La expedición filantrópica de la vacuna contra la viruela


James Gillray. Cow-Pock o los efectos maravillosos de la vacuna. Londres. Publicada por H Humphrey. 1802. Colección Carlos González Guitián.
James Gillray. Cow-Pock o los efectos maravillosos de la vacuna. Londres. Publicada por H Humphrey. 1802. Colección Carlos González Guitián.

          “De tiempo inmemorial hasta los últimos años del pasado siglo reinaba en el mundo una enfermedad cruel que alarmaba todas las madres, diezmaba todas las familias e imprimía un sello indeleble en el semblante del triste que le pagaba su tributo. Esta enfermedad era la de las viruelas,  contagio funesto, epidemia terrible que dormitando sin cesar en la sangre se despertaba a veces con furor, extendía su desolación y desfiguraba para siempre a los que no hacía sucumbir. ¡Cuántas veces una mujer célebre pos su belleza, un tierno infante, orgullo y esperanza de su madre, se convertían en pocos días en un objeto desgraciado y casi repugnante a la vista!

          De tiempo en tiempo la epidemia se hacía más terrible, huiase entonces por todas partes, temiase la proximidad del pariente, del amigo, y tal era el terror que este azote inspiraba que convencidos de la imposibilidad de evitarle había que resignarse a hacerse inocular el este germen pestífero con la esperanza de escoger aquel que tuviera menos malignidad. El mundo antiguo le había importado del nuevo donde ejercía sus furores, de suerte que puede decirse que no había un solo punto del globo que estuviese libre de él.

John Raphael Smith. Edward Jenner. Siglo XVIII. Colección Particular.
John Raphael Smith. Edward Jenner. Siglo XVIII. Colección Particular.

          De repente y por los años de 1793 se propaga la voz de haberse encontrado un preservativo cierto contra el contagio y que en adelante todo el mundo puede desafiarle; esta feliz nueva, acogida con avidez por todas las madres no era por fortuna una esperanza vana, era un realidad. El Dr. Eduardo Jenner, médico inglés natural de Berkelay había observado que las mujeres cuyo oficio era ordeñar las vacas no se veían nunca atacadas por las viruelas, y sí solo de una ligera erupción; Jenner, pues, imaginó que inoculando el virus de estas erupciones a otras personas se verían libres del ataque principal; y con efecto halló que no se había equivocado. Apresurose a publicar su descubrimiento, y gracias a la necesidad de remedio de aquel mal, a la protección de los gobiernos ilustrados, y al apoyo unánime de los hombre científicos , la vacuna se propagó con rapidez con todos los estado de Europa desde el Norte al Mediodía; de allí paso a Oriente, donde fue acogida con apresuramiento a pesar de la repugnancia de los turcos a adoptar ideas nuevas, sobre todo cuando tienden a prevenir un mal, por la especie de tributo supersticioso que rinden a la fatalidad. Aun mayor dificultad ofreció en las Indias, en donde de tiempo inmemorial dominaba esta enfermedad, y semejante obstáculo no fue nacido de sus habitantes, sino del inconveniente que se encontró en transportar tan lejos  por la razón la vacuna sin que perdiese nada de su virtud: por fin pudo llegar a Bagdad, derramándose allí por toda la India con mayor prontitud aun que en Europa, lo cual era de esperar por la razón de que colocados aquellos pueblos en un clima ardiente y favorable a las epidemias no podían dejar de correr en pos de un preservativo tan infalible.

Constant-Joseph Desbordes. El Barón Jean Louis Alibert practicando la vacunación contra la viruela en el Castillo de Liancurt. 1820. Museo de Asistencia Pública. Hospital de Paris.
Constant-Joseph Desbordes. El Barón Jean Louis Alibert practicando la vacunación contra la viruela en el Castillo de Liancurt. 1820. Museo de Asistencia Pública. Hospital de Paris.

          En América  M. Jefferson presidente de los Estados Unidos hizo los primeros ensayos en su propia familia, y su ejemplo fue seguido en todos los puntos de aquel inmenso país. Parecía natural pensar que los americanos españoles apenas dotados de aquel admirable descubrimiento, se hubieran apresurado a propagarle por su extendido territorio; pero por una singularidad muy notable quedó reservado este honor a la madre patria. Por orden del rey Carlos IV, D. Francisco Balmis, cirujano de cámara, emprendió un viaje aventurado alrededor del mundo con el único objeto de dar a conocer en las más remotas regiones los beneficios de la vacuna, y de este modo los españoles a quienes se achacó haber importado este mal en Europa, fueron los más cuidadosos de propagar su remedio en América; atrevida expedición digna de os mayores encomios, y que mereció quedar inmortalizada por la patriótica lira de Quintana en una de sus más bellas composiciones.expedición Blamis

          El suceso correspondió a las esperanzas , pero no sin graves dificultades y  numerosos peligros; la prudencia y la habilidad con que fue conducida esta empresa triunfaron sin embargo del todo; para tener la seguridad de transportar la vacuna se embarcó un cierto número de niños no vacunados, a los cuales se les fue transmitiendo por inoculación durante la travesía. El Dr. Balmis recorrió  todos los extremos de la América meridional haciendo  atrevidas incursiones en el interior del país, y apareciendo en todas partes como un ángel tutelar; las poblaciones enteras salían a recibirle, y bendecían su nombre y el del monarca que le enviaba.

