Las santas de Zurbarán


          “Casi siempre que se habla de la pintura de Zurbarán se destaca en su obra, como algo especialmente realista, el grupo de cuadros que representan santas vírgenes y mártires. Con sentido anacrónico aparecen ataviadas según las modas de la época, sin que por ninguna parte, fuera de los atributos, se perciba el deseo de aminorar esa impresión que habían de producir de ser mujeres de aquel tiempo. En verdad que esta superposición o cruce del mundo de lo sobrenatural y de la realidad cotidiana no es nada extraño en nuestro barroquismo, tanto artístico como literario. Pero pensemos en que la impresión de retratos que nos producen hoy debía ser aún más acentuada para el espectador de entonces. Porque, además, es rara la figura de estas santas que está animada de verdadera religiosidad; y cuando este sentimiento aparece, es más por el sentido general de la pintura zurbaranesca, por su especial visión de luz, emoción y ambiente, que por lo puramente expresivo. Esto es: si hay religiosidad, es porque el artista tiende a penetrarlo todo de un sentido ascético y monacal, que es cosa casi consustancial a su visión artística.

Francisco de Zurbarán. Santa Apolonia. Segundo cuarto del siglo XVII. Museo del Louvre. París.
Francisco de Zurbarán. Santa Apolonia. Segundo cuarto del siglo XVII. Museo del Louvre. París.

          ¡Resulta verdaderamente paradójico, a primera vista, que el pintor de frailes, de ascetas y de místicos se convierta en el pintor de la mujer de sociedad! y, concretamente, que el pintor de desnudas túnicas y ásperos hábitos, sea también el de las ricas telas y costosos bordados. Así nos da, como ningún otro artista, el máximo contraste entre la austeridad y la frivolidad: lo humilde y sobrio junto a lo rico y suntuoso. Y preguntamos ahora: ¿Puede explicarnos su tendencia realista la aparición de estas galas y riqueza de la mujer de su tiempo? ¿No pudo pintar a estas santas con rostros lo mismo de humanos, pero con algo del aspecto y hábitos que les correspondía como tales? Aunque hubiera sido conforme a las modas del tiempo, en cuanto a corte y modelos. No es lo extraño, pues, el que aparezcan con rostro que nos acuse ser los rasgos concretos de la mujer que le sirvió de modelo; eso había de ser lo normal y dominante en un artista que acostumbraba a estudiar hondamente el natural.

Francisco de Zurbarán. Santa Dorotea con un cesto de manzanas y rosas. Hacia 1648. Colección Particular.
Francisco de Zurbarán. Santa Dorotea con un cesto de manzanas y rosas. Hacia 1648. Colección Particular.

          Desde el Renacimiento es frecuente, sobre todo en figuras secundarias, ver aparecer rostros que corresponden ya al pintor, ya a algún familiar o amigo suyo; y esto, en toda clase de asuntos. Pero este fenómeno se acentúa en el Barroco, respondiendo a la tendencia general de exaltación del individuo de que gusta la época. Por este camino se llega hasta llevar los rasgos humanos concretos e individualizados a alguna de las figuras fundamentales, aunque éstas fueran las de Cristo o la Virgen. Por esto, el Romanticismo, que en su fondo sentía latir una espiritualidad análoga a la barroca, y que aspira a la identificación y confusión de Arte y Vida, lleva a su extremo, en Crítica y Literatura, el deseo de querer descubrir en los lienzos, figuras y rostros que retraten al pintor, sus familiares, sus amores o sus odios. Así, todavía Max Nordau quiere descubrir en esas Santas de Zurbarán alguno de sus amores. «Es seguro —dice— que algunas Madamitas jóvenes y bien vestidas, hubieron de despertar, en ocasiones, su voluptuosidad secreta».

Francisco de Zurbarán. Santa Margarita de Antioquía. 1630-1634. National Gallery. Londres.
Francisco de Zurbarán. Santa Margarita de Antioquía. 1630-1634. National Gallery. Londres.

          Pero, por otra parte, aunque caiga en ese error tópico, tan común en la interpretación de muchos aspectos de nuestra religiosidad, atina en cierto modo al concluir que sólo tienen el título de santas. Para nosotros es algo indudable que, en general, estos lienzos son verdaderos retratos de damas de la época; y decimos retratos, en el sentido de que no fue intención del pintor realizar un cuadro religioso, sino solamente retratar a una dama con los atributos de santa. Es claro que, en ciertos casos, pudo concebir el cuadro religioso conforme a este tipo, y así, en alguna ocasión, sorprendemos cierto asomo de sencillez y religiosidad buscada; pero esto no es lo dominante.

rancisco de Zurbarán. Santa Isabel de Portugal. Hacia 1635. Museo Nacional del Prado. Madrid.
Francisco de Zurbarán. Santa Isabel de Portugal. Hacia 1635. Museo Nacional del Prado. Madrid.

          En cuadros religiosos de cualquier pintor de la época, de un Rubens o un Rembrandt, por ejemplo, podemos descubrir claramente el modelo y referirlo concretamente al rostro de la mujer del artista; pero casi siempre la intención fue exclusivamente crear una obra religiosa. Mas en éstos de Zurbarán, como en tantos mediocres que repiten el tipo, en un todo están concebidos como retratos, si bien respondiendo a un nuevo tipo de retrato propio del Barroco español, muy acorde con la espiritualidad contrarreformista. De no admitirlo así, no podríamos explicarnos por qué representa a Santa Casilda, no conforme a un momento y tipo único, sino una vez como niña y otra como mujer. Sólo al considerarlos como retratos podemos encontrarle explicación. Así, Zurbarán, aunque sea siguiendo una corriente o moda de entonces, lo que hace es iniciar un tipo de retrato envuelto en aspecto y ambiente de religiosidad, pues no se trata, a nuestro entender, repetimos, del cuadro religioso mundanizado, como en general se viene considerando, sino precisamente de lo contrario. Es más: para nosotros hay en la concepción de estos retratos a lo divino un sentido moralizador y pesimista conforme al sentir de nuestro barroquismo.”

Emilio Orozco Díaz. “Para la interpretación de un tema de la pintura de Zurbarán”. Arte Español Revista de la Sociedad Española de Amigos del Arte. 1942. pp. 3-5.