El más español de los pintores franceses


Georges de la Tour. El tramposo del as de tréboles. Kimbell Art Museum, Fort Worth.Texas.
Georges de la Tour. El tramposo del as de tréboles. Kimbell Art Museum, Fort Worth. Texas.

            Hasta el próximo 12 de junio podemos visitar la exposición que el  Museo del Prado dedica a las obras maestras de Georges de La Tour (1593-1652). La muestra ha sido comisariada por Andrés Úbeda, jefe de Conservación de Pintura Italiana y Francesa del Prado, y Dimitri Salmon, colaborador científico del Departamento de Pinturas del Louvre. La Tour es uno de los mejores pintores franceses de la historia. Su misteriosa figura cayó en un profundo olvido desde su muerte hasta ser rescatada a principios del siglo XX por que el historiador alemán Hermann Voss a través de un artículo publicado en 1915 en la revista Archiv für Kunstgeschichte. Dos sendas exposiciones en París (en la L’Orangerie en 1972 y en el Grand Palais en 1997), contribuyeron a colocar al maestro en el lugar que merecía y a realizar un estudio sistemático de su obra. La última de ellas, comisariada por Cuzin y Rosenberg, incluía una panorámica de La Tour y sus seguidores: autógrafos, copias, obras de taller; siendo visitada por nada menos que 530.000 personas, fue la más concurrida del mundo ese año y su récord de visitas todavía no ha sido superado en Francia.

Georges de la Tour. San Jerónimo leyendo una carta. Museo del Prado. Madrid.
Georges de la Tour. San Jerónimo leyendo una carta. Museo del Prado. Madrid.

            La muestra que presenta la pinacoteca madrileña reúne treinta y una de las cuarentas pinturas autógrafas que los especialistas atribuyen al pintor siendo la primera ocasión que tan elevado número de pinturas de La Tour se muestran juntas fuera de su país. Las obras proceden de veintiséis museos de siete países aunque se debe resaltar que  de toda su producción solo cuatro están fechadas y dieciocho firmadas. El Museo del Prado cuenta con dos La Tour, en 1991 adquirió Ciego tocando la zanfonía, gracias a los fondos del Legado Villaecusa; mientras que en 2005 se halló en la entonces sede central del Instituto Cervantes en Madrid (el Palacio de la Trinidad) un San Jerónimo leyendo una carta, que fue atribuido al pintor por José Milicua, a cuya memoria se dedica la exposición. La exposición se halla dividida cronológicamente en cinco ámbitos, que abarcan sus tres grandes etapas. Para comenzar nos encontramos  con tipos populares en cuyos rostros y ropajes se percibe claramente la miseria  de la Lorena de la época, asolada  por las continuas guerras. Destacan obras como Riña de músicos y Los comedores de guisantes. Continúa el recorrido con una etapa de afirmación, en la que la paleta se aclara y las escenas se vuelven narrativas. Según Andrés Úbeda: “son reflexiones distintas de un mismo tema, nunca réplicas iguales”. En este apartado cuelga una de las mejores pinturas francesas del XVII: La buenaventura del Metropolitan de Nueva York. Incomprensiblemente la obra salió de Francia en 1960 lo que supuso un auténtico escándalo nacional. La obra se encuentra firmada pero varios expertos dudaron sobre su autoría.  Llama la atención la firma, de gran tamaño, caligrafiada con mucho esmero y en un lugar muy visible del lienzo. La Tour utilizó firmas muy distintas a lo largo de su carrera.

Georges de La Tour. La buenaventura. Metropolitan Museum. Nueva York.
Georges de La Tour. La buenaventura. Metropolitan Museum. Nueva York.

