De todos es sabido que la reina doña Sofía no es aficionada a los toros, al igual que tampoco lo fue su predecesora en el cargo doña Victoria Eugenia de Battenberg; en cambio la condesa de Barcelona, doña María de las Mercedes de Borbón, era una entusiasta de la Fiesta Nacional, su presencia era muy frecuente en las plazas de Las Ventas y La Maestranza. Don Juan Carlos I ha demostrado su apoyo explícito a los toros al igual que su hija mayor la infanta Elena. Los festejos taurinos en España tienen un origen antiquísimo y lógicamente han pasado por las mas diversas vicisitudes a lo largo de los siglos.

No todos los reyes de España han sido aficionados a los toros. A Isabel la Católica no le gustaban porque había visto fallecer a un hombre durante una corrida, e incluso intentó prohibirlas sin ningún éxito. Su nieto Carlos I de España y V de Alemania, se animó a participar matando un toro de una lanzada durante los festejos que se celebraron en Valladolid en 1527 con motivo del nacimiento de su hijo y heredero Felipe II. Este último no tenía el arrojo de su padre pero apoyó los ejercicios ecuestres mandando crear hermandades de caballeros para el ejercicio de la gineta que con el tiempo se convertirían en las Maestranzas de Caballería.

Durante el siglo XVI hubo diversas tentativas desde la Santa Sede para prohibir los espectáculos taurinos. Varios Papas promulgaron una serie de bulas a este respecto. En 1567 , Pío V en la bula “De salutis gregis dominici” concluía que toda las personas relacionadas con este tipo de festejos ya fuera como participantes o como espectadores serían excomulgados. Una severa amenaza que debió ser suavizada ya que se consideró un ataque frontal a España y a sus costumbres; quedando reservada la prohibición a los religiosos y sacerdotes. En 1583 Papa Sixto V trató incluso de prohibir las corridas de toros mediante una bula a lo que Felipe II se negó en rotundo contestando que era imposible con esta frase lapidaria: “por ser la fiesta costumbre tan antigua que está en la misma sangre de los españoles”.
Durante el siglo XVI los festejos taurinos vivieron una etapa de esplendor, los reyes eran entusiastas y la Corte entera presenciaba los lances. Felipe IV acudía con su primera mujer, la francesa Isabel de Borbón, que a pesar de ser extranjera se hizo muy aficionada. La real pareja presenciaba el espectáculo desde el balcón de la Casa de la Panadería en la madrileña Plaza Mayor. Felipe IV no solo acudía como espectador sino que el mismo participó en alguna ocasión como su bisabuelo. Su caballerizo Gregorio Gallo inventó la protección para la pierna del picador a la que se llamó espinillera.

Precisamente, la Plaza Mayor había sido inaugurada en 1619 durante el reinado de Felipe III con una corrida de toros. Estos festejos constituían un evento multitudinario que congregaba a miles de personas, desde los monarcas y sus familiares pasando por las mas altas instituciones del Estado, tales como: el Consejo de Castilla, de Indias, de Hacienda o de Guerra. Para continuar con los títulos del reino, el clero, servidores de palacio y un sinfín de los que hoy llamaríamos funcionarios. Los lances eran ejecutados por nobles a caballo acompañados por su séquito de lacayos.
El enorme favor que había dispensado la dinastía de los Austrias a las corridas de toros cambió diametralmente al llegar los Borbones franceses al trono de España en 1701. Felipe V y su mujer María Luisa de Saboya fueron agasajados con una corrida en la localidad francesa de Bayona antes de entrar por primera vez en España. El rey no gustó en absoluto del espectáculo, prohibiendo unos años mas tarde, concretamente en 1723, el ejercicio del toreo a los cortesanos.
La idea que se tenía de España en el extranjero era la de un país atrasado, preso de las supersticiones, en declive económico y anquilosado en las viejas costumbres, siendo una de ellas el vestir. El afrancesamiento de determinados sectores supuso un rechazo a lo intrínsecamente nacional. Al no gozar del favor real la nobleza paulatinamente dejó de ejecutar los lances. Las corridas de toros se profesionalizaron a cargo de matadores que cobraban por su trabajo.

La primera plaza que se construyó en España fue la de Sevilla. En 1730 la Real Maestranza levantó en el Baratillo un primer coso cuadrado de madera, pero en 1733 y siendo Teniente de Hermano Mayor el marqués de Valdeosera, fue sustituido por otro igualmente de madera pero esta vez redondo. En 1761 se comenzó a erigir la actual plaza de toros de Sevilla, obra que tardaría en culminarse mas de cien años.
En 1749 Fernando VI mandó levantar y costeó una plaza de toros de madera cerca de la madrileña Puerta de Alcalá, aunque entre 1754 a 1759 prohibió las corridas. Este veto fue revalidado por Carlos III 1771 y por Carlos IV en 1805. Estos antecedentes nos hacen comprender que las corridas de toros no han estado exentas de todo tipo de polémicas a lo largo de lo tiempos pero que la afición del pueblo ha sido tan intensa y constante que es un espectáculo que pervive y goza de excelente salud en pleno siglo XXI.

