

La camisa ha sido una pieza imprescindible a lo largo de los últimos siglos. Su patrón se ha ido modificando como consecuencia de la simplificación que ha afectado a determinadas prendas a lo largo del siglo XX. En tiempos pasados se consideraba una segunda piel ya que era lo primero que ambos sexos se enfundaban. Su corte solía ser rectangular y el patrón sencillo. Estaba formada básicamente por dos partes: el cuerpo y las mangas. La cantidad de tela necesaria para su confección rondaba las cuatro varas (algo más de tres metros). El cuerpo era largo cubriendo siempre las caderas aunque en el caso femenino podía llegar hasta las rodillas, a veces, incluso eran tan largas que se podía prescindir del uso de enaguas. La tela se ajustaba a la medida del escote, el cuerpo y las mangas eran anchas. Durante el siglo XVIII los hombres usaron camisas con mangas hasta la muñeca pero las mujeres las llevaban a la altura del codo ya que la moda mandaba mostrar los antebrazos.


Por lo general las mangas solían ser muy plisadas en la parte superior del brazo y el puño podía ser simple o doble. El escote era sencillo, cerrándose por medio de un botón con presilla o con botones en la aletilla. Hasta la popularización del uso del algodón, el lino fue el material por excelencia para su confección, los había de muchos tipos y calidades. La camisa se realizaba con el mismo material en su totalidad aunque era común el uso de distintos tipos de tejidos para cada una de sus partes, reservando los más finos para las mangas ya que eran la zona más visible de la prenda mientras que el cuerpo o el ruedo siempre permanecía oculto. Las personas pudientes lucían cuellos y puños recamados con encajes que asomaban para dejarse ver.


La camisa tenía el cometido de recoger la suciedad corporal, por lo general la higiene era deficiente. Las partes del cuerpo que se mostraban, como el rostro y las manos, sí se lavaban. El baño por inmersión no solía practicarse ya que se tenía por cierto que el agua caliente, al abrir los poros, podía dejar a la persona expuesta al contagio de enfermedades. La camisa sí se lavaba ya que debía presentarse limpia e inmaculada ya que constituía una señal inequívoca del aseo y cuidado de la persona.


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Muchas gracias por compartirlo.
Muy interesante !! Barbara.
Muchas gracias Manolo. Ya de vuelta al trabajo.