“Empresa ardua la de definir la moda en el momento actual; lo que es absolutamente cierto es que se lleva todo lo que sienta bien. No sé si el invierno próximo se adoptará la muselina y el velo, pero lo que es indudable es que este verano se lleva bastante terciopelo, mucho moaré y no poco raso. Hay que reconocer que los fabricantes, sin duda por un sentimiento de humanidad, hacen esas telas algo más ligeras que para los tiempos fríos.
Algunas casas confeccionan magníficos abrigos para salir en carruaje, con el centro de la espalda y las mangas de terciopelo, y todo lo demás es una confusión, una mezcolanza de encaje y de azabache mordorado[1], de redes de cuentas, etc., etc. El forro es de seda ligera sombreada. Estas confecciones podrían llamarse con razón un potpurrí.
La misma confusión reina en los vestidos; se ve fraternizar el bullón con el tableado; la banda, con los pliegues, dobles o escoceses, y el panier[2], con toda clase de guarniciones. El bordado rivaliza con el encaje, y el vestido plano y los paniers voluminosos se combinan a menudo.

Lo que es precioso es la variedad infinita de manteletas, mantillas y esclavinas, que pueden tomarse indistintamente unas por otras; es decir, que la mantilla tiene algo de manteleta, y esta de esclavina, o viceversa. Las hay que por detrás forman una esclavina larga, abierta en medio, por encima de la cintura, mientras que por delante los picos van fruncidos cortos y acornados con una infinidad de lacitos. Otras son verdaderas esclavinas cortas, con dos pinzas en los hombros, y tres o cuatro hileras de encaje de España, muy fino, ciñendo los brazos y yendo por delante a terminar bajo unas ondas de cintas estrechas, con doble hebilla. La banda antigua reaparece; se la hace generalmente de encaje o de muselina de seda con lunares, tan guarnición de espuma.
Otro género de confección ligera consiste en una especie de aplicaciones de azabaches, puestas en medio de la espalda y en el pecho, y adicionadas de unos volantes anchos de encaje de Chantilly, que van cosidos y formas fichú[3] terminado en punta. Con volantes de encajes antiguos se puede confeccionar fácilmente una prenda de ese género, poniendo adernos y encajes sobre un fondo de tul grueso negro, cortado por un patrón de esclavina y ajuste do al cuerpo.

Debo anunciar, con cierta inquietud, a mis lectoras la resurrección de la torneure[4], miriñaque[5] modificado, bastante voluminosa y que se lleva solamente detrás de la falda. ¿Estamos tal vez condenadas a ver nuevamente el absurdo reinado de los muelles de acero? Pero, como nada en materia de modas reaparece exactamente de la misma manera, yo me pregunto qué va a suceder y qué nueva investigación vamos a tener que llevar, y por ende a colmar de alabanzas, como lo más lindo y lo más elegante del mundo. Ciertos trajes, como los vestidos de baile de prolongada cola, tienen necesidad de sostén para que no queden reducidos a un trapo y para mostrar la belleza de las telas: pero en los vestidos cortos confieso que no veo es necesidad absoluta.

De la tournare al corsé la distancia no es considerable. Diré dos palabras del corsé en general, y del corsé de tal grueso doble en particular. Este corté, ligero y flexible no tiene precio para descansar y parecer encorsetada cuando hace calor y no se puede soportar el raso ni el dril. Un corsé bien hecho es hoy prenda indispensable para que los corpiños vayan bien. Cuando no se puede soportar ni si quiera el corsé de tul, se recurre al corsetillo o brassiere de seda o dril fino, de que he hablado ya en una de mis cartas y que se puede poner, si se quiere, debajo de la camisa. Esta brassiere sostiene sin oprimir, y permite llevar, sin otro corse, un corpiño guarnecido de ballenas. Escuso decir que aconsejo su uso sólo como reposo, y no de una manera permanente, a no ser en caso de padecimiento.
Algunos informes, para terminar, sobre las medias. Llévanse mucho las de seda color ficelle[6], que es un color crudo algo sonrosado, muy lindo, y que sienta bien con todos la trajes y no se ensucia demasiado pronto, Los costados y el empeine del pie son calados: en punto seda medias éstas son las más arregladas. No hablaré de las medias de encaje, lujo inútil, bueno para las extravagantes o las que aspiran a distinguirse de todos modos. Por lo demás, como todo el mundo no puede llevar medias de seda, las hay también de seda y algodón, aprecios accesibles, y que reproducen los mismos colores, así como de hilo de Escocia tan fresco y duradero.”
V. de Castelfido. “Revista de modas”. La Moda elegante ilustrada: periódico de las familias. Madrid, 14 de junio de 1882. p.176.

[1] Marrón rojizo.
[2] Crinolina: Ahuecador de faldas.
[3] Especie de capa o pañoleta que como adorno o abrigo usaban o usan a veces las mujeres para cubrirse los hombros.
[4] Giro, torsión.
[5] Polisón: Armazón que, atada a la cintura, se ponían las mujeres para que abultasen los vestidos por detrás.
[6] Cadena.