
“Muchas cartas se nos han dirigido con ocasión de los chales de cachemira largos y cuadrados. Nuestras lectoras nos manifiestan el deseo de que les demos algunos pormenores acerca del mejor sistema que pudiera adoptarse para llevar estos chales de una manera graciosa. Semejantes deseos son leyes para nosotros: el dibujo de nuestra primera paulina prueba una vez mas esta verdad: allí verán un magnífico chal largo y de capucha, respecto al cual daremos algunas explicaciones.

Desde luego diremos que, así como no puede existir una panacea universal para borrar las arrugas y hacer brotar los cabellos, tampoco puede haber un sistema absoluto para llevar el chal. Tal o cual modo de llevarlo, muy gracioso cuando se tiene un talle esbelto, convertiría en fardo á una mujer algo obesa.
Si el chal es largo y un poco corto, no se dobla del todo por mitad, es decir que uno de los lados queda mas largo que el otro á fin de que el chal venga á caer mas bajo. Tal precaucion es indispensable en los chales rayados. Estos, muy de moda para equipos de mañana, son mucho mas cortos que los chales de guarnición. Se vuelve á doblar en seguida uno de los lados de modo que las dos puntas no vengan á caer una encima de la otra, porque en efecto, si ambas puntas debiesen estar en la misma línea, el lado mas largo del chal vendría a ser demasiado corto. Alrededor del cuello se cogen dos ó tres pliegues, que se sujetan con un alfiler largo, á fin de dejar desembarazada la cabeza, que sin esta precaución quedaría sumida en la tela. Nada hay en efecto mas ridículo que el ver al bavolet del sombrero en desesperada lucha con un chal que amenaza á cada momento invadirlo. Importa mucho cuidar de que el cuello quede bien libre, sin dejar de estar cubierto y abrigado.

Pero estas reglas no bastan para llevar con gracia un chal. Al efecto se necesita, no solo la experiencia que se adquiere, sino el instinto que es innato. Es menester que cada mujer conozca bien su figura, y no se haga en este particular las ilusiones de ninguna especie.
Los hombros caídos son los que mejor se prestan á los chales largos ó cuadrados. Los hombros levantados y puntiagudos, por consiguiente estrechos, son menos á propósito. A las que así los tienen les desaconsejamos que prefieran los chales largos a los cuadrados porque estos últimos dejan mas al descubierto los inconvenientes que quieren disimularse. Los chales largos, formando cuatro dobleces sobre los hombros, se prestan mejor á cubrir las líneas demasiado proeminentes de aquellos.”
La moda elegante ilustrada. Cádiz. 1861.

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