Felipe V: pasiones y desgracias de nuestro primer Borbón (II)


Miguel Jacinto Meléndez. Felipe V cazador. 1712. Museo Cerralbo. Madrid.
Miguel Jacinto Meléndez. Felipe V cazador. 1712. Museo Cerralbo. Madrid. 

         Felipe V y su gobierno emprendieron la tarea de modernizar España, nación que por desgracia no gozaba de buena prensa en el resto del continente. Nuestros antepasados tenían fama de soberbios y arrogantes, este defecto no sólo se nos achacaba fuera de nuestras fronteras sino también dentro. El escritor Baltasar Gracián afirmó en El criticón (1651):

         “La Soberbia, como primera en todo lo malo, cogió la delantera. Topó con España primera provincia de la Europa. Parecióla tan de su género que se perpetuó en ella. Allí vive y allí reina con todos sus aliados, la estimación propia, el desprecio ajeno, el querer mandarlo todo y servir a nadie, hacer de Don Diego y vengo de los godos, el lucir, el campear, el alabarse,…”. Según podemos ver a diario en los medios de comunicación parece que llegados al siglo XXI la cosa no ha mejorado mucho en este sentido.

    Verdaderamente España era bastante desconocida, sus súbditos se asimilaban a los arquetipos trazados en El Lazarillo, El Buscón o La Celestina: una caterva de gentes de poco bien, pendencieros y supersticiosos. Un país atrasado, lleno de vagos y fanáticos en comparación con la racional y próspera Europa. Felipe de Anjou, quiso dotar al país de las instituciones que ya funcionaban hacia tiempo en Francia. Comenzó un lento pero eficaz proceso de modernización para proteger e impulsar el comercio y la industrialización. En 1702 y 1703 se abrieron fábricas de paños en Chinchón, Talavera y las primeras de algodón en Cataluña. En realidad se inauguraron fábricas de tejidos por toda España, por citar algunos ejemplos significativos cabe destacar en 1704 la fábrica de tapices de Madrid, en 1705 de paños en Calahorra y San Fernando, en 1723 la de Segovia.

          La fábrica de paños de Valdemoro fue fundada en 1710, para trabajar en ella se mandó a veintisiete obreros flamencos; lo mismo ocurrió con la de paños de Guadalajara donde fueron empleados obreros holandeses. La incipiente industrialización española no debe entenderse sin el severo proteccionismo borbónico ya que dispusieron una serie medidas con el fin de impulsar nuestra industria textil, un motor económico clave en la época. A pesar de las medidas proteccionistas y de fomento de las materias producidas en España, paradójicamente, los mismos Reyes continuaron encargando su vestimenta a París, e incluso la “canastilla” del Príncipe de Asturias fue confeccionada en Francia.

Palacio de La Granja de San Ildefonso. Segovia.
Palacio de La Granja de San Ildefonso. Segovia.

          Una de las iniciativas que le podemos agradecer a Felipe V es la construcción del Palacio de la Granja, un lugar por el que sintió una honda predilección y que concibió como un retiro. El monarca frecuentaba los reales montes de Valsaín para cazar. Se prendó del paisaje y de la riqueza cinegética de la zona decidiendo levantar un palacio en el lugar en que se encontraba la ermita de San Ildefonso; para ello adquirió a la comunidad de monjes del Parral la granja-ermita, la hospedería y terrenos circundantes. El palacio de la Granja es un pequeño Versalles que se encuentra en la provincia de Segovia. El rey se hizo con una importante colección de obras de arte de todo tipo para su decoración. Su faceta como coleccionista resulta de gran interés ya que engrandeció las Colecciones Reales con diversas adquisiciones entre las que cabe destacar la colección de escultura de la reina Cristina de Suecia y una importante número de pinturas de maestros italianos. Por otro lado, heredó de su padre el Gran Delfín el llamado Tesoro del Delfín, una magnífica colección de piezas de artes decorativas de los siglos XVI y XVII que podemos admirar en el Museo del Prado. 

Fuente de los baños de Diana. Jardines de la Granja de San Ildefonso.
Fuente de los baños de Diana. Jardines de la Granja de San Ildefonso.   

