
Uno de los mitos más tratados por los pintores a través de los siglos es la historia de Dánae, la bella hija de Acrisio y Eurídice. Su padre, rey de Argos, fue advertido en un oráculo que su nieto le mataría por lo que decidió encerrar a Dánae en una cámara subterránea siempre custodiada. Todos sus intentos fueron fallidos, ya que Zeus se metamorfoseo en lluvia de oro y poseyó a la joven doncella que quedó embarazada. Acrisio, preocupado porque se cumpliera el augurio, encerró en un cofre a Dánae y el niño y los tiró al mar, pero el gran Zeus veló por sus vidas y consiguieron llegar sanos y salvos a la isla de Séfiros.

El hijo del dios y la mortal fue el célebre Perseo y la fatal profecía fue un hecho. Para ilustrar estas líneas hemos acudido a Tiziano que trató el asunto, hasta en cinco ocasiones, entre 1540 y 1570. En todos ellos Dánae, una joven bellísima, aparece desnuda o prácticamente desnuda, tendida y con las rodillas levantadas. A la derecha se encuentra Eros o una criada sujetando un paño para coger las monedas de oro que caen del cielo y que simbolizan a Zeus. A continuación uno de los textos que relatan este fascinante mito:

“Al consultar Acrisio acerca del nacimiento de hijos varones, el dios le dijo que nacería un niño de su hija que lo mataría. Así pues, Acrisio, como temía eso, preparó una morada de bronce bajo tierra y vigilaba a Dánae. Según algunos dicen, a esta la sedujo Preto, por lo que se produjo entre ellos un enfrentamiento. Según otros, Zeus, convertido en oro y deslizándose a través del techo sobre el regazo de Dánae, se unió a ella. Cuando Acrisio se enteró de que había nacido de ella Perseo, al no creerse que había sido seducida por Zeus, metiendo en un ataúd a la hija junto con su niño los arrojó al mar.” Apolodoro. Biblioteca (II,4,1).

