La nariz de Carlos III


         Quevedo dedicó a la gran nariz de Luis de Góngora un soneto titulado Un hombre a una nariz pegado. Me ha venido a la mente este curioso poema al ver la efigie de Carlos III en diversas monedas en curso de su reinado. Los escudos de plata y oro delatan que la real nariz no era cualquier cosa. El monarca fue un hombre poco agraciado físicamente, aunque según cuentan las crónicas su encanto, bondad y trato afable aminoraban esta sensación.

Miguel Jacinto Meléndez. Don Carlos de Borbón. 1727. Biblioteca Nacional de España. Madrid.
Miguel Jacinto Meléndez. Carlos de Borbón, futuro Carlos III. 1727. Biblioteca Nacional de España. Madrid.

          Carlos III nació en 1716 siendo el primer hijo de Felipe V y su segunda mujer Isabel de Farnesio. En principio no estaba destinado a ser rey de España, pero el fallecimiento de sus dos hermanos mayores sin descendencia (Luis I y Fernando VI), le condujo al trono. Su trayectoria ha sido una de las mejor consideradas por  la historia, ya que desarrolló su función con la experiencia que había adquirido como rey de  Nápoles bajo el nombre de Carlos VII. Con tan solo quince años salió de Sevilla para ocupar el trono napolitano, en el que permaneció durante veinticinco años. Carlos III ejerció el sistema político predominante en la Europa del momento, conocido como despotismo ilustrado, y  fue sin duda el rey español más preparado y eficaz del siglo XVIII.

Jean Ranc. Carlos III. 1724. Museo del Prado. Madrid.
Jean Ranc. Carlos III. 1724. Museo Nacional del Prado. Madrid.

          Tal y como podemos observar en sus retratos infantiles, era un niño rubio y muy blanco de piel. La práctica constante de la caza durante toda su vida avejentó y oscureció mucho su rostro y  manos. Su carácter era metódico hasta el extremo y poco dado al esparcimiento, por lo que la corte española no tenía la brillantez y el boato de otras europeas. El haber sido testigo de los problemas mentales de su padre Felipe V y su hermano Fernando VI, le llevó a asumir que la vida ociosa era insana, por lo que siempre estaba ocupado en algo. Carlos fue un hombre muy devoto y piadoso, su confesor franciscano durante más de veinticinco años, llamado Joaquín de Eleta, tuvo un papel destacado en algunas de sus decisiones.

Luis Paret. Carlos III comiendo ante su corte. 1775. Museo de Prado. Madrid.
Luis Paret. Carlos III comiendo ante su corte. 1775. Museo Nacional del Prado. Madrid.

          Su Católica Majestad seguía todos los días el mismo ritual: se levantaba temprano, oía misa, iba a ver a sus hijos y trabajaba en los asuntos de Estado. Más tarde comía en público, recibía audiencias y dormía un rato. Las tardes las dedicaba a la caza. Según cuentan las crónicas era un hombre amable, de trato sencillo y vida extremadamente ordenada. El conde de Fernán Núñez, que fue durante años su ayuda de cámara, dejó interesantes impresiones sobre la personalidad y el físico del rey, haciendo alusión a que su enorme nariz era la gran responsable de la fealdad de su rostro. En palabras del conde: “Su vestido era el más sencillo y modesto. Cuando tenía que vestirse de gala, se ponía de muy mala gana, sobre la chupa de campo, un vestido rico de tela guarnecido por una rica botonadura de diamantes. De este modo se presentaba a la Corte, a la capilla y al besamanos, y luego que pasaban las dos o tres horas de la ceremonia, apenas había entrado en su cámara, se quitaba la casaca echando un gran suspiro y diciendo ¡Gracias a Dios!” y continuaba: “Estrenar vestido, zapatos o sombrero nuevo era para S.M un martirio”.

Louis-Michel van Loo. Familia de Felipe V. Detalle. 1743. Museo del Prado. Madrid.
Louis-Michel van Loo. Familia de Felipe V. Detalle. 1743. Museo Nacional del Prado. Madrid.

          Este comentario, que puede parecer simplemente anecdótico, nos acerca a la personalidad del rey. Un hombre nada presumido al que le costaba pasar por las esclavitudes de su cargo en cuanto a la indumentaria y la etiqueta. En La familia de Felipe V vemos a un joven atractivo, ricamente vestido con casaca color pardo de mangas con amplias vueltas, chaleco enteramente bordado y botas altas, sobre el pecho luce una espléndida banda roja. Su postura es gallarda y altiva, tal y como corresponde a su dignidad. Al igual que todos los personajes del gran lienzo, Carlos aparece idealizado.

Anton Rafael Mengs. Carlos III. 1761. Museo del Prado. Madrid.
Anton Rafael Mengs. Carlos III. 1761. Museo Nacional del Prado. Madrid.

          Mengs, pintor alemán que trabajó en la corte española, es el responsable de la imagen más famosa del rey, lo que hoy denominaríamos un retrato oficial. El cuadro, pintado hacia 1761, presenta a un Carlos III maduro (tenía unos cuarenta y cinco años) como monarca absoluto, vistiendo armadura y portando el bastón de mando. Aparece engalanado con el manto real y de su pecho cuelgan las órdenes del Toisón de Oro, Espíritu Santo y San Jenaro. La pintura es de gran calidad (Mengs era un consumado maestro en el tratamiento de las distintas texturas), aunque le falta profundidad psicológica. Es una imagen idealizada del rey, aunque su gran nariz sigue presente. Conociendo su poco gusto por el boato, vestirse de esa guisa y posar para el artista debió ser un auténtico suplicio, aunque fuera por poco rato.

Francisco de Goya. Carlos III, cazador. Hacia 1786. Museo Nacional del Prado. Madrid.
Francisco de Goya. Carlos III, cazador. Hacia 1786. Museo Nacional del Prado. Madrid.

2 Comentarios

  1. May dice:

    Me gustan mucho tus historias, que es la nuestra, pero la cuentas bonita.
    Gracias Barbara!

    1. Bárbara dice:

      Muchas gracias a ti por ser fiel lectora de «Arte y demás historias». Un fuerte abrazo.

Los comentarios están cerrados.