          Volviendo al palacio de La Granja, no podemos obviar sus jardines, un espléndido ejemplo de paisajismo francés. Éstos fueron diseñados por el jardinero francés René Carlier, que usó las pendientes naturales de las colinas que circundan el palacio como ayuda para la perspectiva visual y como fuente de energía para hacer brotar el agua de cada una de las veintiuna fuentes monumentales que decoran el parque. Al contrario que en los jardines de Versalles, donde hubo serias dificultades para conseguir la presión del agua para las fuentes, en el Palacio de la Granja se utilizó la propia pendiente natural del terreno para conseguir una presión no vista hasta entonces en la época lo que permite que algunas fuentes superen los 40 metros de altura. La Fuente de los Baños de Diana fue la última en ser levantada, no se escatimaron medios para realizarla. Se cuenta como anécdota, que Felipe V después de verla funcionar exclamó:
«Tres minutos me has divertido pero tres millones me has costado« (Tres millones de reales de vellón).

Real Fabrica de Cristales de la Granja. Cúpula y horno
Real Fabrica de Cristales de la Granja. Cúpula y horno.

            Durante el mandato de nuestro primer Borbón se crearon una serie de instituciones que todavía perviven. En 1713 se creó la Real Academia Española, en 1730 la Junta de Jurisprudencia Práctica. En 1734 la Real Academia de Medicina. En 1738 la Real Academia de la Historia. En la primera cláusula de su documento fundacional indica que su objetivo residía en: “el purgar nuestra historia de las fábulas, y de ilustrarla por medio de datos seguros”.   En 1727 se construyó la fábrica de cristal de la Granja de San Ildefonso. El edificio es una de las mejores representaciones de la industria europea del siglo XVIII. La fábrica no fue rentable ya que sus piezas se vendían por debajo de su valor por lo que siempre requirió ayuda estatal. La fundación de las Reales Fábricas comenzó tras la Guerra de Sucesión dentro de una serie de medidas económicas que trataron de mejorar la balanza exterior y ser menos dependientes del extranjero, fundamentalmente de Inglaterra y Francia. La falta de iniciativa privada impulso una acción tutelar del Estado mediante una política intervencionista.

          En 1712 se abrió la Real Biblioteca (precedente de la actual Biblioteca Nacional), que era pública y recibía constantemente libros de Francia. Otro de los avances significativos durante el siglo XVIII fue la extensión de la enseñanza primaria, casi todos los municipios contaban con una escuela costeada por los vecinos o a cargo de fundaciones particulares. Los profesores eran de todo tipo ya que todavía no existían unos estudios reglados y destinados a ejercer dicha profesión. En los pueblos pequeños esta función estaba desempeñada por el sacristán.

Miguel Jacinto Meléndez. Felipe V. 1727. Biblioteca Nacional de España.
Miguel Jacinto Meléndez. Felipe V. 1727. Biblioteca Nacional de España.

         Para comenzar a tratar el perfil de Felipe V diremos que fue un hombre sumamente tímido, devoto, falto de confianza en sí mismo y gran entusiasta de las artes y la música. Por desgracia, estuvo aquejado de terribles depresiones; según relatan las crónicas alternaba periodos de gran actividad con otros de profunda tristeza. Paradójicamente, fue llamado Felipe “El Animoso” ya que reveló gran coraje cuando acudió al frente. En 1701 comenzó a padecer ataques depresivos, desde su llegada a España comenzó a tener problemas para acudir a tiempo a sus obligaciones lo que defraudó mucho. Ese mismo año se firmó su compromiso matrimonial con su prima segunda María Luisa Gabriela de Saboya. Su vida en común no empezó muy bien, la joven princesa italiana de tan sólo 14 años estalló en llanto pidiendo volver a su país y se negó a recibir al rey por la noche. Felipe V se sintió muy agraviado al verse rechazado por su mujer y la noche siguiente le pagó con la misma moneda. Afortunadamente el matrimonio tuvo muy buena sintonía, en palabras del embajador francés: “la reina va a gobernar a su esposo sin que sea posible evitarlo”. En una carta a Luis XIV la misma reina escribía: “Creo poder decir sin faltar a la modestia, Señor, que yo amo apasionadamente al rey; así que no sabría separarme de él, más que con un extremo dolor”. El matrimonio estuvo muy unido, dormían no sólo en la misma habitación sino en la misma cama, algo al parecer insólito en la corte española. La pareja no consentía en separarse aunque estuvieran enfermos.