            La exposición concluye con las famosas escenas nocturnas, personajes solos y ensimismados alumbrados por la luz de una vela. La Magdalena (la reconocemos porque lleva una calavera en su mano) aparece sentada, en actitud recogida. Su camisa se ha resbalado por los hombros, que quedan al descubierto. La Tour realizó varias versiones de La Magdalena y de San Jerónimo.  Miguel Zugaza, director del Prado, afirma que La Tour fue “un descubrimiento de las vanguardias” y que se trata de “el más español de los pintores franceses”.  Andrés Úbeda añade que es “un pintor extremadamente coherente. Tiene una personalidad poliédrica muy compleja. La mejor definición que he leído sobre él es que La Tour “no ama el mundo”. El mundo no está en su pintura. No hay ventanas al exterior, ni vegetación, ni apenas animales. Solo rocas lunares”. Muchas obras de Georges de La Tour se han confundido con otros artistas, fundamentalmente españoles, como Zurbarán, Ribera, el joven Velázquez, Murillo, Maíno o Herrera el Viejo.  De hecho, San Jerónimo leyendo una carta, una de las dos obras del artista que atesora el Museo del Prado, tiene en su bastidor la inscripción “Zurbarán”. Como explica Salmon, cada vez que aparecía en el mercado un San Jerónimo o una pintura iluminada por una vela se atribuía enseguida a La Tour. Desde su redescubrimiento, su fama y cotización, no han hecho más que aumentar.

Georges de la Tour. Magdalena Penitente de la lamparilla. 1642-1644.
Georges de la Tour. Magdalena Penitente de la lamparilla. 1642-1644. Museo del Louvre. Paris.

            La Tour nació en Vic-sur-Seille y  marchó a Lunéville. Por desgracia no se conserva ningún documento desde su nacimiento hasta 1617, ni se sabe dónde se formó como pintor ni si estuvo en Italia. Se cuenta que tenía una personalidad difícil, con un carácter irascible. Incluso fue condenado en un par de ocasiones por protagonizar episodios violentos. Su padre era panadero y su madre, hija de un platero. Tuvo diez hijos, entre ellos Étienne, que siguió sus pasos como pintor y trabajó en el taller de su padre. La Tour tuvo entre sus compradores a Luis XIII y al cardenal Richelieu (se cree que cada uno de ellos llegó a poseer cinco o seis obras del pintor). Para Dimitri Salmon su pintura “sobrecoge y desconcierta; es un misterio inagotable, un enigma que muchos han intentado resolver sin lograrlo”.  No se conoce su rostro ni tampoco se han localizado (hasta el momento) ningún dibujo, ni retratos, bodegones o paisajes de su mano. Quizás nunca trató estos géneros, pero  Salmon considera que seguramente el conjunto de su obra fuera diez veces mayor de lo que ha llegado hasta nosotros ya que su taller  tuvo una gran producción. Tampoco se ha encontrado su inventario post-mortem, un tipo de documento muy común en la época en el que constaban todas las propiedades del finado y que en sí mismo tiene una importancia clave para los investigadores . Les animo a visitar esta magnífica exposición corta pero intensa, llena de claroscuros y personajes misteriosos, es un auténtico regalo.

Georges de la Tour. Job y su mujer. Museo Departamental de Arte Antiguo y Contemporaneo. Épinal
Georges de la Tour. Job y su mujer. Museo Departamental de Arte Antiguo y Contemporaneo. Épinal

 

4 Comentarios

  1. Manuel S. dice:

    Interesantisimo Barbara! la exposición es para no perdersela!!. El nacarado de las encarnaduras es maravilloso!!!!!

    1. Bárbara dice:

      Es interesante y sorprendente. Gracias por tu comentario y un abrazo.

  2. Rafael Agredano dice:

    Gran artista y magnífica exposición, muy completa. La acabo de ver en el El Prado y, ciertamente, es una pintura que recuerda mucho a la de nuestros pintores barrocos; desde luego más que la de cualquier otro artista galo que yo conozca al menos. Nuestros admirados vecinos «gabachos» siempre tienen cierta tendencia a que se les vaya la mano con el azúcar -no es el caso del carácter severo de la pintura de de la Tour.

    1. Bárbara dice:

      El «azúcar» como dices tú tal vez sea más del siglo XVIII. La exposición me ha parecido muy interesante, fundamentalmente por poder ver tantos cuadros de La Tour. El misterio que rodea la vida y obra del maestro también hacen la muestra muy atractiva. Saludos cordiales.

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