
A lo largo del siglo XVIII la indumentaria de la mujer española sufrió una notable transformación por influencia de la moda francesa. Las formas de la silueta femenina dejaron de enmascararse para mostrarse con total naturalidad. En particular nos referimos al escote y al busto, para potenciarlo se usaron el corpiño y la cotilla. El corpiño es definido en el Diccionario de Autoridades como:”Almilla o jubón sin mangas”; era una pieza de uso común y se usaba sobre la camisa. Generalmente se entiende por un cuerpo sin emballenar que se usaba encima de la camisa y se confeccionaba con lienzo blanco aunque también podía ser de colores. El corte de la prenda era ceñido al pecho y estaba formada por cuatro hojas, dos delanteros y dos traseros con costura en el centro. El corpiño fue una pieza básica en el siglo XVII y XVIII. Se precisaba de muy poca tela para ser confeccionado y consistía en un torso sin mangas normalmente atado por detrás. A juzgar por la información que he manejado, se trataba de una prenda económica por los precios que aparecen; por poner un ejemplo la futura esposa de un maestro zapatero llevaba en su ajuar en 1719 ocho corpiños tasados en 26 reales.

La voz cotilla no aparece en el Tesoro de la Lengua Castellana. La palabra proviene de cota, arma defensiva para proteger el cuerpo. Esta pieza aparece registrada en la Pragmática de Tasas de 1627 donde se especifica que los sastres españoles confeccionaban dos tipos, sencillas y lujosas. En la obra de Martín de Andújar Geometria y trazas pertenecientes al oficio de sastres impresa en la Imprenta Real y publicada en 1630, aparecen patrones de cotilla a la también se denomina justillo, en ambos casos son piezas sin mangas. La confección de la cotilla era compleja, en un primer momento fue realizada por sastres para posteriormente correr a cargo del gremio de cotilleros. El Diccionario de Autoridades la define como: “Jubón sin mangas hecho de dos telas, embutido con barba de ballena, y pespuntado, sobre el qual se visten las mugeres el jubón o casaca, y trahen ajustado el cuerpo”. La cotilla era un corpiño con ballenas que se colocaba sobre de la camisa, levantaba y ensalzaba el pecho, estrechaba la cintura y se ataba con cintas por detrás o por delante. Si se cerraba por la espalda, la señora precisaba de ayuda para poder vestirse aunque es probable que solamente fuera utilizada por mujeres que no realizaran trabajo físico alguno ya que imposibilitaba el libre movimiento. La pieza solía ser muy abierta en la parte del busto (a veces la zona del escote se reforzaba con piel en el borde), siendo el escote cuadrado o redondo por el que asomaba el nacimiento del pecho y la guarnición de la camisa. A partir de la cintura se remataba en recto o en faldillas sueltas.

Durante el siglo XVIII y siguiendo la costumbre francesa hombres, mujeres y niños la llevaron con el fin de mantener la espalda derecha y los hombros un poco hacia atrás, postura se consideraba sinónimo de clase alta. La cotilla también la usaban las embarazadas y las lactantes, para tal fin se ideó un orificio que lo posibilitara. Desde la Alta Edad Media las damas habían usado cuerpos ceñidos para afinar su silueta, pero a finales del siglo XVII los grandes viajes transoceánicos descubrieron las posibilidades de las ballenas para la confección de la ropa interior. Las barbas de ballena no son propiamente hueso, se trata de un material keratinoso que permite filtrar el plancton y el krill. Fueron utilizadas en lencería y en la fabricación de sombrillas ya que era uno de los escasos materiales flexibles que se conocían en la época. Las barbas de ballena se usaron también para fabricar los ahuecadores de faldas aunque por extensión se denominaron ballenas a otros materiales como mimbre, metal, cuero o madera. La cotilla desembocó en el corsé, la primera pieza de ropa interior femenina producida a gran escala; su vida fue larga hasta que el modisto francés Paul Poiret lo derogó a principios del siglo XX, pero eso es otra historia.

Como podían soportar eso tan ajustado??
Las mujeres han usado este tipo de prendas durante siglos. Aparte de incómodo era perjudicial para la salud y ya algunos médicos en el siglo XVIII alertaron de los peligros que ocasionaban. Un abrazo Manolo.
Felicitaciones Dra. Rosillo, me encanta la ropa antigua y es un deleite encontrar aportes como este que nos enseñan algo de la vida cotidiana, muchas gracias.