“Difícil y aun árdua tarea es la que nos proponemos al intentar describir el Alcázar de Sevilla, porque no hay cosa mas indescriptible. Difícil tarea es, repetimos, aun para nuestra paciente pluma, que, bien que mal, se complace en describir lo que la impresiona ó interesa. Como no somos historiadores ni artistas, no describiremos bajo el punto de vista histórico ni bajo el artístico este venerable decano de los edificios del país, joya del patrimonio de nuestros reyes: harémoslo sencillamente de la manera gráfica y minuciosa con que reproduce el daguerrotipo los objetos, esto es retratándolos sin otras impresiones que las que ellos mismos causan.

El Alcázar, castillo fuerte y residencia de los reyes moros, fue mucho mayor de los que es en el día. Hasta la torre del Oro cercana al rio, se estendían sus fuertes muros, hoy en parte arruinados, en parte fuera del recinto del actual Alcázar y escondidos y oprimidos entre casas, sobre las cuales se alza de trecho en trecho una de sus torres como un roble entre las zarzas que lo oprimen, para respirar en ancha atmósfera y no ahogarse mezquinamente. En el dia su recinto es mas reducido, y carece de los cuarteles, cuadras y plazas de armas que probablemente ocuparían antes el terreno cercado. Como las construcciones del pueblo á que deben su origen, carece el Alcázar de fachada exterior; y solo tres puertas pequeñas, sencillas y ojivales, y un postigo, dan separada entrada a tres de sus cuatro patios, al rededor de los cuales se alinean construcciones de diferentes gustos y edades, recuerdo de distintas épocas y diversos monarcas, que se tocan, sino en la mayor armonía, en la mas perfecta paz y concordia, y son todas viejas y pobres esclavas de la mansión régia hermosa sultana de eterna juventud.

Una de las bellezas que sorprenden y admiran á todo el que se dirije á visitar el Alcázar, es la plaza llamada del Triunfo, que antecede á la entrada del primer patio, y que nos recuerda otra grandisosa plaza de la capital de Galicia, que, como esta, solo se halla formada por cuatro edificios. Alzase al Norte la nunca bien ponderada, la nunca bastante admirada Catedral, la iglesia de las iglesias, la honra de la católica España, santo é inefable reloj cuyo minutero no ha discrepado un punto desde que la inmutable dignidad del culto católico le dio cuerda. Vése al Poniente la Lonja, hermosa y perfecta construcción de Herrera, que en estantes de caoba conserva con el merecido decoro los preciosos documentos del archivo de Indias. Al Sur se hallan las almenadas murallas del Alcázar, flanqueadas de torres macizas que le sirven de poderosos sostenes contra el común enemigo, el tiempo, pero que fueron impotentes contra el ejército que tuvo por caudillo al santo rey Fernando III. Completa esta plaza al Levante una espaciosa y bella casa particular, que no desdice.

(…) No há mucho que esta inapreciable joya se encontraba en el mas triste y vergonzoso abandono. No solo se hallaban deslustrados y perdidos los preciosos colores y dorados que hacían de ella la única mansión capaz de realizar las semi-fantásticas concepciones de los cuentos de las Mil y una noches; no solo se hallaban, á fuerza de estúpidos blanqueos, enterrados y completamente ocultos en cal los finísimos arabescos de sus muros; no solo conserva como heridas sin curar los distintos destrozos sufridos en distintas épocas y circunstancias, sino que varios patios y aposentos apuntalados daban margen á que escribiese cierto humorista viajero de los que en lugar de descripciones hacen sátiras por ser esto último mas fácil, que una de las cosas afortunadas que le habían sucedido durante su viaje era el haber salido sano y salvo del Alcázar de Sevilla.

Así, pues, los verdaderos amantes del país, los anticuarios, los artistas y los historiadores deben estar profundamente agradecidos á nuestra Reina doña Isabel II, en cuyo reinado se ha dado por fin cima á la restauracion de este admirable monumento, único en Europa, que con la Alhambra y el Romancero nos transporta á lo vivo á aquellas románticas edades en que la elegancia y los brios varoniles, el espíritu caballeresco y el religioso, la galantería y el heroísmo, reinaban juntamente y sin contrariarse. Esta bienhandada restauracion, cuya fecha, con el nombre de la reina que la dispuso, brilla en letra de oro, formando el mas bello adorno de la puerta principal de palacio, atrae y atraerá cada dia con mayor fuerza á nuestra soberana los entusiastas elogios a que es acreedora por haber sabido sobreponerse al espíritu avariento de la época y á sus tendencias cínicamente pregonadoras de lo positivo y de lo útil, demostrando noblemente de lo que son capaces la generosidad y esplendidez regias.”

Fernán Caballero.
El Alcázar de Sevilla. Sevilla: Imprenta de Hidalgo y Compañía, 1864.
Estupendo como siempre !!!
Muchas gracias Mercedes. Un fuerte abrazo.
El Alcázar de Sevilla nos maravilló en visita que hicimos en Abril 2019, impresionante. Conserven mucho esa joya para el deleite de la humanidad. Gracias doctora Rosillo, usted nos acerca a la esencia misma de la historia.
Estoy de acuerdo con usted, es fascinante. Un cordial saludo.