“El Torrigiano Torrigiani (nombrado assi del Vasari) fue natural de Florencia, y Escultor Insigne, y tan estudioso, que era uno de los muchos, que acudian para este efecto en aquella Célebre Academia del Palacio, y Jardin del Magnifico Señor Lorenzo de Medicis, Gran Duque de Florencia, y Toscana; de cuyo cèlebre estudio, ya en las Estatuas, y relieves mas Insignes; yà en los dibujos, y Pinturas mas Selectas, salieron los mas señalados Ingenios de aquel fertilísimo Clima, y bien afortunado siglo. Entre los quales sobresalían Michel Angel Bonarrota, y el Torrigiano, Escultor: pero este de tan desmesurado, y presuntuoso genio: quanto el otro de modesto, y apacible trato, acompañado de grande aplicación à el estudio, y tan superior adelantamiento en todas las Artes, que con justa razón usurpaba Bonarrota los primeros aplausos de todos, y desfrutaba la mayor estimacion del Gran Duque, acompañandola con dadivas, y premios magnificos.

Era el Torrigiano tan altivo, que no se contentaba con ser Eminente, sino que quisiera ser unico; no por la ambicion virtuosa del saber, sino por la hinchazón viciosa de dominar. Y asi sucedia, que en viendo alguna cosa que los demás executaban, ò la borraba, ò la deshazia, afectando corrección, y magisterio: figurándose a esto grandes quimeras, que acompañaba con vituperosas palabras, y obras. Y como en Michael Angel avia mas abundante materia, en que cebar su rabiosa embidia, trabò con él un dia tal contienda, que viniendo à las manos, le diò à Michael Angel tal puñalada en las narices (aunque otros dizen, que fue con un tintero de piedra) que se las desbaratò, dexandole señalado para toda su vida, como nos lo manifiesta su Retrato.

De esta demasia se diò tan justamente por ofendido el Gran Duque, que à no verse à toda diligencia escapado à Roma el Torrigiano, hubiera experimentado, bien a su costa, su indignación. Llegò, pues, à Roma, à tiempo, que el Papa Alexandro Sexto hazia Obra en el Palacio de Torre Borgia donde el Torrigiano se introduxo, y executò con grande acierto varias cosas de Estuco. Despues ofreciéndose la Guerra del Duque Valentin, contra la Romania, alentado de otros Paysanos, y amigos suyos, se transformò de Escultor en Soldado, en que se portò grandemente aquel espíritu verdaderamente belicoso. Y lo mismo hizo con Paulo Vitelli en la Guerra de Pisa; y con Pietro de Medici se hallò también en el Assedio del Garillano, donde adquirió la Insignia, y Renombre del Valiente Alferez Torrigiano. Finalmente, conociendo, que aunque lo mereciesse, no llegaba a obtener el Grado de Capitan (que mucho anhelaba) y que en la Guerra no avia adelantado nada, aviendose aventrurado mucho; antes si, avia perdido el tiempo, y el curso en su Facultad: se volvió a exercer la Escultura, è hizo algunas piezas pequeñas de mármol, y bronce, para diferentes Mercaderes Florentines, que oy se ven en dicha Ciudad en Casas particulares; y también algunos dibujos hechos con gran valentía, y magisterio.

Fue, después de esto, conducido de dichos Mercantes à Inglaterra, donde hizo para aquel Rey diferentes cosas de marmol, bronce, y madera, en oposicion de otros grandes Artifices, quedando el Torrigiano superior en todo: en que interesò tanto caudal, que à no a ver sido tan desbaratado, y soberbio, pudiera aver pasado una vida feliz; pero la misma viveza, y altivez de su espíritu, no le permitían sosiego, ni moderación en cosa alguna.

Despues fue conducido à España, donde hizo muchas Obras, que están esparcidas en diferentes Lugares con grande estimación; y especialmente en Granada, donde se tiene por cierto ser de su mano un medio relieve, que està sobre la Puerta de la Torre en aquella Santa Iglesia, donde pretendió la Obra de las Urnas, ò Sepulcros de los Reyes en aquella Real Capilla: para cuya oposicion hizo aquella Cèlebre Figura de la Charidad, de mas de medio relieve, del tamaño del natural, que esta en dicha Iglesia àzia los pies à el lado del Evangelio, que verdaderamente parece de Michael Angel. Y también es de su mano un Ecce Homo, que està sobre el Postigo de los Abades en dicha Santa Iglesia. Y tienense también por cierto serlo las Figuras de medio relieve del natural, que están en la Portada de la Puente en Cordova, aunque yà muy robadas, por lo deleznable de la piedra, y la injuria del tiempo.

