Balenciaga y Mrs. Mellon


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          El Museo Cristóbal Balenciaga acoge parte de la impresionante colección de Rachel Mellon, una de las mejores clientas del modisto español. Rachel Lambert Mellon (1910-2014), gran dama, filántropa y mecenas norteamericana del siglo XX, fue vestida por Balenciaga durante diez años. A raíz de la recomendación de Hubert de Givenchy, la señora Mellon decidió donar a la Fundación Balenciaga más de cuatrocientas piezas del maestro. Este importante legado cuenta con todo tipo de prendas, desde amplias camisas para trabajar en sus jardines hasta vestidos de noche, pasando por abrigos, trajes de chaqueta y cocktail. La exposición resulta fascinante por la gran cantidad de modelos que se exhiben y por la elegancia de la presentación.

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          Sin duda, nos encontramos ante una mujer de gran sensibilidad y generosidad. El folleto de la muestra recoge sus palabras: “Conocer a Cristóbal Balenciaga fue una de las alegrías especiales de mi vida. Fue un amigo muy querido. Diseño mi vestuario durante diez años. Comprendía el lujo y la simplicidad con una profunda sensibilidad. Sus vestidos de noche y sus abrigos eran indescriptiblemente fascinantes. Los diseños para el día se adaptaban a la perfección a la vida de sus clientes. Así, trabajando en jardinería, yo tenía blusas amplias de algodón de lino y faldas lisas. Su encanto, su sonrisa y su dedicación al diseño se veían reflejadas en su tranquila presencia”.

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          La exposición está comisariada por Hubert de Givenchy, el célebre modisto francés nos deja una interesante semblanza sobre ambos personajes: “Conocí a la señora Mellon gracias al señor Balenciaga. Yo era consciente de su reputación como mujer, particularmente seductora y elegante desde que se vestía en Balenciaga. También sabía de su amor por los jardines y su conocimiento de la pintura contemporánea, inclinación que transmitió a su marido. Era una dama con una agenda extraordinariamente ocupada, recibiendo al presidente de los Estados Unidos, organizando cenas etc…Esto significaba que se tenía que verse bien vestida. ¿Y a quien se dirigió? A Balenciaga.

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          Por aquel tiempo, Balenciaga sugirió que se haría cargo de su guardarropa y así surgió la amistad entre ambos. Ella sintió una gran admiración y afecto por el modisto. Amaba a Balenciaga porque era alguien excepcional que personificaba lo que ella amaba: la misma visión, la misma amabilidad: eran almas gemelas. Ella se sentía muy bien vestida con sus diseños. Bunny adoraba los tejidos y la moda. En cada colección, le pedía un pequeño libro con dibujos de los vestidos que había encargado, junto a las muestras.

 

          La señora Mellon era una persona muy discreta, por este motivo resultaba muy extraño verla en revistas llevando sus modelos de alta costura. No tenía ningún interés en la popularidad. Balenciaga tenía muchas clientas jóvenes. Las mujeres más ricas del mundo y con el mejor gusto le compraban casi al por mayor; no era cuestión de tres o cuatro trajes sino de treinta o cuarenta. Cuando decidió retirarse sus clientas atravesaron un momento de confusión preguntándose quien las vestiría ahora. Parece que, incluso algunas de ellas, pasó varios días en cama.

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          Balenciaga despertó una verdadera devoción y una admiración sin límites. Fue un revolucionario sin una revolución, en otras palabras, concibió la moda como una evolución gradual que iba cambiando con el paso del tiempo. Con la llegada del Concorde, sus clientas, que hasta entonces viajaban en barco en cabinas empaquetadas hasta los topes con los vestidos que se habían comprado, empezaron a vivir una nueva era. Comenzaron a viajar con menos volumen y el modisto se sintió fuera de lugar. Consideró que su momento había pasado y que era hora de retirarse ya que no podía cambiar su manera de ser, de trabajar, ni los materiales de su taller. Fue extremadamente inteligente con una actitud muy innovadora. Cuando el señor Balenciaga decidió cerrar su taller de costura en 1967 con su habitual generosidad me llamó por teléfono y me dijo: “Me encantaría presentarte a Bunny Melon. Es una buena amiga y una clienta excelente y encantadora. Ella ya no va a poder llevar mis vestidos porque, como sabes, voy a cerrar mi taller de costura”. Poco tiempo después, la señora Mellon vino a mi estudio. Algo reservada al principio, me dijo inesperadamente: “Escuche, no quiero bordadoras ni costureras y, si es posible, me gustaría que usted y su secretaria se hicieran cargo de mi. Eso es todo, estoy encantada y espero volver y verle pronto.

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          Presentando nuestras siguientes colecciones le enviamos prendas para elegir entre cuarenta, cincuenta o sesenta trajes, y le dijimos que estábamos a su servicio. Esperamos mucho tiempo, no preocupados, pero sí ansiosos por saber como reaccionaría. Y nos mandó un encargo inmenso. Debo decir que el pedido incluía varias repeticiones del mismo modelo en diferentes tonos y estampados. Me quedé un poco sorprendido, como usted entenderá, pero ella me dijo que a partir de ese momento tenía que hacer todo lo que pudiera para vestirla y diseñar trajes que le encantaran. Y así comenzó la aventura.”

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Continuará…

4 Comentarios

  1. Liane dice:

    Que bonito Bárbara! Enhorabuena por saberlo transmitir, un abrazo.

    1. Bárbara dice:

      Muchas gracias Liu. Un fuerte abrazo.

  2. Pepa dice:

    Me gusta mucho todo lo que cuentas…eres genial, amena culta y muy entretenida.
    Muchas gracias.

    1. Bárbara dice:

      Muchas gracias a ti por tus palabras Pepa.

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