“La Carrera de Indias puso en contacto dos mundos muy diferentes y el Galeón de Manila ampliaría aún más tales contactos, mantenidos por unas relaciones comerciales que propiciaron un variado intercambio de productos y mercancías que, en unos casos, era más fácil producir en Europa y llevarlos a Ultramar y, en otros, resultaba más beneficioso producirlos en América o Asia y traerlos a Europa. Ese intercambio se produjo a todos los niveles, influyendo en las dietas alimenticias y en las prácticas y costumbres sociales, si bien es cierto que muchos de los artículos solo tuvieron relevancia en los primeros años.

Después, la Casa de Contratación y la Carrera canalizaron el comercio hacia aquellos productos que en una dirección u otra resultaban más rentables en función de las demandas a ambos lados del mar, provocando la intervención de la corona para mantener la comercialización de determinados productos.

Los principales productos que llegaban a América eran:
Lienzos, tafetanes, holandillas, hilos, calcetas, cintas de hilo, medias de estambre y de seda, mantos, sedas encajes de seda y blancos, encajes de oro, galón de oro, sombreros, papel, libros, armas, acero, hierro, clavazón, bigornias para herrerías, planchuelas, serrotes, sierras, escoplos (…)
(…) Otros géneros eran: azulejos de Talavera de la Reina y de Sevilla, aguas de olor y de colonia, jabones y aceites aromáticos de tocador, bretañas, ruanes, bramantes crudos, velillos de crespón y crespones, lienzos de Flandes, lino, panas acolchadas y medio acolchadas, mahones, cambayas, jergas y jerguillas, sargas de lana, paños y medios paños, marsellas de color, coquillo blanco, carranclanes de la India, alemaniscos de algodón, mantilletas y encajes de Flandes, blonda francesa, zarazas anchas y angostas, pana, batista de Madrás y de Balazor, merlines, gran cantidad de pañuelos de cambray, enrejillados, bordados de muselina con floreados, medias y calzas de punto de algodón y de seda, brin, estopillas y cañamazo…

Como contrapartida a lo anterior, los territorios americanos exportaban producciones propias y las llegadas de Manila. Las exportaciones de la Nueva España pueden servirnos de referencia:
Añil, grana, cochinilla, café, tabaco en rama y torcido, cacao en semilla y molido, azúcar, vainilla, palo Campeche, henequén, ixte, algodón en rama, bayetas y bayetones de Puebla, Tlaxcala y Querétaro, sarapes, bayetas y jergas de Saltillo y San Luis de Potosí, plata y oro amonedado y en barras, vajillas de plata y artículos traídos por la Nao de la China, como especias, cerámica, textiles, baratijas y muebles asiáticos.

(…) Parte importante de la carga de la Flota de Indias la constituían los artículos de moda y decoración, fomentando un trasvase en ambos sentidos el contacto entre los continentes. Desde Europa se enviaban mercería, ropas y tejidos (mantenerse a la moda era un estímulo permanente para los grupos pudientes y acomodados, y por mimetismo social fueron utilizados por quienes deseaban aparentar lo que no eran; hasta las mismas prostitutas emplearon este recurso, suscitando críticas sin mucho efecto), calzados, sombreros, chamarretas (abrigos sueltos de cuellos y mangas anchas, de estilo francés) lazos, cintas, cosméticos, muy deseados por las clases pudientes y los grupos preocupados por la moda (los habitantes del Perú destacaron por lo suntuoso de sus vestidos, pese a la dificultad de conseguir los productos de esta naturaleza que llegaban en las flotas). Hasta artículos para cosmética salían de Sevilla, como el sublimado de mercurio o solimán y el carbonato de plomo blanco (albayalde) y naranja (azarcón).

Desde América se enviaban pigmentos, maderas exóticas, algodón, cuero y tejidos caros, como la seda, que originó una industria cuando el gusano se implantó en algunas zonas, pero la producción se redujo bastante por la llegada de las sedas asiáticas en el Galeón de Manila. Las cochinillas de Nueva España, de las que se obtenía un tinte carmesí muy apreciado desde antes de la llegada de los españoles, se convirtieron en el segundo artículo más importante de la Flota después de la plata. También proporcionó grandes beneficios el índigo o tinte azul, pues las plantas productoras de Nueva España, originarias de Asia, daban más color que las europeas, por lo que su producción desplazó a la que se obtenía en la península Ibérica. A estos tintes hay que añadir los que proporcionaban dos árboles tropicales, el palo de Campeche, del Yucatán especialmente, y la madera de Brasil que dio nombre al Brasil portugués de color rojizo como las brasas y distinta del palo de Brasil, extendido desde Nueva España a Colombia; las médulas de estos árboles producían diferentes tonos rojizos, que ampliaron la gama de colores europeos, y aunque en el continente se quiso proteger la producción con colores autóctonos, los americanos acabaron imponiéndose pese a todas las prohibiciones.”

Enrique Martínez Ruiz. Las Flotas de Indias. La revolución que cambió el mundo. La Esfera de los Libros. Madrid. 2022. pp. 331-335.