«El lino y el cáñamo se trabajan con mayor o menor perfección en casi todos los puntos de la Península. Entre las infinitas fábricas que contamos, debemos citar la Real de Cartagena, de la municipalidad de Castellón, y los establecimientos de los señores Castell en Esparraguera, Ortega y Soler en Ferrol, Escudero y Azara en Cervera, y Martinez en Valencia, cuyos productos se han expuesto. Se componen en general de cordelería y lonas con destino a usos marítimos; pero se hacen notar la mantelería, los lienzos, y los plugasteles (1) de Ferrol por su gran consistencia y precios sumamente moderados. También hay telas de Manila fabricadas con una materia particular a las islas Filipinas. El Puerto de Santa María ocupa más de mil trabajadores dedicados a esta industria, y Burgos cuenta con ciento cuarenta talleres. La fábrica que hace unos cuatro años se estableció en Málaga, con arreglo al nuevo sistema, emplea a mil quinientos operarios.

Los paños españoles han sido pocos en la Exposición; pero los extranjeros convienen en que su calidad es excelente y muy bajos en precios. Los fabricados con lana de Sajonia nada dejan que desear en cuanto a vista, y son inmejorables por lo que toca a la solidez del tejido y al color. Los hay de lana del país, como los de Murcia, por ejemplo, que se venden a 20 y 24 reales vara: los comunes de Segovia son también baratísimos, y los de primera clase no pasan de 34 ó 26 reales vara. Los cobertores, mantas y bayetas de diversos colores no han podido juzgarse en Londres, pues solo se ha visto allí un cobertor de Lucena y una mantilla de mucho lujo para caballo, trabajada en la fábrica de Morella.
Los tejidos de seda y oro de la célebre fábrica de Talavera de la Reina son demasiado ricos para servir de muestras. La viuda de Alcalá e hijo, el señor Castillo, de Sevilla, y el señor Orduña, de Valencia, remitieron las de los suyos, que consistían en preciosas telas para cortinaje y mueblería, en gros para trajes y terciopelos de todas las clases para chalecos. Respecto a blondas ha conquistado España una fama verdaderamente industrial. Se fabrican en varias provincias, y particularmente en aquellas que, en la época de las conquistas de Carlos V, estuvieron más en contacto con las poblaciones flamencas. Cataluña pertenece a este número, y ha expuesto las mejores muestras en este género, habiendo observado con extrañeza los inteligentes que Almagro, cuyo renombre es tan grande y tan antiguo en lo que concierne al artículo de blondas y encajes, nada ha remitido a la Exposición.
Los señores Margarit, Titer y Mir, de Barcelona, no se han mostrado tan olvidadizos. El primero de dichos fabricantes ocupa en su vasto establecimiento mil quinientos cincuenta operarios, y sus velos, mantillas, fajas, y trajes han dado a conocer ventajosamente su nombre en Francia y en Inglaterra. Las damas se detienen con admiración delante de un adorno de muselina trabajado por una señora de Manila, con hebras de la piña y con hilo sacado de las mísmas. Este es un hecho tan nuevo como original, y para darle toda la importancia que merecía, la Sociedad Económica de las Islas Filipinas añadió al adorno un delantal, tres camisas, cuatro puños de camisola, dos cuellos y cuatro pañuelos, uno de los cuales quedó depositado con los instrumentos que sirvieron para acomodar los filamentos.»
(1) PLUGASTEL: Tela ordinaria, mezcla de hilo y algodón (ant. Agurain). Voces y palabras antiguas de Salvatierra/Agurain.
Periodico La Ilustración. Tomo IV. 1852. Madrid.