Miguel Jacinto Meléndez. María Luisa Gabriela de Saboya. Hacia 1712. Museo Lázaro Galdiano.
Miguel Jacinto Meléndez. María Luisa Gabriela de Saboya. Hacia 1712. Museo Lázaro Galdiano.

         La maldición de la Casa de Austria por la falta de herederos varones llegó a su fin con la nueva dinastía. María Luisa Gabriela de Saboya, murió joven después de doce años de reinado y de haber tenido cuatro hijos varones, entre ellos, los futuros Luis I y Fernando VI. La reina fue muy querida y considerada por el pueblo, ya que a pesar de su juventud demostró fuerza y resolución al asumir la regencia por encontrarse su marido en el frente, además de la crucial cuestión de asentar la dinastía. El rey al enviudar cayó en una profunda tristeza.

Jean Ranc. Isabel de Farnesio, reina de España. 1723. Museo del Prado.
Jean Ranc. Isabel de Farnesio, reina de España. 1723. Museo del Prado.

         Los destinos de Isabel de Farnesio y Felipe de Borbón se unieron en 1714. El rey había enviudado hacía unos meses y a pesar de tener la sucesión asegurada, se decidió a contraer matrimonio de nuevo. Felipe V era profundamente religioso, educado en una piedad excesiva no contemplaba las relaciones íntimas fuera del matrimonio. Pérez Samper afirma en su biografía sobre Isabel de Farnesio:

         “Como su abuelo, don Felipe fue un hombre con grandes necesidades sexuales (…) a pesar del ambiente en el que había crecido en Versalles, no siguió el ejemplo de la mayoría de sus parientes. Tener amantes no era para él. Hombre de una sola mujer, no tuvo relaciones antes de casarse ni en su breve etapa de viudez, y fue completamente fiel a cada una de sus dos sucesivas esposas. Las amaba y cumplió con sus deberes conyugales, de manera obsesiva, casi excesiva”.

         Isabel de Farnesio contrajo la viruela a los 18 años, una enfermedad que hacía estragos en la época. Logró superarla pero su cara y brazos llevaron para siempre la marca de su paso. La formación de la princesa parmesana fue bastante esmerada ya que aprendió varias lenguas aparte de lo básico: leer, escribir, costura y bordado. Conoció bien el latín, el alemán (su idioma materno) y el francés. Recibió además clases de pintura y de música, aprendió a tocar el clave, siendo como buena italiana muy aficionada a la opera. Las crónicas de la época no nos dejan muy claro cómo era su físico ya que se contradicen. Sí parece que era alta y delgada aunque con los años cogió mucho peso debido a los sucesivos partos y su afición a la buena mesa.

Jean Ranc. La familia de Felipe V. 1723. Museo Nacional del Prado. Madrid.
Jean Ranc. La familia de Felipe V. 1723. Museo Nacional del Prado. Madrid.

         La boda por poderes entre el rey de España y la princesa italiana se celebró el 16 de septiembre de ese mismo año en la catedral de Parma. Isabel salió del templo convertida en reina de España. Ya pisada la península y mientras el ansioso monarca esperaba a su mujer en Guadalajara, se decidió que la princesa de los Ursinos (dama francesa con gran influencia en la corte y que había sido Camarera Mayor de la difunta reina) iría al encuentro de doña Isabel. Las dos mujeres se vieron por primera y última vez, en el castillo de Jadraque un gélido 23 de diciembre. No se sabe a ciencia cierta lo que ocurrió, algunos apuntan a que la posibilidad de que la princesa tratara con condescendencia a la reina, o tal vez, le dijo algo que le ofendió. En cualquier caso y sin conocer como respiraba su marido en el asunto, llamó a la guardia y puso de patitas en la calle a la anciana obligándola a abandonar España sin dilación. En palabras de Pérez Samper:

         “Isabel de Farnesio no estaba dispuesta a tolerar rivales. Ella era la reina y, después del rey, la persona que tenía mas derecho a ejercer el poder (…) Felipe desempeñó un papel pasivo permitiendo al menos, el destierro de la princesa sin una sola palabra de agradecimiento o de despedida (…) Al rey todo le era debido, pero el rey no debía nada a nadie, ni siquiera a la Ursinos”.