Finalmene passò a Sevilla, donde hizo pie, y executò un Crucifixo de barro, cosa estupenda! que oy està en el Monasterio de Geronimos, fuera de aquella Ciudad, y un San Geronimo con el Leon, cosa maravillosa! Y últimamente hizo, entre otras cosas, una Imagen de Nuestra Señora con su Hijo Precioso en los Brazos, tan bella; que aviendola visto cierto gran Señor (que à la sazon moraba en Sevilla) le mandò hazer otra, ofreciendole remunerarsela quanto quisiesse.

Hizola, pues, el Torrigiano: que según las promessas del Duque, esperaba quedar rico para toda la vida. Mas el tal Señor, aviendola recibido, y celebrado mucho, le embiò à otro dia dos mozos cargados de dinero, todo en maravedíes (que entonces avia muchos en Andaluzia, y aun oy ay bastantes) El Torrigiano, que viò tanto dinero, y estraño la calidad de èl, llamò à un Paysano suyo, que tenia comprehension de las monedas de España, y de Italia, que le dixese, a qué cantidad correspondia aquella suma en su tierra.

Y se hallò, que apenas llegaba a treinta ducados. Con lo cual, el Torrigiano atribuyéndolo a befa y escarnio, se fue colerico a casa del Duque con un hacha, e hizo pedazos la imagen (la cual era de tamaño natural: porque una Mano, que se librò del estrago, y anda vaciada entre los modelos de los Pintores, aplicándola à el pecho para darsela al Niño, es de dicha Efigie, y del tamaño del natural: cosa superior! Y le llaman la Mano de la Teta; y aun también la Cabeza de la Virgen, y el Niño, permanecen entre los Pintores.) El Duque, pues, teniéndose por agraviado de semejante excesso, diò cuenta à el Santo Tribunal de la Inquisicion, calumniando de Hereje à el Torrigiano. Lo cierto es, que la accion, y aviendo venido de Inglaterra (aunque entonces no estaba alli tan declarada la Heregia) junto con otros desvarios de su genio, eran vehementes indicios. Pero no se yo si el Duque cumplió en lo uno, ni en lo otro con las leyes de gran Señor, ni aun de Cavallero: por cuya razón, y por ser Español, no le nombro: y mas con un Estrangero, hombre Eminente, y de genio altivo, cuyo furor le precipitò, herido del desprecio de su Obra; à quien tuvo por objecto su intrepidez, prescindiendo de la representación que tenia.

El Santo Tribunal, substanciada la causa, con tan malos visos, y con un contrario tan poderoso, después de larga prisión, le sentenciò à muerte ignominiosa. Lo cual entendido por el Torrigiano, que yà se hallaba posseido de una profundísima melancolía, diò en no comer, ò por industria, ò por desgana: y de esta suerte murió infelizmente en la Carcel de la Inquisición de dicha Ciudad de Sevilla por los años de mil quinientos y veinte y dos, y à los cinquenta de su edad, con poca diferencia. O fuerza de un destino infeliz!”
Antonio Palomino de Castro y Velasco. El Parnaso Español Pintoresco Laureado. Tomo III. Madrid. 1724. pp. 235-237.
Que elocuente historia, gracias a usted prestigiosa dama por hacérmela conocer, me quedo extasiado al conocer el detalle de los protagonistas, pero ni ese tintero opacó a Miguel Ángel. Muchas Gracias. Un saludo cordial desde Ecuador .
Milton Donoso Vargas.
Muchas gracias a usted por su comentario. Un cordial saludo desde España.
¿Y no habremos de saber quién fuera ese duque sevillano, guasón y desconsiderado que causó la ruina y muerte del artista? No sería difícil seguir la pista si alguien tuviera interés en ello.
La galería iconográfica, magnífica, como es seña de este blog. Gracias y enhorabuena a la autora.
Muchas gracias por su comentario. Un cordial saludo.
Triste final y dolorosa partida de un genio que pudo llegar a ser visto como grande entre los grandes .Las fotografías de La Virgen de Belén y San Jerónimo son maravillosas. Muchas gracias Bárbara por traernos esos bellos relatos y hermosas fotografías
Muchas gracias por tu comentario. En el Museo de Bellas Artes de Sevilla se conserva su San Jerónimo, es impresionante. Un cordial saludo.