
«Las reglas y consejos que yo quiero dar aquí a los que se han de casar, y aun a los que son ya casados, si no les aprovecharen para vivir mas contentos, a lo menos aprovecharles han para ahorrar de muchos enojos.Es, pues, el primero saludable consejo; es a saber: que la mujer elija tal hombre y el hombre elija tal mujer que sean ambos iguales en sangre y en estado; es a saber: el caballero con caballero, mercader con mercader, escudero con escudero y labrador con labrador; porque si en esto hay desconformidad, el que es menos vivirá descontento, y el que es más vivirá desesperado. La muger del mercader que casa a su hija con caballero, y el rico labrador que consuegra con algún hijodalgo, digo y afirmo que ellos metieron en su casa un pregonero de su infamia, una polilla para su hacienda, un atormentador de su fama y aun un abreviador de su vida. En mal punto casó a su hija o hijo el que tal yerno o nuera metió en su casa, que ha vergüenza de tener al suegro por padre, y de llamar a la suegra señora.

En los tales casamientos no pueden con verdad decir que metieron en sus casas yernos, sino infiernos; no nueras, sino culebras; no quien los sirviese, sino quien los ofendiese; no hijos, sino basiliscos; no quien los honrrase, sino quien los infamase; finalmente digo que el que no casa con su igual a su hija, le fuera menos mal enterrarla que no casarla, porque si muriera, lloraránla un día, y estando mal casada, la llorarán cada día. El mercader rico, el escudero pobre, el labrador cuerdo y el oficial plebeyo, no han menester en sus casas nueras que sepan afeitar, sino nueras que sepan muy bien hilar, porque el día que las tales presumieren de estrado y almohada, aquel día se pierde su casa y se va a lo hondo su hacienda. Torno a decir y afirmar que se guarden los tales de meter en sus casas a yerno que se alabe de muy hidalgo, que presuma de correr un caballo, que no sepa sino pasearse por el pueblo y que se alabe de muy cortesano, y que sepa mucho de naipes y tablero, porque en tal caso halo de ayunar el pobre suegro para que lo gaste en locuras el hombre loco. Sea, pues, la conclusión de este consejo que cada cual case a sus hijos con su igual, y donde no, antes de año cumplido le lloverá sobre la cabeza al que buscó casamiento de locura.

Es también saludable consejo que elija cada uno mujer que sea conforme a su complixión, y a su condición; porque si el padre casa a su hijo, o el hijo se casa por necesidad, y no por su voluntad, no podrá el triste mancebo decir que de verdad le casaron, sino que para siempre le captivaron. Para que los casamientos sean perpetuos, sean amorosos,y sean sabrosos, primero entre él y ella se han de añudar los corazones que no se tomen las manos. Bien es que el padre aconseje a su hijo que se case con quien él quiere; mas guárdese no le haga fuerza, si él no quiere, porque todo casamiento forzoso engendra desamor en los mozos, contiendas entre los suegros, escándalo entre los vecinos, pleitos con los parientes y pundonores entre los cuñados. No es tampoco mi intención que nadie se case de súbito y secreto, como mozo vano y liviano, porque todo casamiento hecho por amores, las más veces para en dolores. No vemos otra cosa cada día sino que un mancebo, con la poca edad y mucha libertad, como no sabe lo que ama, ni menos lo que toma, enamórase de una moza, y despósase con ella, el cual, al tiempo que la acabó de gustar, la comenzó a aborrescer.

La cosa que entre dos casados más se ha de procurar es que se amen mucho y se quieran mucho, porque de otra manera, cada día andarán rostrituertos y ternán que ponerlos en paz los vecinos.También los quiero avisar que para que el amor sea fixo, sea verdadero y sea seguro, se ha de ir asentando en el corazón muy poco a poco, porque de otra manera por el camino que el amor vino corriendo, le verán tornarse huyendo. A muchos he visto yo en este mundo amarse muy aprisa, los cuales vi después aborrescerse muy despacio. Una de las cosas trabajosas que hay en la vida humana es que, si hay ciento que permanezcan en el amar, hay cient mil que nunca acaban de aborrescer. Es también de advertir que el consejo que doy al padre a que no haga casamiento sin voluntad de su hijo, el mesmo doy al hijo para que no se case contra la voluntad de su padre, porque de otra manera, ya podría ser que le dañase más la maldición de su padre que le aprovechase el dote que le diese el suegro. Los mozos, con la mocedad, no miran más de su placer, cuando se casan, y conténtanse con sólo que su muger sea hermosa; mas al padre y a la madre, como les va la honrra y la hacienda, búscanle muger que sea cuerda, rica, generosa, honesta y casta, y lo postrero que miran es si es hermosa.

El casamiento que se hace clandestino y abscondido, digo que procede de gran liviandad, y sale de mucha crueldad, porque da a todos los vecinos que decir, y a los viejos de sus padres que llorar. Acontesce muchas veces que, haviéndose desvelado la madre por hilar el axuar, y haviéndose envejescido el padre por allegar el dote al tiempo que tratan algún honroso casamiento, remanesce el mozo loco desposado, de lo cual se sigue después que queda la madre lastimada, el padre afrentado, los parientes corridos y los amigos escandalizados. Otra lástima hay mayor en esto, y es que acertó a tomar el hijo tal esposa, que tiene el padre por mal empleada la hacienda en ella, y tiene muy grande afrenta de meterla en su casa. Hay otro daño en semejante casamiento, y es que muchas veces piensan los padres con el dote del hijo remediar también a una hija, y como el principal intento del mozo fué gozar de la moza, y no que le diesen hacienda, quédase la hermana perdida y el hijo engañado, y el padre burlado. Plutarco, en su Política, dice: que el hijo que se casaba sin licencia de sus padres, que le azotaban públicamente entre los griegos, y que entre los lacedemones no le azotaban, sino que de toda su herencia le desheredaban. Laercio dice que a los así casados era costumbre entre los thebanos que no solamente fuesen de todos los bienes desheredados, mas aun públicamente de sus padres fuesen malditos. No tenga nadie en poco ser bendito o maldito de sus mayores, porque entre los antiguos hombres, sin comparación tenían los hijos en más la bendición de sus padres que no el mayorazgo de sus abuelos.»

Antonio de Guevara. De los recién casados. 1539-1541.
Maravilloso Barbara! Y no puede ser más oportuno….
Gracias siempre!
Muchas gracias a ti por tu fidelidad. Un fuerte abrazo.
Tal cual, hombre sabio!!!!!!
Tienes razón. Algunos consejos no han perdido vigencia. Un fuerte abrazo.
Estupendo y super oportuno y además tiene toda la razon
Muchas gracias por su comentario. Un cordial saludo.