, el culto ingrato a los superiores; a muchos les absorbe el sentimiento de la fortuna ajena o la queja por la propia; a la mayoría, que no persigue nada determinado, la ligereza vaga, inconstante e insatisfecha de sí misma la precipita a nuevos planes; a algunos nada les gusta como meta, pero abrazan el destino del embotado indolente, de modo que no dudo de la verdad de la aseveración, dicha a modo de oráculo, del máximo de los poetas: «Es exigua la parte de vida que vivimos[1]». En verdad, todo el espacio restante no es vida, sino tiempo.

Francisco de Goya. La Verdad, el Tiempo y la Historia. 1797-1800. Museo Nacional de Estocolmo.
Francisco de Goya. La Verdad, el Tiempo y la Historia. 1797-1800. Museo Nacional de Estocolmo.

          Les urgen y acosan los vicios por todas partes, y no les dejan levantarse ni elevar los ojos para discernimiento de la verdad, sino que los aplastan inmersos y hundidos en la pasión. Nunca pueden volver en sí. Cuando, por ventura, les sobreviene cierta quietud, ellos, semejantes al mar de fondo donde perdura el oleaje después de viento, se agitan sin descansar jamás de sus pasiones. ¿Piensas que hablo de esos cuyas desgracias son patentes? Fíjate en aquellos cuya felicidad se acumula: les agobian sus bienes. ¡A cuántos les pesan las riquezas! ¡A cuántos les cuesta sangre su elocuencia y preocupación cotidiana por ostentar ingenio! ¡Cuántos palidecen en sus continuas pasiones! ¡A cuántos no les queda libertad, rodeados por la multitud de su clientela!

Quentin Matsys. El prestamista y su esposa. 1514. Museo del Louvre.
Quentin Matsys. El prestamista y su esposa. 1514. Museo del Louvre.

          Fíjate en todos estos, del más bajo al más elevado: éste apela, aquél comparece, ése prueba, aquél defiende, el de más allá juzga, y nadie está por sí, cada cual se consume por otro. Pregúntate por esos cuyos nombres se conocen, verás que se distinguen por estas señales: ése es servidor de éste, y éste lo es de aquél, ninguno lo es de sí mismo.

François Lemoyne. El Tiempo salva a la Verdad de la Falsedad y la Envidia. 1737. Wallace Collection.
François Lemoyne. El Tiempo salva a la Verdad de la Falsedad y la Envidia. 1737. Wallace Collection.

          Por otro lado, la indignación de algunos es el colmo de la insensatez: se quejan del desdén de sus superiores que no tienen tiempo de recibirlos cuando ellos lo desean. ¿Se atreve a quejarse por la soberbia ajena quien nunca tiene tiempo para sí? Con todo, quienquiera que seas, él te atendió una vez, con rostro altivo sí, pero prestó oído a tus palabras y te recibió a su lado. Tú nunca te has dignado mirar en ti ni escucharte. Así que no tienes por qué imponer a nadie esos servicios, pues lo cierto es que, al hacerlos, no querías estar con otro, sino que no podías estar contigo”.

Edwaer Collier. Bodegón de Vanitas con cáliz de Nautilus y busto. Colección particular.
Edwaer Collier. Bodegón de Vanitas con cáliz de Nautilus y busto. Segunda mitad del siglo XVII. Colección particular.

[1] El verso se ha atribuido a Homero y también a Virgilio, dada la relativa cercanía conceptual de Iliada, VI, 146 y de Eneida, X, 468. Pero la denominación «maximum poetarum» hace pensar que no se refiere a ellos, nombrados en otros pasajes de Séneca como «poetarum graecorum maximus» y «maximus vates» respectivamente. Como se trata en origen de un senario yámbico, es probable que se refiera al poeta épico Quinto Ennio.

Lucio Anneo Séneca. Sobre la brevedad de la vida, el ocio y la felicidad. Editorial Acantilado. Barcelona. 2013.

Seneca, Lucio Anneo. Córdoba, 4 a. C. – Roma, 65. Filósofo estoico hispano.