         A juzgar por su temerario comportamiento, la parmesana llegó a España pisando fuerte. Este suceso no debe ser considerado una simple anécdota en la vida cortesana. Despedir con cajas destempladas a la princesa de los Ursinos suponía comenzar a desligarse de la influencia francesa, después de ella otros tantos cargos de responsabilidad corrieron la misma suerte. Comenzaba una nueva etapa en la monarquía española con una fuerte y enérgica Isabel al lado de su rey y señor, al que dio siete hijos y sobrevivió nada menos que veinte años.

Jean Ranc. Luis I, rey de España. 1724. Museo del Prado. Madrid.
Jean Ranc. Luis I, rey de España. 1724. Museo del Prado. Madrid.

          Tal y como se ha venido comentando, Felipe V padecía fuertes ataques depresivos. Las tareas de gobierno le resultaban una carga tan pesada y tal era su desinterés y abulia que decidió abdicar en 1724 a favor de su hijo mayor Luis para retirarse a su palacio de La Granja de San Ildefonso. Una abdicación en aquellos tiempos era algo inaudito, el texto reza lo siguiente:

          «Habiendo considerado de cuatro años á esta parte con alguna particular reflexión y madurez las miserias de esta vida, por las enfermedades, guerras y turbulencias que Dios „ ha sido servido enviarme en los veinte y tres años de mi reinado, y considerando también que mi hijo primogénito Don Luis, Príncipe jurado de España, se halla en edad suficiente, ya casado y con capacidad, juicio y prendas bastantes para regir y gobernar con acierto y justicia esta Monarquía. He deliberado apartarme absolutamente del gobierno y manejo de ella, renunciándola con todos sus Estados, Reinos y Señoríos en el Príncipe Don Luis, mi hijo primogénito, y retirarme con la Reina, en quien he hallado un pronto ánimo y voluntad á acompañarme gustosa á este Palacio y Retiro de San Ildefonso, para servir á Dios, y desembarazado de «estos cuidados pensar en la muerte y solicitar mi salud. Lo participo al Consejo, para que en su vista avise donde convenga y llegue á noticia de todos. En San Ildefonso á 10 de Enero de 1724.

          Desgraciadamente para Felipe V, Luis I murió unos meses después a causa de la viruela por lo que muy a su pesar tuvo que reasumir sus funciones. Isabel de Farnesio no gozó de buena fama ni del cariño de su pueblo, fue una mujer sumamente ambiciosa que al tener una gran ascendiente sobre su marido, dispuso de muchas cuestiones a su antojo. Su pasión por la belleza le llevó a formar una espléndida colección atesorando a lo largo de su vida más de novecientos cuadros que fueron marcados con una blanca flor de lis, emblema de la familia Farnesio. Hasta el siglo XVIII las pinturas de la Colección Real no fueron marcadas, las personas a su cargo la supervisaban a través de los inventarios de bienes. El primer rey en marcar su colección particular fue Felipe V para lo cual adoptó el emblema de la Casa Ducal de Borgoña, una cruz en forma de aspa. La necesidad de tener mejor controladas las pinturas vino dada a raíz del pavoroso incendio del Alcázar de los Austrias que se produjo el día de nochebuena de 1734. El palacio, que era la residencia principal de la familia real española y la sede de la corte, quedó reducido a cenizas. Su exterior era sobrio pero albergaba tal vez la mejor colección de pintura de la época, formada por unos dos mil cuadros de los mejores artistas que había dado Europa hasta el momento. Se estima que se perdieron unas quinientas pinturas además de un sinfín de obras de arte de todo tipo.

          En 1729 tras la boda del príncipe de Asturias con la infanta portuguesa Bárbara de Braganza, la corte se trasladó a Sevilla. La entrada del séquito real se hizo por el puente de Barcas entrando a la ciudad por la Puerta de Triana. El Alcázar se convirtió en la residencia de los reyes durante casi cinco años. En la capital hispalense doña Isabel descubrió a Murillo y quedó absolutamente fascinada, le gustaban mucho sus temas y con su propio dinero compró varias obras del maestro sevillano. Esta pasión por Murillo le duró toda su vida. A la muerte del Cardenal Molina, Presidente del Consejo de Castilla, en 1744 aprovechó la oportunidad para adquirir La Sagrada Familia del pajarito que se convirtió en su cuadro predilecto y que siempre la acompañaba. Isabel de Farnesio falleció en 1768 dejando en España una impresionante colección de pinturas de las cuales trescientas cincuenta y una se encuentran en el Museo del Prado y otras tantas en los diversos palacios reales hoy pertenecientes a Patrimonio Nacional.