El genial Francisco de Goya fue un entusiasta de las corridas de toros. Dedicó numerosos lienzos al tema taurino así como La Tauromaquia, serie de 33 grabados publicada en 1816. El maestro demostraba así un gran conocimiento de la Fiesta a través de unas representaciones plagadas de fuerza dramática y dinamismo. Muchos años antes en 1780, realizó “La novillada” un cartón un tapiz que estaba destinado junto con otros tres tapices a la decoración del antedormitorio de los príncipes de Asturias en el palacio de El Pardo. Esta pintura es interesante para conocer la indumentaria de los matadores de la época. Los trajes eran alegres, de vivos colores, la chaquetilla corta, el calzón amplio, faja ancha a la cintura y medias blancas con zapato negro bajo con gran hebilla; para rematar, pañuelo al cuello y una amplia redecilla sujetando el pelo.

Evidentemente había un sector de la población que estaba en contra de la abolición de los toros, siendo algunos hombres de letras como Nicolás Fernández de Moratín. Durante el siglo XVIII se esgrimieron motivos de todo tipo para defender la pervivencia de las corridas entre los cuales se encontraba: el perfeccionamiento de la doma, la mejora de la raza y la ganadería como fuente de riqueza. El conde de Aranda era contrario e intentó hacer valer su opinión ante el rey, redactó un proyecto que elevó ante Carlos IV en el cual afirmaba: “no hay ninguna razón particular para que subsistan las corridas y si muchas para su prohibición. Son espectáculos bárbaros, que distraen a los trabajadores y les hacen perder muchos días y horas laborables”. Pero pese a las diversas prohibiciones las corridas de toros gozaban de un gran favor popular. Durante el reinado de Fernando VII pasaron a convertirse en “Fiesta Nacional” siendo su hija Isabel II gran entusiasta y defensora.
El escritor y poeta León de Arroyal afirmó en 1812: “Si los cultos griegos inventaron la tragedia para purgar el ánimo de las abatidas pasiones del terror y miedo, acostumbrando a los ciudadanos a ver y oír cosas espantosas, los cultos españoles han inventado las fiestas de toros, en que ven de hecho aún mas terrible lo que allí se representa en fingido”. Los espectáculos taurinos ejemplificaban la idea del Barroco de la vida como batalla, el noble debía demostrar su autocontrol ante el peligro dominando al caballo y a la bestia en un espectáculo público. El sacrificio es su esencia y el resultado debe ser nada mas y nada menos que el triunfo.


Fantástico Bárbara. Muy interesante.
¡Gracias May! Me alegra mucho que lo encuentres interesante.
Un fuerte abrazo.
Me ha encantado. Siempre aprendo con tus relatos. Gracias
¡¡¡Gracias a ti por seguir mi blog!!!
Un fuerte abrazo.
Estupendo como siempre !!!!!!!!
¡Eres un encanto y una lectora de lo mas fiel!
Muchas gracias Mercedes y un abrazo.
Esta muy bien documentado el artículo.
Ya veo que un antepasado vuestro fue el que promovió la construcción de la plaza de Sevilla.
A mi me parece una fiesta con mucho colorido y el traje de torero muy bonito.
Pero…..no soy aficionada. No soporto la sangre.
He ido mucho a los toros con mi padre de joven, y al 7 de las Ventas con mi marido.
Hasta que me dejaron de gustar.
Eso sí respeto a la afición.
Y pienso que son parte de nuestra historia.
Formidable como siempre, una lección magistral sobre la historia del toreo.
Un abrazo.
Gracias querida Concha por tu apoyo constante. Ahora estoy escribiendo un capítulo sobre el traje de torero para una publicación de la Fundación de Estudios Taurinos, así que volveré a escribir sobre el tema.
El teniente bajo cuyo mandato se construyó la segunda plaza de madera era antepasado de mi suegra.
Muchísimas felicidades por tus 100.000.
Un abrazo.
Un Blog precioso, vendré por aquí!!!! Gracias Barbara
¡Muchas gracias Carmen! Me alegra mucho que te guste. Si te apetece ser seguidora, pincha la ventana SEGUIR (margen inferior derecho) e introduce tu correo.
Este post me ha encantado¡¡ no.tenía ni.idea de q los.toros se hubiesen prohibido y aceptado tantas veces a lo.largo de.la.historia!!! También.desconocía.q.la.nobleza.hubiese.sido parte.activa en los.toros!!. gracias por.la.información¡¡¡
Gracias a ti por tu fidelidad. La nobleza a caballo era la protagonista de los lances taurinos (sin percibir emolumento alguno por supuesto) hasta que dejó de ser un entretenimiento cortesano en el siglo XVIII. Seguiré hablando del tema.
Muchas gracias por este post. Me ha encantado Bárbara.
Muy bien documentado y excelente la visión de la evolución de la Fiesta Nacional.
Gran guiño al antepasado de Luis….un fuerte abrazo. Esteban T.
¡Muchas gracias por tu comentario! Seguiré hablando de toros y del traje de luces.
Me alegra verte por aquí, espero que te hagas asiduo.
Un fuerte abrazo.
Interesantes todos sus artículos. Me han gustado mucho.
Me gustó mucho su artículo, lamento mucho que en mi país La Argentina, no podamos disfrutar la fiesta brava.
Muchas gracias por su comentario. Espero que a partir de ahora se haga usted fiel seguidor de «Arte y demás historias».
Un saludo desde España.