Litografía de Manini y Cía. Francisco Pérez. En Expedición de D. Francisco Blamis a la América. 1846. Biblioteca Nacional de España. Madrid.
Litografía de Manini y Cía. Expedición de D. Francisco Blamis a la América. 1846. Biblioteca Nacional de España. Madrid.

          Fuertemente animado por este heroico suceso,  el intrépido español, hizo un segundo viaje no menos meritorio para llevar su socorro a Asia; llegó a Macao y a Cantón, recorrió las islas de aquellos lejanos mares, regresando a su patria cubierto de gloria y de bendiciones. De este modo Balmis y el gobierno español respondieron victoriosamente a las injustas incriminaciones prodigadas por los extranjeros contra España por su dominación en América.

Miguel Bañuls. Dr Francisco Javier Blamis. 2019. Alicante.
Miguel Bañuls. Dr Francisco Javier Blamis. 2019. Alicante.

         Los eruditos en estas materias pretenden que este admirable descubrimiento fue conocido en lo antiguo, y  o hace muchos años que dijo haberse descubierto  una obra en lenguaje sanscrito , en que se halla fielmente descrita esta enfermedad y su remedio. Testigos dignos de fe cuentan también que  en 1803, un príncipe indiano, viendo a su hijo en peligro y casi abandonado por los médicos hizo venir a un viejo Bramin, que pasaba por saber un secreto maravilloso contra las viruelas, el cual manifestó el sentimiento de no haber sido llamado antes: “Yo conservo (dijo al príncipe) un hilo empapado de la materia que se desprende de la pústula de la vaca, y con este hilo puedo procurar una erupción fácil y nada peligrosa, pasándole por medio de una aguja entre la epidermis y la carne del niño, por la parte superior del brazo o de la pierna; por este medio queda reducido el mal a un pequeño número de granos benignos, y ningún niño muere de esta enfermedad.”

Grabado de José Ximeno Carrera. Progresión de los granos de la vacuna. En Jacques-Louis Moreau de la Sarthe. Tratado histórico de la vacuna. Traducción Francisco Javier Balmis. Madrid. Imprenta Real. 1803. Colección Carlos González Guitián.
Grabado de José Ximeno Carrera. Progresión de los granos de la vacuna. En Jacques-Louis Moreau de la Sarthe. Tratado histórico de la vacuna. Traducción Francisco Javier Balmis. Madrid. Imprenta Real. 1803. Colección Carlos González Guitián.

       El célebre viajero Humboldt refiere también un hecho semejante. “En 1802, dice, se había las inoculado las viruelas a un esclavo de la casa del marqués de Vallehumbroso, pero no tuvo ninguno de los síntomas de la enfermedad; quiso repetírsele la operación, mas el joven declaró que estaba seguro de non tener jamás viruelas, porque conduciendo vacas en la cordillera de los Andes había tenido una especie de erupción, causada, según decían los pastores indios, por el contacto de ciertos tubérculos o tumores que se forman algunas veces en la teta de las vacas; y los que han tenido esta erupción, decía el negro, no tienen jamás viruelas.

Friedrich Georg Weitsch. Retrato de Alexander von Humboldt. 1806.
Friedrich Georg Weitsch. Retrato de Alexander von Humboldt. 1806.

          Objeto de profunda meditación es para el filósofo el ver caer en el olvido tan preciosos descubrimientos, para aparecer de nuevo después de algunos siglos de intervalo. Confiemos sin embargo en que el maravilloso arte de la imprenta servirá en adelante para impedir que llegue a olvidarse nada realmente útil e importante.”

Vicente Borrás Abellá. Vacunación de niños. Hacia 1900. Museo Nacional del Prado. Madrid.
Vicente Borrás Abellá. Vacunación de niños. Hacia 1900. Museo Nacional del Prado. Madrid.

Semanario pintoresco español. 10 de abril de 1836, p. 22.

3 Comentarios

  1. Luisa Carlota Fernández de Jódar dice:

    Estupendo todo lo que desarrollas y muy interesante. Gracias.

    1. Bárbara dice:

      Muchas gracias por tus palabras Luisa. Un fuerte abrazo.

  2. STELLA CERON R. dice:

    Imposible imaginar un mundo sin vacunas!
    Señor Jenner y doctor Balmis mucho les debe la humanidad.
    Gracias Bárbara, muy interesante, un saludo.

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