
Durante la Edad Moderna existieron en España burdeles públicos sujetos a una serie de disposiciones por parte de las autoridades. Se llamaban mancebías y los había en todas las ciudades principales y en las que tenían universidad, ya que eran frecuentados por los estudiantes. Los burdeles eran vigilados constantemente por alguaciles y no se permitía entrar en ellos con armas como puñales o dagas. Tampoco estaba permitido que tuvieran taberna lo que muchas veces no se cumplía y era frecuente que las hubiera alrededor. Contrariamente a lo que nos pueda parecer, en ocasiones los dueños de estos negocios podían ser gente importante y supuestamente honorable, mientras los que regentaban el establecimiento eran llamados padre o madre por las trabajadoras (¡qué ironía!). Ejemplo de ello es La Celestina en la que las dos rameras que tiene la vieja a su cargo la llaman madre. Este tipo de anciana oportunista no es una fantasía del escritor, era un personaje real de aquella sociedad.

En cuanto al ingreso en la citada “profesión”, era preciso seguir una serie de normas. La joven que quisiera entrar en un burdel debía presentarse al juez de su barrio y cumplir una serie de requisitos que atestiguasen ser mayor de 12 años, haber perdido la virginidad y ser huérfana o de padres desconocidos, es decir encontrarse desamparada y sin medios para subsistir. Evidentemente muchas mujeres se veían abocadas a la prostitución debido a la miseria, y aunque las que vendían su cuerpo solían provenir de las capas más bajas de la sociedad, lógicamente había rangos. La amancebada convivía con un hombre, las llamadas “mujeres de amor” eran independientes y frecuentadas por hombres con posibles, mientras que las cortesanas tenían cierta posición. Bajando el escalafón estaba la ramera que vivía en la mancebía y la simple buscona o cantonera que ofrecía sus servicios en plena calle.

Durante el siglo XVI Sevilla fue la ciudad más importante de nuestro país, un gran emporio comercial con una superpoblación que necesitaba una solución apremiante en este sentido. De esta manera fue la capital hispalense en 1553, la primera ciudad española donde se establecieron una serie de normas que debían cumplir las casas de mancebía, entre las cuales se disponía que cada ocho días los médicos reconocerían a las meretrices y si había alguna enferma sería enviada al hospital. El establecimiento también era inspeccionado periódicamente por el cabildo (ayuntamiento) para comprobar que todo estuviera en orden. No se podía trabajar en días festivos ni en cuaresma. Por otro lado, si la prostituta estaba libre de cargas y deseaba abandonar la profesión podía hacerlo. En 1570 estas ordenanzas pasaron al resto de Castilla.

El burdel más famoso de Sevilla se llamaba El compás y estaba extramuros en la zona del Baratillo (actualmente calle Castelar), su origen se remontaba al siglo XIV. Se sabe que en el siglo XVII estaba dividido en habitáculos y que cada prostituta pagaba un real y medio al día de alquiler. Durante el reinado de Felipe IV el negocio se cerró, pero no definitivamente como querían las autoridades, sino que se trasladó fuera de la puerta de Triana. A lo largo del siglo XVII se intentó por todos los medios erradicar las casas de mancebía por medio de decretos y pragmáticas, pero nada se pudo hacer. Se abrieron burdeles ilegales por todo el país con lo que el problema se agudizó.

Hay constancia de un hecho que nos ha parecido muy curioso, durante la Semana Santa el ayuntamiento de Madrid obligaba a salir a las prostitutas de la ciudad. Un regidor era encargado de recogerlas, pero como no podían ganarse el sustento el mismo ayuntamiento consideraba apropiado costearles la estancia hasta el sábado Santo en el que podían regresar a sus quehaceres (no fue un hecho aislado en la capital, sino que sucedió en toda Castilla). También estaba fijado como debía ser su indumentaria, que consistía en una mantilla corta de color amarillo o azafranado y en un medio manto negro. Durante el Antiguo Régimen las personas vestían conforme al estamento social al que pertenecían. La ropa debía dar una información precisa acerca del individuo y por dicho motivo las rameras eran identificadas por este tipo de prendas.

Magnifico y entretenido blog.Barbara me encanta. Un beso
Me alegro que te guste. Publico un artículo cada semana o diez días. En principio voy a hablar un poco de todo lo que se me vaya ocurriendo, aunque habrá mucha presencia de indumentaria antigua (tema de la tesis doctoral que estoy realizando) y de la historia de la mujer.
Si te apetece te puedes suscribir al blog.
Muchas gracias por leerme y un abrazo.
Un blog interesantísimo. Me suscribo
Muchísimas gracias por hacerte seguidor de «Arte y demás historias».
Bárbara, no dejo de aprender cosas contigo !!!!!!!
¡Muchas gracias Mercedes!
Un fuerte abrazo.
Me apasiona Barbara!!!! No dejes de escribir. Un beso.
¡Con lectoras como tu desde luego! Me das unos ánimos que para que.
Hoy se ha publicado otro artículo, esta vez es mas personal….como si dijéramos.
Besos.
El mantón oscuro propio de las prostitutas de entonces, de color negro o pardo, dió origen a la expresión «ir de picos pardos».
ìQue interesante! No tenia ni idea.
Muchas gracias.
Buenas Bárbara , hace un rato acabo de descubrir tu blog. Te felicito y te doy las gracias por él. Pues me gusta leer sobre muchos temas pero me canso y aveces me aburro si los textos son demasiado largos, por lo que has conseguido crear un magnifico blog para las personas que les guste leer de esa manera. UN SALUDO 🙂 y sigo leyendo las demás entradas un ratito más ^^
Un tema muy interesante de la vida diaria en aquella epoca. Me pregunto si en las provincias de ultramar seria igual ?