

“La apariencia de un español vestido, si bien se considera, es del todo contraria a la de un francés. Porque el español del medio cuerpo arriba es ancho y grueso, y del medio abajo es estrecho y delgado. El francés es al revés: del medio cuerpo abajo es ancho, por los innumerables pliegues que lleva en los calzones, y del medio arriba es estrecho y delgado, por traer el jubón tan justo. Entre mil españoles no se hallará uno que traiga el vestido acuchillado, y entre mil franceses no habrá uno que le lleve sin acuchillar. No hay francés que en verano no lleve abierto el jubón por delante y por detrás, teniendo por gala mostrar su camisa, y un español aunque caigan lanzas de fuego, no se desabotonará jamás, teniendo por notable afrenta, mostrar la camisa: el sombrero de un español es corto de copa, y ancho de falda, el del francés al revés, corto de halda y alto de copa: el cuello y la lechuguilla de un español es cerrada por delante, la del francés abierta; lo que un español lleva en los brazos, el francés trae en los pies, porque lleva las mangas del jubón exageradamente anchas, y los calzones estrechos, y el francés trae los calzones grandemente anchos, y las mangas del jubón extremadamente estrechas. Las ligas de un español son muy estrechas: porque procuran hacer que se vean muy poco: y las del francés son tan desmesuradas, que a las veces les llegan hasta el tobillo.


La bizarría de un francés, trae por lazos dos grandes platillos que casi cubren todo el empeine del zapato y la popa. De un español, es traer un lazo tan pequeño que apenas se vea. Aman los franceses traer los zapatos muy altos de talón, arqueados, y con punta, y el español los trae bajos anchos y romos. El español trae las medias tan brillantes y bruñidas, que con gran pena le podrán asir de ellas con unas pinzas de hierro: el francés las trae caídas y arrugadas, teniendo por gala, llevar cuatro pliegues en ellas sobre el tobillo: traen los españoles la capa muy grande, y del todo caída, y los franceses muy corta y tan rollada que casi no se ve ella más que el cabezón.


Es imposible a un francés llevar los brazos dentro de la capa por la calle y el español jamás los saca fuera: acostumbran traer los franceses la espada corta y alzada la contera della, que casi viene a darles en el pescuezo, la de los españoles al revés, larga y tan baja de punta que casi va arrastrando por tierra : el francés lleva siempre el puñal en medio de la pretina, el español lo lleva al lado: el francés cuando se sale a matar por otro, se quita el jubón, y aún la camisa, el español se viste la camisa, jubón, cuera de ante, y sobre ella un jaco: el francés comienza a abotonar el jubón por el cuello y acaba en la cintura, el español comienza por la cintura, y acaba en el cuello: el español se comienza a vestir por el jubón: y el francés es lo último que se pone. El francés se viste la almilla la noche en la cama, cuando hace frio, y se la quita el día, por no parecer grueso de cuerpo, y el español se la viste el día, y se la quita de noche.”
Carlos García. La oposición y conjunción de los dos grandes luminares de la tierra: obra apacible y curiosa en la cual se trata de la dichosa alianza de Francia y España: con la antipatía de españoles y franceses. Imprenta de Iván de la Ribera. Cambrai. 1622. pp. 346-363.
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