
En 1660 se celebró la boda de Luis XIV (1643-1715) con la infanta María Teresa de Austria en la localidad francesa de San Juan de Luz. Ambos eran primos hermanos por partida doble y de la misma edad. En su camino hacia isla de los Faisanes (un islote en el río Bidasoa que era condominio español y francés), donde tendría lugar el encuentro de los dos séquitos, el joven rey paró en Burdeos. Allí un conocido zapatero de la ciudad llamado Nicolás Lestage le obsequió con un par de zapatos realizados en seda color miel, decorados con lirios y forrados de tafetán. Luis XIV quedó tan fascinado por la creación que los usó el día de su boda, prestándoles más atención según cuentan las malas lenguas, que a la poco agraciada infanta.

El ingenio de Lestage no terminó ahí ya que cuatro años más tarde se presentó en Paris con otro nuevo regalo. Esta vez se trataba de unas botas sin costuras, lo que fue considerado como un hito sin precedentes, ya que resultaba muy difícil averiguar su proceso de fabricación. Tal vez lo hiciera utilizando las patas desolladas de un ternero. Luis XIV prohibió expresamente al señor Lestage confeccionar otro par de botas iguales. La proeza se vio recompensada con el título de maestro zapatero del rey de Francia. Pero ahí no quedó la cosa, ya que se le concedió rango nobiliario con un escudo de armas que consistía en una bota sobre un fondo azul con flores de lis (color y emblema de los Borbones franceses) y cubierta con una corona. Además se colocó un retrato del maestro artesano en una de las galerías de pinturas bajo el cual rezaba: “Maestro Nicolás Lestage, el milagro de su época”. Como pueden suponer, que el retrato de zapatero ocupara un lugar tan principal era algo inaudito, teniendo en cuenta que las artesanías eran un trabajo mecánico y por lo tanto poco considerado, estando además los zapateros en la parte baja del escalafón.

Esta historia tan curiosa parece sacada de un cuento de hadas pero no lo es. Trata de cómo durante el largo reinado de Luis XIV se emprendieron una serie de cambios que llevarían a Francia a convertirse en el epicentro del buen gusto y del refinamiento. Estamos hablando de un rey apasionado por el lujo y el esplendor cuya vida en la corte de Versalles se asemejaba a una obra de teatro en la cual encarnaba el papel protagonista. Luis XIV tuvo un elevado concepto de sí mismo y de su misión, y bajo tal premisa se rodeó de una serie de magníficos profesionales encumbrando a su país y creando un símbolo que a día de hoy sigue vigente. Volviendo al calzado es preciso subrayar que los zapatos y las piernas de los hombres tuvieron mucho protagonismo, ya que hasta después de la Revolución Francesa no empezaron a usarse pantalones largos. Luis XIV estipuló que los tacones masculinos debían ser de color rojo, lo que rápidamente se convirtió en signo de estatus social elevado. Al final de su reinado y en un más difícil todavía, encargó a grandes artistas de la corte que pintaran en sus tacones escenas de sus aclamadas batallas.

El retrato más famoso del monarca fue el que le pintó Rigaud en 1701. Es la imagen prototípica del absolutismo francés donde el rey Sol, un hombre de casi sesenta años, se presenta rodeado de toda la magnificencia posible en una postura de bailarín. Aparece engalanado con los atributos de su poder como el manto de la coronación, la espada, el bastón de mando y la corona. Pero la cosa no termina ahí, ya que si nos fijamos un poco más, reparamos en que muestra sin pudor las piernas, cubiertas con medias blancas atadas con ligas bajo las rodillas. El rey va calzado con unos zapatos abotinados de tacón rojo con hebillas de brillantes, adornados con unos grandes lazos que recibían por su forma el curioso nombre de “molinos de viento”. Este retrato, aunque estaba destinado a su nieto Felipe V, al final permaneció en Francia.

A finales del siglo XVII Francia y su rey comprendieron el valor del lujo y la fascinación que siente el ser humano por usar piezas únicas y sofisticadas que adornen sus cuerpos y sus vidas. El fenómeno del mercado del lujo actual tiene aquí su germen ya que la élite sintió la necesidad de estar a la última moda, ya fuera en trajes, peinados, accesorios o decoración. Luis XIV y su gobierno tuvieron la maestría de convertir lo superfluo en imprescindible y hacer a la sociedad esclava de la moda, por lo tanto fueron unos auténticos visionarios, aunque eso ya es otra historia.
Interesantísimo, como siempre.
Muchas gracias May. Un fuerte abrazo.
Me gusto muchísimo, zapatero visionario.
Muchas gracias María. Los zapatos de tacón rojo para uso masculino aparecen en diversos retratos, y no solamente de familias reales. Yo he visto este detalle en algunas pinturas sevillanas del siglo XVIII. Un abrazo.