La capa española


Manto de peregrino de Esteban III. Hacia 1571. Museo Nacional Germánico. Nüremberg.
Manto de peregrino de Esteban III. Hacia 1571. Museo Nacional Germánico. Nüremberg.

          “¡Muy española, muy torera, muy madrileña, muy de la tierra! Prenda inútil, porque no abriga, pero que tiene su color nacional; y por eso cogemos las pulmonías detrás de ella, y sea lo que Dios quiera; pero viviendo en Madrid, ¡hay que llevar capa!

Capa. España. 1560-1580. Metropolitan Museum. Nueva York
Capa. España. 1560-1580. Metropolitan Museum. Nueva York.

          No, no abriga. En primer lugar, es de paño fino; el aire entra por debajo. Tapa el aliento y resguarda la garganta, pero el resto del cuerpo se hiela. Con un gabán ruso o un buen gabán de pieles, va un hombre defendido; con la capa no.

¡Pero va más garboso!

No se puede estar a la reja, hablando con la novia dos horas, con gabán. Hay cosas que no pueden ser. No se puede hacer plantón en la esquina, mientras salen la mamá y las niñas, con paletot. ¡Que no puede ser!

Diego Velázquez. Menipo. Hacia 1630. Museo Nacional del Prado. Madrid.
Diego Velázquez. Menipo. Hacia 1630. Museo Nacional del Prado. Madrid.

          Hay que estar embozadito, y cuando sale la familia meter la cabeza dentro del embozo y no enseñar más que los ojos para mirar con ellos a la personita.

Esto es tradicional y de clavo pasado.

          La capa nos ha enseñado eso que se llama en política, enamores y en mundología el trasteo. No habría trasteo si no hubiera capas, y el arte de trastear en que fueron célebres ayer Montes y hoy Romero Robledo, lo debemos a la prenda castiza.

Capa. España. Siglo XVI. Metropolitan Museum. Nueva York
Capa. España. Siglo XVI. Metropolitan Museum. Nueva York.

          La capa varía de colores, según las épocas. Fue de color café hasta hace poco; pero la moda, que todo lo revoluciona y varía, ha cambiado el color de la prenda española. Ahora el gran chic es la capa azul, la capa verde, la capa bordada.

Capa. España. Siglo XVII. Metropolitan Museum. Nueva York.
Capa. España. Siglo XVII. Metropolitan Museum. Nueva York.

          Nuestros padres la usaban larga, cumplida, con cuello alto; nosotros, corta, torera, con el cuello casi imperceptible. Se la verá cambiar de formas, dimensiones y adornos, pero no morirá, Non omnis moriar, como dijo el latino…

          Con capa se va al teatro y se está un hombre en la butaca embozado poniendo sus varas de doce minutos a la del palco entresuelo.

¡Con la capa se hacen muchas cosas!

Capa de torero. Finales del siglo XIX. España. Metropolitan Museum. Nueva York
Capa de torero. Finales del siglo XIX. España. Metropolitan Museum. Nueva York

          Sin ella no hay corrida de toros. Los toreros podrán llamarla capote, pero es la capa y principal elemento de la corrida. Sin ella no habría Universidades; porque pensar que un estudiante español vaya a sus clases sin su capita, es pensar boberías.

         La capa es el pueblo español; desde Octubre hasta Marzo es el uniforme nacional. Las mujeres, que son caprichosas y esclavas de la moda, van suprimiendo poco a poco la mantilla; pero el hombre, fiel a la tradición, conserva la capa y aguanta resfriados. De Córdoba pa abajo no se puede vivir sin ella. ¿Pues y en Madrid? ¿Qué empeñaría el pueblo si la capa no existiera? Los dos tercios de la población madrileña viven el mes de Abril del producto del empeño de la capa. ¡Oh fiel protectora de las clases medias! Por ti es agradable la Primavera.

Pareja de agentes de la Guardia Civil. 1948.
Pareja de agentes de la Guardia Civil. 1948.

          Prenda elegantísima sobre el frac; seria como pocas en los hombros del alcalde rural; alegre en las espaldas del torero; marcial encima del guardia de la Escolta Real y del alabardero; severa en el guardia civil; representación de la Iglesia encima del cura, con el nombre de manteo; capa pluvial del canónigo; manto del rey; indispensable a todos, que somos ella misma, porque al dividirnos en pobres y ricos, nobles y plebeyos, nos llamamos capas sociales.

          A un francés que llegó de París hace un mes le llevé a ver el Museo, la Ópera, el Congreso, el teatro Español, el Ateneo, la Academia…

Henri Toulouse-Lautrec. Aristide Bruant en su cabaret. 1893. Museo de Bellas Artes. Boston.
Henri Toulouse-Lautrec. Aristide Bruant en su cabaret. 1893. Museo de Bellas Artes. Boston.

         Pero aún queda lo mejor, le dije. Y paseándole por la calle de la Cruz de un extremo a otro, le enseñé el museo de capas, ¡y el hombre compró una y me resultó el ser más inverosímil que puede haber…bajo la capa del cielo!”

Eusebio Blasco. «La capa». Revista Blanco y Negro. Número 346. Madrid. 18 de diciembre de 1897.