Bartolomé Esteban Murillo. La sagrada familia del pajarito. Hacia 1650. Museo del Prado. Madrid.
Bartolomé Esteban Murillo. La sagrada familia del pajarito. Hacia 1650. Museo del Prado. Madrid.

          La enfermedad mental del rey fue agravándose con el tiempo, de tal manera que pasaba días enteros sin salir de la cama preso de una gran tristeza, sin querer lavarse, dormía de día y estaba despierto de noche, obsesionado con la muerte y con un comportamiento absolutamente disparatado. Por desgracia durante su estancia en el Alcázar Felipe V sufrió una de sus crisis más virulentas. Al rey lo único a su alcance que le aliviaba era la música. En 1737 Isabel de Farnesio decidió contratar a Farinelli, un castrado italiano muy célebre por su prodigiosa voz. En aquella época se creía que la música era un buen remedio para los males del alma. El monarca quedó prendado por su maravillosa voz y fue contratado como músico de cámara con un sueldo anual de 135.000 reales de vellón. Farinelli actuaba a diario hacia la medianoche cuando el rey había tomado su almuerzo normalmente acompañado por un trío de cuerda. Durante su estancia en España nunca cantó para el público, solamente para la familia real.

Japoco Amigoni. Retrato de Carlo Broschi, llamado Farinelli. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid. En este retrato se le representa con la Cruz de Calatrava.
Japoco Amigoni. Retrato de Carlo Broschi, llamado Farinelli. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid. En este retrato se le representa con la Cruz de Calatrava.

            En su biografía sobre el rey el historiador Pedro Voltes afirma: “El príncipe Fernando fue admitido alguna que otra vez a la presencia de su padre, que se había recluido en El Pardo. Allí pudo captar con sus propios ojos los tragicómicos desatinos del soberano: se había empeñado en llevar siempre una camisa usada antes por la reina, porque temía que le envenenasen con una camisa; otras veces prescindía de esa prenda y andaba desnudo ante extraños; se pasaba días enteros en la cama en medio de la mayor suciedad, hacía muecas y se mordía a sí mismo, cantaba y gritaba desaforadamente, alguna vez pegó a la reina, con la cual se peleaba a voces y repitió tanto sus intentos de escaparse que fue preciso poner guardias en su puerta para evitarlo. Peor aún: en cierto momento en que pudo disponer de papel y pluma, compuso rápidamente una carta de abdicación y la mandó al presidente del Consejo de Castilla, supremo órgano de gobierno, para que reuniera a los consejeros y los enterase de que cedía la corona, al príncipe Fernando, su heredero. El presidente, arzobispo de Valencia, era adicto a la reina y entretuvo la carta hasta informar a ésta. Isabel Farnesio se espantó y encolerizó y mandó reforzar la vigilancia sobre su esposo”.

          Por tanto hubo tentativas por parte del monarca para volver a abandonar sus funciones aunque no fueran consumadas. Felipe V falleció en Madrid el 6 de julio de 1746, sus restos reposan junto a los de su segunda mujer en la Colegiata de La Granja de San Ildefonso, el lugar que construyó para retirarse de las penalidades del mundo aunque no viera su deseo cumplido.

Tumba de Felipe V en la iglesia del palacio de la granja de san Ildefonso.
Tumba de Felipe V en la iglesia del Palacio de La Granja de San Ildefonso.

A las personas interesadas en el personaje y la época os recomiendo los siguientes títulos:

KAMEN, H.: Felipe V, el rey que reinó dos veces. Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 2000.

PÉREZ SAMPER, Mª. A.: Isabel de Farnesio. Barcelona, Plaza y Janés, 2003.

VOLTES, P.: Felipe V, fundador de la España contemporánea. Madrid, Espasa-Calpe, 1991.

4 Comentarios

  1. Manuel dominguez dice:

    Gracias

  2. Manuel S. dice:

    Que bien!!! Barbara!!! Cuanto aprendemos!!!!!

    1. Bárbara dice:

      Muchas gracias Manolo. Un fuerte abrazo.

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