

«Todavía se llevaba corsé. Yo le declaré la guerra. El último representante de esos malditos aparatos se llamaba Gache Sarraute. Cierto es que siempre he visto a las mujeres sin saber qué hacer con sus protuberancias, e inquietándose por disimularlas o repartirlas. Pero el corsé las clasificaba en dos masas distintas: por un lado, el busto, el pecho, los senos; por otro, toda las parte posterior. De manera que las mujeres, divididas en dos lóbulos, parecía como si tirasen de un remolque. Era casi como un retroceso hacia el torneado. Como todas las grandes revoluciones, ésta fue hecha en nombre de la libertad, para dar movimiento libre al juego del estómago, que así podía dilatarse desmesuradamente. Ocupaba la parte baja del lóbulo superior.


También en nombre de la libertad preconicé la abolición del corsé y la adopción del sujetador, que, después ha imperado. Sí, la libertaba el busto; pero esclavizaba las piernas. No se habrán olvidado los llantos, gritos, rechinar de dientes que causó ese ukase de la moda. Las mujeres se quejaban porque no podían andar, ni subir a un coche. Todas sus lamentaciones abogaban en favor de mi innovación. ¿Acaso han cesado de oírse sus protestas? ¿No han gemido del mismo modo cuando hemos vuelto a los vuelos? Sus quejas o sus murmuraciones, ¿han sido alguna vez obstáculo para que el movimiento de la moda siga su curso? Por el contrario, ¿no habrán sido el mejor auxiliar que la publicidad ha tenido? Todas llevaron la falda estrecha.»
Paul Poiret. Vistiendo la época. Recuerdos. Sevilla, Editorial Renacimiento, 2017, pp. 56-57.


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